El presente santuario de San Cibrán (en castellano San Cipriano) se localiza en la ladera
septentrional del Monte Xiabre, macizo que se alza a 647 m. sobre el nivel del mar, y que cierra
por el S. la vega de Catoira
(véase mapa).
Topográficamente la ermita se sitúa a unos 100 m. de altitud, y sus coordenadas, tomadas
del Servicio Geográfico del Ejército, Hoja nº 152 (4-9) perteneciente a Vilagarcía de
Arousa, en la escala 1:50.000, corresponden al punto 29TNH246222.
El lugar
(véase imagen)
es el típico de una ladera serrana, donde se suceden suaves pendienytes y pequeñas
terrazas. San Cibrán es una de esas terrazas, siendo en este caso de aspecto
triangular, de unos 50 m. en su base, por unos 30 m. de longitud. Este sector triangular está
conformado por los cursos de dos arroyos: en dirección NO. desciende el Río de San Cibrán,
hacia el O. baja otro riachuelo que confluye en el anterior un poco más abajo de la parte posterior
de la capilla. Ambos regatos excavaron incipientes gargantas en las inmediaciones
de la ermita, contribuyendo así a realzar las formas triangulares de la terraza donde se
asienta el santuario. En la actualidad en este paraje se ha extendido mucho la repoblación
de pinos y eucaliptos, pero en el entorno de la capilla abundan los viejos robles, dando
al santuario la apariencia de una carballeira (lugar poblado de robles), tan típica
en Galicia de los recintos donde se celebran las romerías. El enclave, en la umbría del
macizo, es poco soleado y frío, circunstancia que se acentúa por la calidad eminentemente
húmeda de la zona, no sólo por la existencia de las dos corrientes de agua mencionadas,
y la cobertera arbórea de los robles, sino también por la abundante escorrentía de las
aguas pluviales descendientes de la ladera serrana, acentuándose su efecto a causa
del subsuelo parcialmente pedregoso, donde son frecuentes las lajas graníticas.
Como elementos patrimoniales hemos podido distinguir la ya aludida ermita, y un cruceiro.
La capilla de San Cibrán posee una nave de unos 20 por 8 m
(véase imagen)
. El presbiterio no se diferencia en planta, y a él se adosan otras dos dependencias a ambos
lados, así como otra estancia más, pero a la nave. Longitudinalmente los pies de la nave están orientada
hacia el SE. Dispone de una puerta principal rectangular, y sobre esta consta un sencillo óculo, así como diversas ventanas
en los laterales de esta parcela. En la dependencia adosada del NO. hay también otra pequeña puerte de acceso,
y encima de esta fachada fue colocada una espadaña de líneas simples. El edificio
está íntegramente construido con sillarejo, y denota múltiplers reformas y añadidos, por lo
que no es factible determinar el momento original de su fundación. Sin embargo, bajo
una ventana parece leerse 1671, transcripción que no podemos certificar categóricamente. De todos
modos, su actual semblante parece remitir en líneas generales a una fábrica típicamente barroca.
La capilla por la parte posterior de su cabecera está ceñida por un muro de contención que
aplana una franja de terreno por el NO. y el SO., siendo de escasa anchura, y el cual salva
las dos pendientes de la confluencia de las gargantas de los dos arroyos antes descritos.
En el muro NO. consta un tiro de escaleras de varios peldaños, que en principio da paso al
sector de pendiente que hay entre la capilla y el mencionado vértice de confluencia de
las dos corrientes. Ignoramos cuál sería el uso dado a esta pequeña escalinata a no ser que
fuese construida para facilitar la bajada al regato. También frente a la capilla hay otro pequeño
murete de contención de tierras.
A unos 30 m. hacia el E. de la ermita, ya donde es visible el comienzo de la pendiente,
sobre unas lajas está asentado un cruceiro de unos 4'5 m. de altura.
Está compuesto de un calvario de dos gradas, basamenta, fuste de sección octogonal,
capitel de volutas, y crucifijo figurado. Se representa en éste, por delante, viendo hacia
el recinto, a Cristo crucificado y muerto, y por la parte posterior se labró una Piedad.
(véase imagen)
Cronológicamente
esta obra parece remontarse al siglo XVIII, si valoramos los rasgos estilísticos y de pátina
que ofrece el monumento.
Estamos ante un tipo de santuario tradicional relativamente frecuente en Galicia: una ermita
situada en un lugar muy alejado de los núcleos de población históricos, y localizada
en un ambiente serrano. Este tipo de emplazamiento es similar al ya examinado del santuario de la Virxe do Camiño de Freixo (Crecente). Sin embargo, para la situación de la capilla
de Freixo hemos visto que su explicación giraba en torno al paso por el sitio de una importante
vía de comunicación local, circunstancia que todavía no hemos aclarado completamente
para la presente capilla de Catoira. Ciertamente, en San Cibrán confluyen varias pistas forestales,
procedentes del norte, del este y del SO., pero ignoramos si son mejoras de antiguos caminos en
su totalidad, o si parcialmente se abrieron hace relativamente poco tiempo. Desde luego,
observando detenidamente el mapa topográfico de detalle, hemos apreciado la indicación de
lo que parecen ser viejos caminos procedentes de las aldeas costeras del N., que pasan por
este lugar, e incluso se dirigen hacia las cumbres de la sierra. Pero no disponemos de
datos seguros para poder vislumbrar coherentemente la trascendencia de estos viales en
las comunicaciones con la vertiente meridional del macizo. Sin embargo. precisamente en este
otro lado del Xiabre se localiza el valle de Caldas de Reis, villa históricamente de considerable
importancia. En este sentido, el macizo del Xiabre se yergue como una muralla que las carreteras
actuales deben bordear por el N. En consecuencia, de momento como hipótesis de trabajo,
es viable pensar que antaño las comunicaciones entre Catoria y Caldas de Reis se
verificasen, entre otras posibles alternativas, a través de esta serranía. El santuario de San Cipriano se situaría, en fin, en
un punto de este itinerario. Si ello es cierto, queda por aclarar la relación del santuario con
las comunicaciones entre el valle del Umia y del Bermaña a través del Xiabre. La idónea acotación de
esta idea nos obliga a abordar el tema desde otra perspectiva.
El emplazamiento de esta ermita presenta una problemática común a otros santuarios gallegos
que ya hemos citado más arriba: su situación en un lugar alejado considerablemente de los núcleos
de población tradicionales. A esta circunstancia debemos añadir la advocación de su titular.
en efecto, se pueden citar no pocas capillas dedicadas al culto a San Cipriano
localizadas en parajes remotos. Esta eventualidad no pasó desapercibida a la investigación
etnográfica, la cual buscó una expllicación, para ésta y otras advocaciones, generalmente
especulando con la supuesta cristianización de antiguos lugares de culto. Esta formulación se basaba
en vagos testimonios literarios, pero nunca se ha podido aportar las pruebas incontestables en favor de
tal expectativa.
se admite que el culto a San Cipriano, junto a los dispensados a otros santos como
Santa Trega (Santa Tecla), San Mamede, etc., fueron implantados en el curso de la evangelización inicial del territorio gallego. Esta actividad,
por lo que se sabe con referencia a áreas cercanas, fue conducida por pequeñas comunidades de ascetas, cenobitas y anacoretas en la
transición de la Antigüedad Tardía y la Plana Edad Media. Es sobradamente conocida
la preferencia de estas comunidades en la elección de sus sedes espirituales de lugares
recónditos, distantes de las aldeas y villas. Será
esta una línea seguida posteriormente durante la reforma benidictina. en ocasiones
ha sido posible comprobar cómo en los lugares donde antaño había existido vida eremítica
con posterioridad se levantó una ermita.
De todos modos, ignoramos en que medida se puede aplicar esta norma al presente santuario de
San Cipriano de Catoira. Sin embargo, recientemente B. Álvarez Díez al ocuparse de las
manifestaciones monacales de los Montes Padorninos, macizo montañoso situado al norte
de la provincia de León, a unos 40 Km. al NO. de la capital (véase su página web
El camino de los frailes)
estudia exhaustivamente viejos caminos medievales que recorrían estas montañas, cuyo itinerario estaba jalonado
de monasterios, algunos de los caules fueran sustituidos actualmente por ermitas bajo
diversas advocaciones. Estos antiguos cenobios, estaban enclavados en parajes extremadamente
distantes de los núcleos de población históricos, pero indefectiblemente, fueran establecidos
siguiendo el trazado de los caminos. El autor explica la existencia de estos monasterios en
puntos intermedios del itinerario como escalas para el refugio de los transeuntes. De hecho, la separación
de un cenobio al siguiente parece no superar la necesitada para una jornada completa de marcha.
Volviendo al santuario de San Cipriano de Catoira, y a la luz de esta importante conclusión,
tal vez, esta ermita sea el testimonio de algún cenobio implantado en una loca deserta,
pero a la vera de un vial de comunicación entre Catoira y Caldas de Reis, quizás utilizado
entre otros usos como lugar de reposo y auxilio de caminantes Por lo tanto
las concomitancias entre este santuario y el de la Virgen del Camino de Freixo (Crecente),
parecen ser muy similares.
Otro aspecto interesante de este santuario lo constituye el cruceiro colocado delante
de la capilla. La asociación entre cruceiros y capillas ya se ha estudiado detenidamente
en
Santo Antón de Cerdedo
. Allí, al igual que acontece en San Cibrán, vemos uno de estos monumentos ubicado ante
la ermita. En realidad, el cruceiro de San Cibrán está ligeramente desviado de la puerta
principal, pero se percibe con total claridad que su instalación perseguía el hacerse evidente
en el entorno del santuario, entendido éste como el conjunto conformado por la ermita y
el torreiro (recinto de fiestas). Se observa perfectamente la intencionalidad de
presidencia de la carballeira, al estar instalado en un punto elevado del terreno.
Por lo tanto, nuevamente estamos ante un caso de cruceiro cuyo emplazamiento nada tiene que
ver con las encrucijadas, tan queridas por la fantasía de la investigación etnográfica tradicional
gallega. Una vez más se aprecia una vinculación a un recinto religioso de este tipo de
obras del arte popular.
Desde el punto de vista iconográfico, no consta una especial variación respecto a lo
que suele ser frecuente en la imaginería propia de los cruceiros: Cristo crucificado y ya muerto
es lo normal, como también lo es la Piedad, uno de los modelos iconográficos más socorridos
junto a la Inmaculada Concepción y a la Dolorosa. No queremos, empero, dejar pasar la
ocasión de ensayar un breve comentario acerca de la Piedad labrada en este cruceiro.
Vemos en esta imagen a la Virgen sedente sosteniendo en su regazo el cuerpo sin vida
del Hijo. Sin embargo, este Cristo ostenta una fisonomía proporcional muy deficiente,
lo cual se traduce claramente en la representación de un tipo de menor estatura y
complexión que el ofrecido por la Madre. El insigne Castelao al ocuparse de este asunto,
visible asimismo en otros cruceiros, indicó que tal esquema era el fruto de una interpretación
artística subjetiva de este tema iconográfico: el artista pretendió mostranos a Cristo con cuerpo
adulto, como no podía ser de otro modo, pero en relación con la Madre, como un niño,
es decir, de menor tamaño, expresando así el inquebrantable amor maternal hacia su
prole.
Esta hipótesis nos parece, sin embargo muy artificiosa, y probablemente inexacta. Nosotros
preferimos mejor pensar en las dificultades técnicas que entraña plasmar una visión fidedigna de
este tema, y a la vez estética de una mujer sosteniendo sobre sus piernas el cuerpo adulto de un
hijo muerto. Esta composición iconográfica es más artística que posible en la realidad, pues
presenta problemas tácnicos insolubles
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