La Capilla de Santa Cristina se localiza en el barrio del mismo nombre,
entidad actualmente dependiente de la parroquia de Santo Domingo de Ribadavia, perteneciente al municipio de Ribadavia (Ourense). Sin embargo, tiempos atrás esta aldea estaba incluida en la feligresía de Sta. María de Castrelo (Castrelo do Miño), cuyo centro parroquial se encontraba al otro lado del Río Miño. Esta circunstancia fue la que motivó la peculiaridad etnográfica que nos pareció lo suficientemente interesante como para elaborar este breve estudio.
El barrio de Santa Cristina se encuentra en la ladera de naciente de los Montes da Foz,
macizo que separa los cursos de los ríos Avia y Miño, inmediatamente antes de su confluencia. A
los pies de esta aldea se desplaza encajonado en una profunda garganta el Miño, pudiéndose con templar hacia el E. Castrelo de Miño, destacándose fácilmente la parroquial de Sta. María cuya iglesia se emplaza en una alta prominencia.
La capilla está compuesta por dos unidades perfectamente diferenciadas. El edificio
propiamente religioso es una modesta construcción de unos 11,5 m. de longitud por 7 m. de
anchura, de una sola nave, y sin altar mayor diferenciado en planta, longitudinalmente orientada con la puerta principal hacia naciente, y cubierta con techumbre a dos aguas bajo armazón de madera. Posee una sencilla puerta principal y un vano lateral para iluminación de la zona del altar. En el interior, muestra una capilla-hornacina bajo arco semicircular en el testero, una pila de agua bendita empotrada en el paramento, y algún cajón, también practicado en el muro. Hemos podido observar que antaño se realizaron inhumaciones bajo las losas del suelo, pues algunas presentaban las típicas ranuras para ser levantadas. Por último, sobre la fachada, se colocó una sencilla espadaña. En líneas generales, la fábrica es de sillares de excelente calidad, y la fábrica de la obra, en su estado actual, la adscribimos a época barroca, durante los siglos XVII ó XVIII.
Por el S. se encuentra adosado al edificio de la capilla un recinto cerrado delimitado por un muro continuo, construido con bloques de sillarejo, ya muy deteriorado, con algunos derrumbes, pero el cual debió mantener una altura de unos 1,8 m. A este recinto se accedía por una entrada situada en el tramo O., junto a la pared de la capilla, contando contó con una puerta tiempos atrás. La antigüedad de esta obra no es fácil de establecer, pero una vez examinada la técnica de talla de los bloques, la pátina, así como la tipología de los mismos, creemos admisible suponer una cronología de mayor reciedumbre que la capilla, concretamente, tal vez, adscrita al siglo XIX. En consecuencia, esta unidad, aún estando adosada a la capilla, su construcción se realizó, más tarde que la capilla.
El interés etnográfico de este santuario radica precisamente en esta unidad anexa, la cual
tras un detenido examen nos pareció tratarse de un espacio reservado para enterramientos, pues, al percatarnos de que no parecía haber estado nunca cubierto, no veíamos cuál otro podía ser su
sentido. De todos modos, vimos en él una curiosa peculiaridad, para la cual no conocíamos paralelos tan bien definidos. Esta circunstancia quedó corroborada con las informaciones que nos suministraron algunos vecinos del lugar con los que tuvimos oportunidad de conversar.
Según nos relataron, esta construcción anexa era usada antiguamente para cementerio. Como
ya hemos mencionado más arriba, históricamente la aldea de Sta. Cristina pertenecía a la feligresía de Sta. María de Castrelo. El único modo de desplazarse hasta la iglesia parroquial era bajando a la garganta por la que discurre el Río Miño, y cruzarlo mediante una barca o una pasarda(sic). Pero durante los inviernos, cuando el río bajaba muy alto, el paso se hacía prácticamente imposible, y las comunicaciones quedaban pasajeramente interrumpidas. En consecuencia, si en tal momento se producía una defunción en el aldea, ante la eventualidad fluvial, no quedaba otra alternativa que llevar a cabo la inhumación en el recinto anexo de la capilla.
De esta explicación se desprende que la utilización de esta necrópolis era en cierto modo
excepcional, y que no todos los fallecidos de la aldea de Sta. Cristina descansan en este lugar.
A falta de un estudio documental más detallado, nos preguntamos desde qué época se verificaron
enterramientos en este cementerio, pues como vimos, a juzgar por la calidad material de los muros, esta construcción no parece poderse remontar a más de dos siglos, si bien reconocemos que tampoco este dato permite una acotación cronológica tan precisa como desearíamos. Sea como fuere, creemos viable suponer una edificación en la cronología propuesta hipotéticamente en base a ciertas normas observables en otros lugares. En la descripción de la capilla hemos mencionado el hecho de haberse producido inhumaciones en su interior. Fue ésta una costumbre practicada en las iglesias parroquiales antiguamente. Pero desde el siglo XIX, para los enterramientos se comenzaron a usar más decididamente los atrios. Siguiendo este criterio, las cronologías estimadas para las dos parcelas de Santa Cristina, se ajustan perfectamente a nuestra previsiones.
Otro aspecto del tema lo constituye lo aparentemente excepcional del uso del espacio de una capilla como cementerio. En Galicia, lo normal, tal cómo nos ha llegado a la actualidad, fue que los cementerios se enclavasen en torno a la iglesia parroquial, en su mismo atrio, al menos desde el siglo XIX, como ya hemos mencionado. La iglesia parroquial representa para el rural gallego un verdadero epicentro social, alrededor del cual giraban los momentos más importantes de la vida de las personas vecinas de una misma parroquia. Efectivamente, los nacidos dentro del mismo territorio de la feligresía eran bautizados en la pila de la iglesia matriz, y allí estaría reservado un lugar para el descanso eterno. Asimismo, los asuntos públicos comunes a los feligreses se discutían en el atrio de la iglesia. El día más emotivo de la vida parroquial, era la conmemoración de la festividad de Todos los Santos, pues aquí se congregaba todo el vecindario para durante muchas horas nocturnas hacerse acompañar de los parientes, amigos y vecinos ya fallecidos. Era la parroquia de los vivos y de los muertos, acto social de gran fuerza centrífuga. Todos estos hechos, y otros más no aludidos, conducían a una acentuada solidaridad parroquial de corte sentimental: los individuos vecinos de una misma parroquia se sentían como integrantes de una entidad común que les superaba y a la que se veían obligados.
Es por esta razón, por lo que al enfrentarnos con un centro religioso secundario dentro de una misma parroquia, sea éste una capilla donde celebran la misa doninical los habitantes de una determinada aldea, o como es el caso de Santa Cristina, donde incluso, algunos individuos, y en supuestos excepcionales, recibían sepultura, no por menos debe llamarnos la atención tal rareza, pues parece atentar contra la sacrosanta institución de la parroquia gallega. Sin embargo, un análisis más detallado de numerosas noticias etnográficas e históricas nos revelará, que la circunstancia, aúnque muy rara, se puede documentar en no pocas ocasiones. Por su importancia, este tema merece un estudio más completo, en la línea de arrojar más luz sobre la evolución de las parroquias gallegas siglos atrás. De momento nos vamos a limitar a mostrar algunos datos acerca de este asunto, para lo cual utilizaremos algunos trabajos específicos ya publicados. Sí mencionar ahora que los fundadores privados de capillas eran muchas veces sepultados en el interior de esas capillas patrimoniales. Sin embargo, la norma para el estado llano era muy distinta.
Comenzaremos la disgresión ilustrativa sobre este tema por el estudio de la documentación aportada por el Padre D. Mariano Piñeiro Groba relativo a ciertas viscisitudes religiosas acaecidas durante el siglo XVII en la naciente villa de Ponteareas, recogidas en su libro impreso en 1941 Puenteareas. Datos históricos, notas y apuntes para el estudio de la etimología de los nombres de las parroquias, barrios y otros lugares del distrito.
Según relata este escritor la villa de Ponteareas a comienzos del siglo XVII dependía eclesiásticamente de la feligresía de San Miguel dos Canedos. Posteriormente esta iglesia sufrió diversos avatares, y parece ser que se optó por trasladar los oficios a la iglesia de San Vicenzo dos Canedos, anexa y cercana a la anterior. En 1650 se comenta que como los habitantes de Ponteareas y de otros lugares concurren a la misa de esta iglesia, el edificio no disponía de capacidad para albergar a todos los feligreses, llegándo incluso a producirse tensiones y pendencias entre los asistentes, por lo que se ordena que aquéllos contribuyan a la ampliación de la iglesia, o si no, que vayan a la iglesia de San Miguel, de donde son vecinos.
Sea como fuere, el hecho es que las iglesias tanto de San Miguel como de San Vicenzo, además de reducidas distaban mucho de la naciente villa, por lo que sus habitantes preferían celebrar la misa dominical en la vecina iglesia de Sta. María de Areas, por lo que el obispado de Tui ordena que se haga un recuento de todos los que no acuden a la iglesia matriz, y los que no quieran ir a ésta, traigan cédula de donde oen misa. Obsérvese en esta referencia de corte ordenancista que la concurrencia a la iglesia parroquial, más que un acto de devoción, o de solidaridad parroquial, era una obligación. Da incluso la impresión de que el sentimiento centrífugo que en la actualidad apreciamos entre los residentes de una misma parroquia, era por entonces, una circunstancia un tanto relativa.
Las exigencias del obispado para que se amplíe la iglesia de San Vicenzo se repiten insistentemente en los años siguientes. Sin embargo, en 1659 el párroco solicita licencia para la bendición y habilitación de la capilla de San Gregorio. Esta capilla, ya desaparecida, había sido erigida en las proximidades de Ponteareas. En efecto, también Santa María de Areas quedaba bastante lejos, por lo que se optó por levantar un edificio religioso en el mismo núcleo de la aldea. No obstante, aún había que optener autorización para celebrar misas en esta nueva iglesia. Más adelante ya se considera San Gregorio como un anexo.
En el mismo año de 1659, el párroco de San Miguel se dirige al obispado con la siguiente petición: (...)que en la villa de puenteareas jurisdicción y distrito de dha. frª digo concurre de ordinario muchísima cantidad de soldados enfermos por ser dicha parte por donde caminan y en ella se mueren y tanta forma que por ser en muchísimo número no ay en donde sepultar que ya no caven en la iglesia de dha. frª ni en el adrio della y al depresente se allan muchos enfermos apeligro de muerte. Y digo que la Hermita del Glorioso san Gregorio tiene CaPacidad por tener mas de cincuenta sepulturas (...) para que la pueda bendicir y echo esto sepultar en ella dhos soldados. Este documento es sumamente interesante: vemos como se otorga preferencia a la inhumación dentro de la iglesia, pero de no ser esto posible, por la inesperada frecuencia de los fallecimientos, se utiliza entonces el atrio. Si bien esta solución semeja ser excepcional y secundaria. Curiosamente el obispado responde favorablemente, dando autorización no sólo para que sea bendecida, sino también para que en ella se verifiquen inhumaciones de los difuntos de la misma feligresía (no sólo de soldados transeuntes), dado que en la iglesia ni adrio della no ay lugar desocupados pª poderlos enterrar. La bendición de la capilla de San Gregorio se llevó a cabo el 27 de Febrero de 1659.
Sin embargo, hasta 1777 no se bautizará en dicha capilla. Es decir, ciento dieciocho años después de su bendición y habilitación como necrópolis de validez parroquial, y a causa de encontrarse la iglesia de San Miguel en mal estado y amenazar ruina. El 2 de Diciembre de este año en la visita episcopal, D. Domingo Fernández Angulo ordena y manda S. S. I. que en siguiente día dho abad (...) u otro cualquier sacerdote celebrando Misa, consuma todas la partículas o sagradas formas, y de hecho se cierre la expresada iglesia (...) y se habilite la capilla de S. Gregorio sita en el campo de la feria de la villa de Puenteareas (...). se expresa además que como en días de mercado y ferias el bullicio llegaba hasta el mismo santuario, manda que se la dote de un atrio reservado, para lo cual el párroco debía ponerse de acuerdo con los justicias de la villa.
De la reflexión sobre estas fuentes documentales se desprende que el paso de una simple capilla al estatus de iglesia parroquial era un proceso muy lento, y que las razones derivadas de la distancia de una determinada aldea respecto a la iglesia matriz no se ponderaba como suficiente motivo para promover una segregación.
En la misma línea encontramos el caso de Chandebrito (Nigrán), cuya separación de la parroquia de Santa Baia de Camos en la que estaba integrada fue también muy costosa y enrevesada, aún a pesar de que la distancia de las entidades de Chan de Brito, Pracíns, Rozadas y Tomadas, aldeas situadas en la serranía, no solamente distaban considerablemente de la iglesia parroquial, sino que también, las comunicaciones no eran fáciles. El proceso de separación de Camos y la constitución de esta nueva parroquia con las aldeas citadas ha sido recientemente estudiado con mucho detalle por J. Bernardino Costas y X. Groba en la obra Historia de Chandebrito, publicada en 1997 por el Ayuntamiento de Nigrán.
Las condiciones topográficas que determinan la empresa en pro de la fundación de esta nueva entidad parroquial afloran en la documentación a partir de 1777. En los instrumentos de años sucesivos se insiste repetidamente en el evidente alejamiento físico y las malas condiciones de los caminos lo cual influye en cierta deficiencia en el servicio pastoral dispensado a estos vecinos. Se menciona incluso la circunstancia de que el camino pasaba por un riachuelo, salvado sí por una pontella, la cual era insuficiente en tiempos de crecidas. Entonces los habitantes de la sierra dejaban de acudir a los oficios religiosos, pero lo peor de todo, era que muchos no recibían los sacramentos en caso de necesidad urgente. sin embargo, a diferencia de la Santa Cristina de Ribadavia, no se alude a ninguna necrópolis auxiliar, ni siquiera a una capilla que suplementase a la iglesia parroquial durante estas eventualidades. La oposición del párroco de Sta. Baia de Camos, y del señor jurisdiccional es muy fuerte, pero en 1784 se contrata la construcción de la iglesia para Chandebrito, obra que se acaba al año siguiente, en 1786, la nueva iglesia es bendecida como anexa interina de Sta. Baia, y ya en 1788 es erigida definitivamente como iglesia parroquial de Sn. Xosé de Chandebrito. De todos modos, aún a comienzos del siglo XIX estaba sin resolver la cuestión jurídica de la segregación.
La problemática de estas aldeas, sean la de Sta. Cristina, la de Ponteareas, o la ahora citada de Chandebrito es común a otros muchos lugares. Los territorios de las parroquias son en casos excesivamente extensos, abarcando dominios topográficos a veces dispares, y englobando núcleos poblacionales muy alejados de la iglesia parroquial, como vimos, centro social por antonomasia de la parroquia rural. Las incontables molestias de estos vecinos para acudir, recordemos obligatoriamente, a la matriz, forzosamente debían fomentar la idea de algún tipo de independencia religiosa. El problema de esta tentativa, es que ello llevaba implícito una nueva demarcación territorial en el seno de la antigua feligresía, y en términos prácticos conducía a una merma en los ingresos de los párrocos, pero además, también en el disfrute de las producciones de los montes comunales por los demás vecinos. Vemos que muchas de estas aldeas se dotaron con alguna capilla, enclavada en el centro de la misma aldea, y de muchas de ellas hemos recogido vagas tradiciones orales de que antaño allí se inhumaba difuntos de la aldea, aunque a la luz de los datos que ahora presentamos, debía tratarse dee supuestos muy excepcionales.
En fin, ya para acabar, creemos que la capilla de Santa Cristina de Ribadavia merece una investigación documental de la cual estamos seguros que se desprenderán interesantes conclusiones para permitirnos comprender mejor la vida y la evolución institucional de las parroquias gallegas.
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