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El pazo de los marqueses de Guimarei (A Estrada)
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El pazo de los marqueses de Guimarei (A Estrada)




En el lugar de A Torre, en la parroquia de Guimarei (A Estrada) se encuentra el pazo originario del solar del Señorío de Guimarei, el cual andando el tiempo daría nombre a un marquesado. A pesar de tan brillante pasado, uno podría sentir cierta sorpresa al acercarse a contemplar esta residencia, pues salta perfectamente a la vista una obvia desproporción entre tan glorioso título nobiliario y el referente monumental que lo respalda. De todos modos todo tiene su explicación. Además, desde un punto de vista cultural, la importancia de este pazo es indudable si sabemos apreciar en el su peculiaridad arquitectónica.

Guimarei se localiza a un par de kilómetros al SE. de la capital municipal de A Estrada. Su territorio es bastante uniforme, de tendencia claramente ondulada, y sin acusados desniveles, El aspecto es el de una verde y extensa campiña de dilatados horizontes, como es típico en esta comarca.

El pazo en cuestión, se sitúa cercano al lugar de A Torre de esa parroquia, pero apartado en medio de una gran pradería, instalado en el borde de un plano dominante. El pazo está integrado actualmente por cuatro edificaciones distribuídas alrededor de un gran patio cercado. A este recinto se accede a través de una sencilla portalada bajo arco semicircular. Una vez traspasada la entrada vemos al fondo, al S., el edificio del pazo, hacia el SE., junto al anterior la torre medieval, y a nuestra izquierda, a escasos metros del acceso principal, haciendo pared con el vallado las caballerizas. Aspecto 
general del pazo desde el S. En total, este recinto delantero, de trazado rectangular irregular mide unos 80 x 50 m. La vivienda señorial es de planta baja, de unos 34 x 16 m. Se dispone longitudinalemente de E. a O. y se articula en tres sectores: un cuerpo principal alargado, y dos alas laterales proyectadas hacia adelante. Cuando lo visitamos estaba cerrado, por lo que de su interior podemos decir es a partir de observaciones que hemos realizado hace ya muchos años. La entrada a la vivienda se encuentra en el centro de la fachada seoptentrional. Una vez pasada esta puerta entramos a un vestíbulo que comunica directamente con la parte trasera del pazo. A través de este vestíbulo se accede a las diversas dependencias, ordenadas en tres sectores longitudinales separadas por un pasillo. Todo el extremo meridional del pazo estaba dedicado a establos para el ganado. Tal como se deduce de la existencia de una alta chimenea y el horno sobresaliente, la cocina se encontraba en el ala O.

En líneas generales este pazo es muy parco en materia decorativa. Aparte del escudo nobiliario, sólamente cabe mencionar los vanos con recercados y los sillares almohadillados de los esquinales. Sobre la puerta principal, flanqueada por dos columnillas consta una piedra de armas cuartelada en cruz bajo timbre con corona de marqués. En el cantón diestro vemos tres bandas diagonales delimitadas hcia el interior por una banda en escuadro con la leyenda VILLAR repetida dos veces. El cantón siniestro ostenta las cinco cabezas de lobo de los Mosquera. En el cantón diestro de la punta hay lo que parece ser un león rampante, mientras por último, en el cantón sinestro de la punta hay trece roeles.

De esta construcción, que fue levantada en un momento avnazado del siglo XVIII, es interesante señalar el interés de sus constructores por dotarla de un elevado número de ventanas y puertas que prácticamente rasgan la totalidad de su perímetro. Por ejemplo, la pared trasera que da a los establos cuenta con cuatro puertas y tres ventanas. Pero, sin lugar a dudas, lo más sorprendente es el tipo de material empleado en la construcción de tabiques y techumbre. En efecto, no deja de llamar la atención que tanto el techo bajo el tejado como las divisiones de las dependencias interiores estén construídas a base de largos sillares de piedra. Dos notas saltan a la vista ante tal solución arquitectónica: primero, el aspecto de verdadera fortaleza, pero asimismo, lo frío y húmedo que debía de ser en invierno esta vivienda.

A escasos metros hacia el E. sobre una pequeña prominencia rocosa de unos 7 x 15 m. elevada unos 5 m. sobre el entorno vemos la conocida torre medieval. Esta torre es prácticamente cuadrada, de 6.6 m. de lado, poseyendo sus muros un grosor de 1,4 m. Su altura es aproximadamente de unos 10 m. Por dibujos antiguos sabemos que disponía de tejado a varias aguas defendido por un petril, y de las esquinas se proyectaban cañones de desagüe (todavía queda algo de estos elementos). Esta torre está construida en buena sillería que por su tipo la podemos datar hacia fines de la Edad Media. La torre 
medieval vista desde el NE. La torre contaba con tres plantas sobradas. La puerta de entrada estaba en el muro E. situada a 1,5 m. del suelo, bajo arco semicircular adovelado. La segunda planta se situaba justo por encima del nivel de la puerta, y no tenía ventanas. La tercera planta sí disponía de grandes vanos rectangulares, uno sobre la puerta y otro hacia el N. Según se aprecia por las señales dejadas a media altura en los muros externos, adosadas a esta torre había por sus caras N. y E. varias dependencias con tejados a una y a dos aguas que debían conformar una residencia señorial, de la cual aquélla formaba parte. El carácter defensivo de esta torre es evidente, pero se hecha en falta la existencia de otras medidas defensivas como saeteras en las plantas inferiores. Incluso, el grosor de sus muros dfícilmente puede hacernos concebir una altura mucho más desarrrollada de la que muestra actualmente. Nos da la impresión que más que una torre de un verdadero castillo, parece ser una unidad defensiva de una vivienda, En otras palabras, una casa-torre o una casa fuerte de las que proliferaron en época medieval, del tipo de la ya examinada en A Candaira (Rebordaos, O Saviñao), o también como la Torre de Marce (Vilar de Ortelle, Pantón). Al menos, esto es lo que podemos deducir del análisis de lo que vemos hoy, si bien, como tendremos ocasión de comprobar a continuación, hay testimonios antiguos que citan la existencia de una verdadera fortificación.

El pazo se complementa con una palleira situada en la parte posterior, junto al cuerpo principal, hacia el SO. Se trata de una construcción de planta rectangular de unos 25 x 7,5 m., alta, y cubierta con tejado a dos aguas. Todo el frente E. no contaba con muro, a excepción de un petril bajo, resolviéndose su cerramiento por un entablillado de listones verticales muy próximos entre sí y ligeramente separados, cuya misión era la de permitir la ventilación . La función de las palleiras era la de servir de almacén de paja, aperos y otros enseres y productos en las explotaciones agrícolas rurales. Por último cabe mencionar la existencia de una caballeriza junto a la entrada principal del pazo. Es éste un edificio de planta baja de unos 20 x 7,5 m.

Ya lo adolentábamos en la introcucción de este artículo: en cierto modo decepciona que la cabecera de un célebre y glorioso marquesado tenga en apariencia tan modesta traducción arquitectónica, sobre todo si se piensa que abundan imponentes pazos de mucho más porte que éste de Guimarei, y sin embargo, no haya salido de su linaje nigún título nobiliario de relieve. Sin embargo, el que esté familiarizado con este tema sabe que estas concesiones se fraguaban en la corte de Madrid, y que muchas veces nada tenían que ver con la potencia económica de sus promotores, y sí más bien con intrigas y maniobras en la corte, servicios prestados a la Corona, o incluso, por la simple compra del título. El referente solariego, tampoco nada tiene de especial, pues generalmente estos aristócratas percibían ingresos de rentas jusridiccionales dispersas, de las que eras absentistas, y que tan sólo recordaban por hacerlas valer en sus apellidos o en la mención de sus señoríos que acompañaban a sus nombres.

Desde luego este pazo no excede arquitectónicamente a muchas casas grandes de campesinos ricos. De hecho, como veíamos en la descripción, el calco de una casa de labranza gallega típica es absoluto. Nos preguntamos si en realidad, más que una residencia de hidalgos no sería la de una persona encargada de la administración de la hacienda señorial.

Sin embargo, de mucho mayor interés es la concepción arquitectónica de este modesto pazo tal como nos ha llegado a nuestros días. La conservación de la torre medieval no deja de ser un hecho curioso, sobre todo si se tiene en cuenta que no fue incorporada al cuerpo de la residencia en sí. Podríamos pensar que los promotores del pazo en el siglo XVIII quisieron conservar esta reliquia del pasado, símbolo de la grandeza del origen de su linaje. Sin embargo, ya hemos visto, que al menos tal como la examinamos ahora, difícilmente se puede asociar con la torre de homenaje de un supuesto castillo, y sí más bien como una torre defensiva de una residencia rural. Cabría entonces aducir que la torre se conservó como una prevención defensiva, y creemos, que a parte de consideraciones sentimentales y de prestigio, este fue el motivo básico para que no fuese derribada. Ponemos en relación esta hipótesis con la particularidad constructiva del pazo, cuyos tabiques y techos son de piedra, circunstancia verdaderamente inusual, e incluso poco adecuada para nuestro clima, sobre todo en los duros inviernos, y además muy grave en un medio húmedo como es el de su ubicación en medio de una extensa pradería.

Está claro que para una época como la del siglo XVIII, pensar en medidas defensivas destinadas a repeler ataques militares organizados es sin dudas una reflexión extemporánea. Sin embargo, el hecho de que muchos pazos construídos en este mismo siglo cuenten con troneras, garitas, y otras medidas de prevención nos sugiere que algún tipo de inseguridad debía amenazar el mundo rural gallego. Para una mayor ilustración de este tema recomendamos la obra de R. Otero Pedrayo Os camiños da vida. Nos cuenta Don Ramón en este libro el terror que corría por los moradores de los pazos cuando llegaba la noche, y más cuando alguien llamaba al portal a altas horas. Rápidamente se echaba manos a todo tipo de armas y se soltaba a los perros. Tal era el temor a los ladrones.

Los pazos gallegos no sólo eran la residencia de la hidalguía rural, Eran también centros de explotación agrícola de las inmensas tierras que los circundaban y que generalmente poseían. Pero además, sus poseedores eran los receptores de incalculables rentas, tanto en especie como en dinero provenientes del cobro de derechos de un sinfín de parcelas desperdigadas por el territorio. En consecuencia, en el pazo se acumulaban grandes riquezas, que evidentemente podían ser apetecidas por pequeñas bandas de personas marginales o empobrecidas, y claro está, exigía dotarlas de cierta protección, sobre todo, si como en el caso de Guimarei, estamos ante un pazo de planta baja.

En el año de 1716 Felipe V concedía a don Antonio Miguel Mosquera y Villar, Pimentel y Sarmiento de Meira, señor de la Casa y Jurisdicción de Vilar de Paio Muñiz y Casa de Guimarei el título de Marqués de Guimarei. El escudo de armas de este marquesado es el siguiente: en campo de plata cinco cabezas de lobo de sable lampdas de gules puestas en sotuer, y timbre con corona de marqués. Sin embargo, el escudo instalado en el pazo, como ya hemos visto es mucho más complejo. Se distinguen perfectamente los distintivos de los Mosquera del Vilar de Paio Muñiz en los cuarteles del jefe diestro y siniestro. Pero en el cuartel sineistro de la punta vemos los trece roeles aparentemente de los Sarmiento, y por último en el cuartel diestro de la punta hay un león rampante cuyo apellido no hemos identificado con claridad.

Sobre el linaje que en época medieval poseyó este lugar, muy poco es lo que se puede decir con seguridad. El padre Fr. Felipe de la Gándara liga su posesión a los Mosquera del Vilar de Paio Muñiz (esta localidad corresponde a Sta. María da Merca, al sur de Ourense). Así al menos era a mediados del siglo XVII, cuyo señor era don Melchor Mosquera Villar y Pimentel. También indica que el escudo de armas de los Mosquera es el mismo que el de los señores de Lodoira en tierras de Mexía, por lo que los hace provenir de un mismo tronco. Más datos para no aclarar nada son los referidos a que el apellido Mosquera procede de los Moscoso de Altamira. En fin, nos hemos limitado a citar algunos rasgos de los linajes que se relacionan con el señorío de Guimarei, dejando de un lado todo el despliegue de erudicción típica de los genealogistas, que en este caso, nada aclara.



Vigo, a 18 de Mayo del 2001




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