Jamás en la historia se habían vendido tantos libros en tan poco tiempo como los del aprendiz de brujo creado por JK Rowling, Harry Potter, que ha batido récords de ventas. 80 millones de niños de todo el mundo siguen sus aventuras.
Las cifras asustan, desde al publicación del primer Harry Potter, en 1997, se ha traducido a 42 idiomas: entre ellos, el vietnamita, el búlgaro, el croata, el pakistaní, el chino, el húngaro, el catalán, el euskera y el latín.
Donde más libros se han vendido ha sido, con 45 millones, en Estados Unidos. El 8 de julio fue la fecha elegida para el lanzamiento anglosajón de la cuarta parte de la serie, titulada "Harry Potter y el cáliz de fuego", que tuvo una tirada inicial de 5,3 millones de ejemplares, con ánimo de unirse a lo otros 35 millones que sumados a las tres primeras entregas se han vendido en todo el mundo.
Pero lo más extraordinario es como ha vendido Harry Potter en países que no son de habla inglesa: en Alemania ya se han vendido 11 millones de libros, mas que en el propio Reino Unido; en Francia, 2,5 millones; en Argentina y Chile Harry llegó al número uno en ventas, y en España, donde la editorial Salamandra lanzó el cuarto libro el 9 de marzo, los primeros tres han vendido casi 600.000.
Puesto que cada nuevo título avanza un año en la vida del héroe y está prevista que al historia culmine con su graduación en Hogwarts a los 17, los tres capítulos restantes podrían acabar conformando unos recuentos de escándalo.
Este fenómeno no se había producido jamás en la Literatura Infantil y Juvenil, pero ahí está la escritora inglesa JK Rowling que ha cautivado a todos con un arte que muchos tratan de explicarse, un best-seller que no ha dejado indiferente a nadie.
La historia de la autora es casi tan buena como la de Harry Potter. Sabemos que estaba en paro, empezó a escribir para entretenerse. Sola con un bebé de tres meses en una cafetería de Edimburgo, tomando café y fumando sin cesar. El agente literario Christopher Little lee su historia y se entusiasma. Lo demás es historia, Rowling acaba ganando más dinero que las Spice Girls y Bloombsbury.
Pero quizás lo más audaz que haya hecho en su vida esta escritora haya sido negarse a que Steven Spielberg dirigiese la versión cinematográfica del primero de los cuatro best-sellers que Rowling ha publicado, "Harry Potter y la piedra filosofal". Se horrorizó cuando vio lo que pensaba hacer el cineasta norteamericano con su obra.
La idea férrea de Spielberg era transferir el mundo de Harry Potter a su país, era convertir a Harry y a sus compañeros en niños americanos. Para Rowling que se relaciona con sus creaciones como si fuesen su familia someterse al plan de Spielberg hubiera sido traicionarse a si misma.
Rowling no iba a comprometer sus principios para adaptarse al mercado norteamericano. Es por eso que cuando sus editores americanos le han propuesto agregar algún niños estadounidense a su elenco de protagonistas ella les dice que no. Cuando The New York Times le preguntó el año pasado por qué teniendo en cuenta que vendía muchísimos más libros en Estados Unidos que en cualquier otro país_ no se inventaba un personaje americano, ella contestó que se consideraba muy británica y que ni se les ocurriera que iba aparecer de repente "un alumno de intercambio americano en Howgarts".
Lo que intriga es cómo un libro o una serie de libros tan clara y exclusivamente inglés ha triunfado de este modo en todo el mundo y se haya convertido en lectura obligatoria y compulsiva para un niño de Manchester, como para un niño de Stutgart, París, Budapest o Hanoi.
El mundo de Harry Potter es profundamente inglés sus referencia culturales son inglesas el contexto geográfico y literario de los libros es ingles y el lenguaje del protagonista y de sus amigos es el lenguaje de los niños ingleses, y no el que utilizan los niños en EE.UU.
¿En que sentido es tan inglés? En varios. En el hecho, para empezar, de que en la primera página del primer libro aprendemos que en una familia llamada Dursley vive en el número 4 de Privet Drive, una casa con jardín y con una valla que los separa de los vecinos. Lo cual fija en la cabeza del lector inglés una imagen exacta del tipo de barrio y de gente que se retrata. El lector vietnamita o indonesio, en cambio, debe estar tan confuso que lo extraño es que no abandone el libro inmediatamente.
Pero eso es lo de menos. Lo más puramente inglés de Harry Potter es el entorno en el que transcurre: un colegio interno en las profundidades de la campiña inglesa cuyas costumbres y reglas son instantáneamente reconocibles, en mayor o menor medida para todos los niños ingleses. Porque existe una larga tradición en Inglaterra de libros juveniles, o de películas o series de televisión, cuya narrativa se lleva a cabo en un colegio interno. Es decir que cuando una madre abandona a su hijo de 10 u 11 años en una estación de Londres para irse solo con otros niños, todos uniformados, en tren a un colegio que la madre nunca ha visto, para el joven lector inglés esto no tiene nada de extraño; ni tampoco que exista una categoría de alumnos que se llamen prefectos, cuya misión consiste en imponer disciplina a los más pequeños; ni que, al llegar, cada niño sea asignado a su casa, una especie de tribu a la que pertenecerá por el resto de sus días escolares, y que su casa, que en el caso de Harry tendrá un nombre despiadadamente inglés como Hufflepuff o Ravenclaw, competirá en deportes contra otras casas llamadas Gryfindor o Slytherin.
¿Qué significa todo esto para el niño chino, turco o tailandés? ¿Por qué le fascina tanto Harry Potter? Le fascinaría poco si no fuera por el ingrediente de desaforada fantasía que define a los libros de Rowling, que los distingue de sus antecesores en la tradición literaria inglesa. Son los hechizos, los fantasmas, las varitas mágicas, las escobas voladoras, gente que vive hasta los 665 años, las lechuzas adiestradas- todo llevado a cabo en el colegio Hogwarts" de magia y hechicería" -lo que cautiva a los niños del mundo.
Pero lo que realmente convierte a Harry Potter en una figura universal es que, a pesar del detalle de que posee facultades mágicas, es un personaje perfectamente reconocible, un niño común y corriente, delgado, con gafas, cuya manera de ser(le gustan los dulces, no le gusta estudiar...) se replica en cualquier colegio, en cualquier cultura. Y además es un huérfano, que genera simpatía en todas partes, cuyos valores los comparte, aparentemente, todo el planeta.
No es difícil comprender por qué miles de niños y niñas- y adultos- de todo el mundo siguen atentamente los progresos de Harry a través de los cursos de la famosa Escuela Hogwarts de Magia y Brujería. Jane Rowling ha creado un mundo coherente, poblado no sólo con protagonistas bien construidos, sino multitud de personajes secundarios inolvidables, como Hagrid o Nick Casi Descabezado. A los atractivos de una historia bien articulada se puede añadir el hecho de que el antagonismo entre Harry Potter y su enemigo Voldemort (y sus secuaces, como Draco Malfoy) esté basado no sólo en que Voldemort sea un malvado que quiere apoderarse de todo, sino en ideologías opuestas y de plena actualidad: Voldemort y Draco Malfoy preferirían que Hogwarts sólo admitiese alumnos de pura sangre, descendientes de antiguos linajes de magos, mientras que una de las mejores amigas de Harry, Hermione, es una bruja nacida de familia muggle (gente sin poderes), como lo fue Lily, su madre. Gran parte de la trama de Harry Potter y la cámara de los secretos, el segundo libro de la saga gira sobre esta oposición.
La habilidad de J. K. Rowling para distribuir las piezas de la partida y enseñarnos las reglas del juego garantizan un desarrollo pausado y creciente. Inventar, una sociedad mágica invisible y paralela a la sociedad real, es el gran atractivo de la saga de J. K. Rowling.
El aprendizaje de la mortalidad comienza siempre por una topología del Mal. En la caracterización de Voldemort como primera personalización del Mal, hay mucho vampiro y habitante de los cuerpos muertos. Frente a él y ocupando el lugar del Bien, el profesor Dumbledore (otro nombre en clave que sugiere "el silencio es oro") encarna un saber trascendental pero incapaz por sí solo de vencer a Voldemort.
Ahora bien, dentro del universo verdadero (el mágico), hay multitud de elementos intermedios que permiten la transición y con ello el desarrollo de Harry hacia el conocimiento de la muerte. Muchos personajes secundarios cumplen funciones de puerta, pasaje o palanca. Por ejemplo, hay niños pobres y ricos, los primeros heroicos y los segundos arrogantes (como debe ser en una fábula hondamente cristiana), pero otros niños tienen funciones específicas. La niña Hermione (la empollona en cuyo nombre resuena el dios Hermes) encarna el saber técnico y salva a Harry de la muerte gracias a esa cualidad, ya que la técnica viene aquí considerada como aliada de los humanos. Pero también el niño torpe y poco inteligente (Neville) acaba teniendo una función salvadora gracias a su entereza moral y pone de manifiesto que estamos iluminados por la luz de Lutero. Hay elegidos, sí, pero no hay victoria sin ética.
Sin embargo, el personaje secundario más interesante es Hagrid, el gigante silvestre que no pertenece a ninguno de los dos mundos y puede circular libremente por ambos.
Su grotesco amor hacia los dragones añade una nota de humor extraña a este cuento tan respetuoso con la tradición anglosajona.
En España disponemos de los libros traducidos al castellano (Emecé, ahora Salamandra) y al catalán (Empúries).
Hay aspectos de la traducción al castellano que en opinión de Marilar Aleixandre constituyen un ejemplo de la reverencia o seguidísimo con que se emprenden las traducciones del inglés, dejando sin traducir fragmentos que de esta forma resultan impenetrables para la gran mayoría de los lectores, o realizando en otros caso versiones que son meros calcos de términos o expresiones en inglés y no verdaderas traducciones. En conjunto son buenas traducciones que podrían ser mejoradas con pocas modificaciones, lo que redundaría en beneficio de sus numerosos lectores y lectoras.
En el capítulo 12 de Harry Potter y la piedra filosofal se titula "El espejo de Erise "y, cuando Harry lo encuentra puede verse una inscripción grabada sobre él"Erise stra ehru oiy ube cafru on wohsi".
Aunque Rowling no proporciona explicaciones sobre esta leyenda- esta opción de dejar algunas cosas para que los lectores las descubran por su cuenta es uno de los méritos del libro -, una persona que hable inglés puede sospechar que está escrita en la lengua de los espejos, utilizada, entre otros muchos zurdos por Lewis Carrol. Leámosla de atrás hacia delante: "ishow no tyo urfac ebu tyo urhe arts desire", es decir "I show not your face but your heart's desire". En castellano, la inscripción debería aparecer por ejemplo, como "oesed len oza roc ut edoniser tsor ut on ortseum", es decir" muestro, no tu rostro, sino de tu corazón el deseo", y en consecuencia el espejo, tanto en el título del capítulo como en el texto, ya que tiene un importante papel en la trama, debería ser el "Espejo de oesed". Dejarlo sin traducir es hurtar a los lectores parte del significado del libro, negarles la posibilidad de participar en el juego de adivinar el código empleado; la satisfacción de descubrir que un espejo habla como un verdadero espejo.
Tanto los nombres propios como las palabras han sido cuidadosamente elegidos: Rowling se preocupa por los detalles. Aunque los nombres de las cuatro casas de Hogwarts (warhog es jabalí verrugoso) no tengan una traducción directa, excepto Ravenclaw (garra de cuervo), si tienen una carga semántica determinada: Gryffindor se relaciona con griffin, el fabuloso grifo, Huffepuff, con resoplar; y la siniestra Slytherin, con sly, taimado.
Lo mismo ocurre con los nombres de los personajes y aquí la autora echa mano del latín y el francés: Albus, Minerva, para los "buenos"; Voldemort, Malfoy (que suena como foe, enemigo), para los malvados.
Manolito, un chisgarabís de nueve años con gafas de culo de vaso es la estrella que atrae fans imberbes al popular distrito madrileño de Carabanchel, ciertos niños si van a Madrid lo que le piden a sus padres no es ir al Bernabéu, ni al Prado sino que les den una vuelta por Carabanchel alto, barrio donde discurre la vida de Manolito.
Todo empezó en 1994 cuando Elvira Lindo llevó al papel la vida del que era uno más de sus personajes de guionista y actriz radiofónica.
Manolito es hijo de Manolo, un camionero "que sólo habla si gana el Real Madrid", y de Cata, ama de casa y "una experta mundial en collejas", nieto de Nicolás, un jubilado manchego que duerme con él y hermano del Imbécil, un adicto al chupete.
Gafotas es amigo del alma del Orejones López - cuya madre -" mola un pegote porque está divorciada y nunca le levanta la mano"-, eterno aspirante a novio de Susana Bragas Sucias- "lo de sus bragas es uno de los mayores enigmas de la humanidad"- y colega por si acaso de Yihad, "el chulito del barrio".
Para Elvira Lindo Manolito es su mundo infantil, dice que sería más moderno sacar a un crío solo con su padre en un adosado, pero los niños creen que Manolito tiene suerte, les gusta ese mundo cotidiano, sin prisas, les hace reflexionar, porque las cosas que le pasan a Gafotas son las cosas que le pasan a ellos.
Manolito cuenta básicamente lo que le ocurre, en casa, en el colegio, en la calle. La única reivindicación que hace Manolito es el cariño. A diferencia de otros héroes, el cuatro ojos de Carabanchel no tiene una misión, no lucha contra las fuerzas del mal, no descifra enigmas, no tiene mensaje, vive el día.
Sus armas son una labia portentosa y un sentido común impresionante, es hiperrealista, políticamente incorrecto y sobre todo exagerado.
El realismo de Manolito lleva a algunos críticos a considerar que Gafotas no es tanto u ente literario como un precoz cronista de sociedad.
Felicidad Orquín, directora de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en Madrid recuerda la controversia que despertó el año pasado la candidatura de Manolito entre 40 expertos que iban a elegir las 100 mejores obras de la Literatura Infantil del siglo XX. "Había quien consideraba que era demasiado realista, demasiado escatológico o demasiado parecido a otros clásicos infantiles, como Le Petit Nicolás".
Los niños son mucho peor hablados que Manolito y la realidad es tan necesaria para crecer como la fantasía, es un libro ambicioso que refleja un mundo, el de los niños de la clase media-baja española, que no suele salir en las obras infantiles.
No sólo es un ídolo para los niños, muchos adultos están entre sus fans.
Manolito Gafotas se vende además de en España en Francia e Italia aunque la traducción no ha sido tarea fácil.
Manolito ha conquistado Francia y especialmente a los abuelos galos, la Fundación Francesa de Gerontología ha considerado al libro como uno de los que mejor tratan la figura de los ancianos.