Félix Sautié |
A propósito del discurso de Raúl Castro (II): hay que construir el futuro sin detenernos en el tiempo
El discurso que pronunciara Raúl Castro el pasado 26 de julio en la Plaza Ignacio Agramonte de la ciudad de Camagüey en Cuba, requiere en mi opinión de más de un comentario al respecto de lo que nos plantea con vistas al futuro inmediato del proceso revolucionario cubano. Son muchos los problemas que se han venido acumulando en lo más interno de la conciencia y la memoria de nuestra población. En estas circunstancias y coyunturas, considero que el llamado que hace Raúl a identificarlos con precisión es un reto muy importante y necesario para el proceso en su conjunto.
Por otra parte, tengo conciencia de que este planteamiento debe mantener muy preocupados a los que durante años han vivido a la sombra del triunfalismo y del paternalismo, o bien a expensas de un enfrentamiento ciego a ultranza repitiendo sus propias versiones polarizadas. A todos estos sectores por denominarlos de alguna manera, se les ha movido el piso, porque Raúl, se ha caracterizado por sus métodos organizativos y por la forma sistemática con que trabaja. Yo modestamente, y sé que soy en definitiva una persona más dentro del país con mínimas posibilidades a mi alcance, aplaudo estos planteamientos y estos propósitos, aunque pienso que el tiempo se nos está acabando y que los problemas acumulados no aguantan mucho más y que para buscarle soluciones efectivas hay que dejar a un lado los inmovilismos que nos amarran a lo establecido como norma, aunque se haya demostrado su verdadera ineficacia, junto con el triunfalismo al uso que no nos ha conducido a nada bueno en particular.
En esta dirección, quiero referirme un poco más al tema del "marabú", sobre el cual ya hube de escribir en mi anterior artículo para La República, porque lo considero un problema muy grave y muy extendido, pues en la actualidad invade y se hace dueño absoluto de grandes extensiones de nuestros campos a todo lo largo y lo ancho del país. Sobre este asunto se refirió explícitamente Raúl, cuando que durante su recorrido por tierra hasta Camagüey, y cito textual sus palabras: "lo que más resaltaba a mis ojos, era lo lindo que estaba el marabú a lo largo de toda la carretera.
La extensión del marabú por todo el territorio nacional es una prueba de lo mal que lo hemos hecho y de la necesidad de verdaderos cambios de concepciones, de estructuras y de métodos. Años atrás se organizó una gigantesca brigada de maquinarias junto con un contingente de cientos de hombres para acabar con el marabú y otras plantas que dificultaban la producción agrícola, así como para desbrozar nuevas tierras al objeto de diversificar cultivos. Fue un trabajo intenso que tuvo sus resultados concretos, pero que ahora al pasar el tiempo todo ha vuelto atrás; muy posiblemente en condiciones más complejas y extendidas que entonces, por falta de atención sistemática y por la ausencia de cultivos productivos. El marabú es un arbusto improductivo, robusto, lleno de espinas que hieren, que no produce nada, que avanza como una plaga liquidando y agotando todo lo que se encuentra a su paso y que cuando se fortalece es muy difícil de exterminar, lo que determina que en la agricultura cubana sea un verdadero reto para su recuperación productiva. Es en realidad dañino al medio ambiente. No es oriundo de Cuba, algunos especialistas plantean que fue traído como planta ornamental pero que nos sucedió como con el hurón que se introdujo en época de la Colonia Española para acabar con las ratas y que ahora en el campo resulta una plaga tan dañina como las propias ratas. Esto, en mi modesta opinión, no es motivado solo por las dificultades reales promovidas desde el exterior con el bloqueo del gobierno norteamericano principalmente, sino que es también, en cambio, en mi opinión una prueba muy objetiva que nos evidencia que hay errores estructurales y conceptuales de base, así como una gran dosis de desidia. El propio Raúl en su discurso instó a trabajar la tierra para producir "con tractores o con bueyes, como se hizo antes de existir el tractor."
La referencia fue clara y directa, para en mi criterio, sacar al país de una extraña y controvertida dependencia de productos alimenticios que actualmente se compran al contado a determinados productores de Estados Unidos, lo que si bien es una acción positiva e interesante de ruptura del absurdo y criminal bloqueo a Cuba, también tiene una peligrosa lectura de dependencia alimentaria que en cualquier momento pudiera ser rota por la Administración Norteamericana que hoy lo permite o incluso por futuras administraciones si el bloqueo mantiene su vigencia , mientras que nuestros campos fértiles y productivos que pudieran ser pródigos de esos productos languidecen cubiertos de marabú. Esto bien pudiera considerarse, en mi criterio, incluso un problema de seguridad nacional. De aquí la urgencia de poner manos a la obra por encima de cualquier otra consideración política a la tarea de producir para que todos comamos sin ninguna excepción. Todo en cumplimiento del derecho al trabajo y a la alimentación imprescindible.
Aquí tenemos un problema importante, en mi opinión decisivo, que deberíamos resolver en lo específico del Ser Social, porque la producción agrícola que es una de las grandes posibilidades y potencialidades de nuestro país, se quiso desarrollar en grandes extensiones centralizadas a partir del gigantismo característico de la URSS, influenciado además por la experiencia de la agricultura de plantaciones que desarrollaron en Cuba las compañías norteamericanas que se hicieron dueñas de muchos de nuestro campos agrícolas en el pasado. Este sistema de plantaciones puede dar resultado para determinados cultivos como son la caña de azúcar o el arroz por ejemplo y no siempre con buenos resultados porque todo depende de muchos factores, pero para otros cultivos que requieren de una atención muy personalizada por denominarla de alguna forma, deviene un fracaso evidente que vemos todos los días reflejado en la pobreza de los productos que llegan a nuestra mesa. Este tipo de plantaciones no constituye ningún estímulo para lograr una producción eficiente porque la agricultura requiere de un nivel de interés y entrega que en una plantación extensiva es muy difícil de alcanzar. Además, este andamiaje productivo se desplomó, después de la Caída del Muro de Berlín y de la desaparición de la Unión Soviética, cuando se acabaron las máquinas, cuando no hubo combustible para los tractores, cuando se hizo evidente frente a las dificultades de todo de tipo en la vida cotidiana de entonces que el pago a los que la trabajan esas plantaciones no les alcanzaba para la subsistencia diaria, así como cuando los aviones no pudieron volar más para fumigar masivamente y hacer tareas importantes dentro de las grandes extensiones de tierra que debían atender, que aún en los momentos con que contaban con todos esos recursos tenían problemas de falta de eficiencia productiva y serias complicaciones con un acopio centralizado de las cosechas que dejaba más pérdidas en el campo que posibilidades de productos situados en los mercados de distribución minorista.
Entonces cuando faltaron las maquinarias y los combustibles, quedaron funcionando con eficiencia algunas cooperativas agropecuarias en específico, las de campesinos propiamente dichos y las de obreros cooperativizados más conocidas por la sigla UBPC, así como la gran mayoría de los pequeños agricultores, pues en su conjunto por una razón u otra, o bien porque ese era su recurso básico, echaron manos a los bueyes, a los abonos tradicionales y orgánicos, así como a trabajar manualmente y duro tal como desde tiempos inmemoriales se hizo en Cuba y además tuvieron el estímulo efectivo de decidir sobre las ganancias económicas alcanzadas sin estructuras burocráticas de por medio .
Quiero significar, que en el caso de los que a pesar de todo pudieron seguir produciendo sin los grandes recursos externos, en mi criterio, influyó también mucho el hecho de que las definiciones organizativas y el concepto de propiedad, de acceso y de soluciones quedaron dependiendo de los que directamente trabajan y no de las grandes estructuras centralizadas y burocráticas.
Todo esto presupone una profunda enseñanza al respecto, que fundamenta la necesidad de que se tomen medidas efectivas de solución que partan de una revisión conceptual completa, encaminada a encontrar las causas verdaderas que están influyendo para que nuestra agricultura funcione tan mal. Por eso considero que es imprescindible hacer lo que planteo Raúl muy atinadamente, en la dirección de que: "Para lograr este objetivo habrá que introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten necesarios".
Es de esta consideración y análisis, que surgen mis esperanzas de que si realizan los cambios y las reformas que son imprescindibles en esta importante área económica, puedan mejorar o resolverse algunos de los principales problemas que se confrontan hoy con la alimentación popular y que a partir de esos primeros pasos se pueda iniciar un proceso de reanimación económica efectiva.
En mi criterio lo más importante en estos momentos, dadas las muy específicas circunstancias del país, es lograr una dinamización de la economía nacional dirigida a que los trabajadores de todos los sectores obreros, de servicios, así como profesionales e intelectuales, puedan convertirse en verdaderos sujetos económicos libres de cualquier dependencia en el subsistir, al objeto de hacerse plenos en el ejercicio de su libertad alcanzada, para decidir en lo político y lo social a plena conciencia personal y de clase social. Esta es mi opinión y así la manifiesto a toda responsabilidad, sin pensar que soy el único dueño de la verdad. Además, abierto al aporte de todos con vistas a lograr el bien de todos.
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