Pedro Campos |
Combatir
la corrupción, tarea del momento ¿cómo?
Pedro Campos
Martes,
16 de mayo de 2006
El Presidente Cubano
Fidel Castro ha denunciado la existencia de una bastante
extendida corrupción, que sustrae grandes cantidades de dinero
y recursos del estado y pone en peligro la propia Revolución y
ha declarado el combate contra la misma, llamando a los
comunistas, a los trabajadores y a todo el pueblo a dar esta
batalla.
Para lograr éxitos en este
empeño, es necesario analizar bien las manifestaciones y causas
de este fenómeno, a fin de indicar al blanco adecuado y no
resulte después que apuntando para El Morro, destruida quede la
Cabaña.
Hay dos maneras fundamentales
en que se manifiesta esta corrupción. La primera: Se
observa a diario, comúnmente, cuando cualquier trabajador
sustrae algún producto, desvía algún recurso o emplea algún
medio de producción en función de sus intereses individuales
inmediatos. Estas sustracciones, generalmente pequeñas, en
conjunto adquieren proporciones macroeconómicas; son hechas por
los trabajadores para subsistir y tratar de compensar los bajos
salarios que siguen recibiendo, realmente insuficientes para
satisfacer sus necesidades básicas. Esto tiene también otros
costos sociales, más graves, como la desmoralización que
inflinge a la clase trabajadora, el hecho de ver como normal
algo que pudiera calificarse de “robo”. Una sociedad que se
acostumbra a tolerar esto no puede terminar bien y nada tiene
que ver con el Socialismo ni la moral comunista que se pretende.
La segunda: Más
perniciosa, es la que realizan personas al amparo de posiciones
administrativas y bajo la sombrilla estatal, quienes en forma
mafiosa y corrupta roban, acumulan grandes cantidades dinero y
recursos del estado, para beneficio propio y con vistas a
prepararse para un futuro capitalismo que esperan venir próximamente.
La ingenuidad de estos compañeros, víctimas de una situación
de la que no son sus principales responsables, llega al punto de
imaginarse que pueden ocultar esas acumulaciones del pueblo y de
la Revolución y que podrán controlar ese capitalismo,
reeditando aquí lo ocurrido en otros países socialistas. No se
han percatado aun que Cuba es Socialista o es anexada por el
“Norte revuelto y brutal que nos desprecia”.
Hay claras diferencias en los
fines: unos para subsistir, otros para lucrar. Unos para
socializar más la apropiación del resultado de la producción,
otros para concentrar en pocas manos esos resultados. En toda su
complejidad debe ser tratado este importante problema.
La Revolución está dando
muestras de esa comprensión, ha actuado con cautela, separa y
seguirá separando de sus responsabilidades a los que hacen
grandes sustracciones. Recientemente había concentrado el
control de las compras en divisas, que mucho molestó a estos
burócratas. A los trabajadores les llama a detener esas
acciones, está mejorando los controles y aumentando los
salarios. Todavía nadie ha sido llevado a los tribunales. Con
esto la Dirección de la Revolución está reconociendo que es
la máxima responsable de todo esto, y no teme reconocer esa
verdad, como lo asumió Fidel públicamente. Por eso el pueblo
lo admira y respeta. Pero todos sabemos que no es cierto que él
sea el único responsable. Todos lo somos, por acción u omisión.
Esta batalla no es solo del Comandante, todos debemos asumirla
si queremos mantener este proceso, avanzar económicamente, y
mejorar todos sus logros sociales. Simplemente, esta Revolución
es de todos los revolucionarios.
Ayudar al Comandante es también
contribuir al análisis de las causas de esas desviaciones. No
es de revolucionarios, cruzarnos de brazos y asumir: si él creo
el problema, que él lo resuelva. Alguien ha dicho que a Fidel
solo hay que seguirlo, y no hay que estarle sugiriendo nada.
Fidel, en cambio, se ha quejado de que los economistas no le han
ayudado bien. Hay quienes temen perder un cargo, una
responsabilidad y prefieren callar sus opiniones. Pero la
Historia enseña que quienes callan por temor a represalias
reales o infundadas, en este y en el otro sistema, no tienen
derecho a ser escuchados. Buscar adecuada solución a esta
problemática y aplicarla, es la tarea más importante del
momento para el PCC y la CTC.
La causa más visible es la
falta del adecuado control de los recursos del estado. Hay otras
no tan evidentes. La vida ha demostrado que por muchos controles
que se establezcan, por muchas técnicas que se apliquen, las
personas seguirán encontrando maneras de violarlos. Dicen los
viejos abogados que quien hace la ley hace la trampa… y pudiéramos
parafrasear también que quien hace la técnica hace la contra técnica.
De manera que el control por el control mismo es nada. El
asunto está en quién controla qué, y la relación entre el
sujeto y el objeto de control. Si el que está detrás del
control, está verdaderamente interesado, se siente dueño de lo
que controla, aunque los registros sean manuales y no haya mucha
técnica, lo más probable es que funcionen. Pero la mejor técnica,
el mejor sistema de vigilancia, nada puede controlar si la
persona que está detrás no está interesada en los resultados
de ese control, no se siente comprometida con lo que está
controlando. Es una cuestión, de pertenencia. Nadie se
roba a sí mismo.
La verdadera causa, no tan
visible, escondida detrás de la falta de control, radica en que
ni administradores ni trabajadores se sienten comprometidos con
los recursos a controlar. Los medios son propiedad del estado y
por mucho que le digamos a los trabajadores que esos recursos
les pertenecen a ellos, que la propiedad estatal es de todos, y
que el estado los representa a ellos, si no logramos
interesarlos directamente en el control, administración y
beneficios generados por esos medios, no se sentirán
comprometidos con ellos, ni tendrán sentido de pertenencia
hacia ellos y por tanto les seguirán siendo indiferentes.
Escribió Marx que el ser
social determina la conciencia social. Si los trabajadores no se
sienten dueños de los medios de producción, es porque en
verdad no lo son.
La solución de fondo está en
motivar a las administraciones y a los trabajadores con el
control de los recursos, buscar la forma en que ellos se sientan
dueños a través de los mecanismos de participación en todo lo
referente a las empresas, especialmente la distribución de las
ganancias. Es un problema de posesión, de propiedad. Debe
revisarse el concepto actual de propiedad del estado, que se
dice de todos, pero que no responde a nadie. Debe lograrse que
la propiedad genere una mentalidad colectivista por la
responsabilidad común ante los medios de producción, ya sea
por la posesión compartida entre el estado y los trabajadores
en forma cogestionada, o del colectivo propiamente según el
nivel de desarrollo alcanzado por los medios de producción y la
fuerza de trabajo. Este complicado y dialéctico proceso hacia
formas más participativas, debe garantizar que los resultados
de la producción respondan y satisfagan integradamente los
intereses de la sociedad, de la región, del colectivo laboral y
a los trabajadores mismos.
La Revolución ha ensayado
algunas formas de participación directa de los trabajadores en
todos los aspectos de la empresa, se intentaron métodos
autogestionarios en los primeros años, luego se trató de
implantar el Calculo Económico, el autofinanciamiento, la
autonomía limitada, y mas recientemente el Perfeccionamiento
Empresarial. Sin embargo, todos estos esfuerzos han sido siempre
incompletos, relegados y finalmente rechazados por una tendencia
burocrática, centralizadora y de control estatal. Nunca se ha
logrado por la Revolución establecer definitivamente un
mecanismo de control obrero directo sobre las formas de
organización de la producción, la distribución y el consumo.
Otro próximo artículo tratara la Autogestión Socialista.
El Socialismo no es obra de un
hombre, o un grupo de hombres, sino de las masas y en primer
lugar de los trabajadores, los manuales y los intelectuales, de
la ciudad y del campo. Solo una forma de organización de la
producción basada en el control obrero directo sobre los medios
de producción, autentifica la responsabilidad de los
trabajadores en la construcción de la nueva sociedad;
posibilita un estricto control de costos y gastos y por tanto
que no haya despilfarro ni corrupción; y garantiza la
rentabilidad, el pago por trabajo, el desarrollo armónico y
proporcional de ramas y regiones y la satisfacción de las
necesidades de la población.
Sin esto el Socialismo seguirá
siendo una utopía, el peligro de que los propios
revolucionarios destruyan la Revolución, denunciado
recientemente por Fidel, puede convertirse en realidad y el
Imperialismo quedar complacido y lograr sus propósitos sin
tener que disparar un solo tiro.
La Habana abril 2006
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