Pedro Campos |
Socialismo
de Siglo XXI, ¿Reforma o Revolución?
A propósito
del Socialismo del Siglo XXI, Nuevo Proyecto Social (NPS)
y su presentación diversionista como reforma y no como revolución.
Por su propia naturaleza el fascismo y la burocracia están
contra el NPS. Seamos capaces de discutir en paz. El avance
socialista en el continente demanda audacia, inteligencia y cohesión.
La Revolución,
en todas las épocas, siempre ha sido –finalmente- un asunto de
audacia. Sin ella, sin cambiar el “arte de los posible” por el
arte de lo necesario, no se hubieran asaltado la Bastilla, el
Palacio de Invierno o el Moncada, ni se hubieran hecho los
desembarcos en Playitas y del Granma, ni peleado en la manigua
mambisa, en el Llano y en la Sierra. Tampoco se hubieran hecho la
Reforma Agraria, las nacionalizaciones del capital imperialista,
la campaña de Alfabetización, ni habríamos derrotado a los
mercenarios en Girón, a los alzados en el Escambray ni a cuanto
plan imperialista que ha intentado destruirnos. Casi 50 años
después sólo la audacia puede seguir proyectando la Revolución
hacia el futuro.
Es preciso
establecer con toda claridad que las teorías fundamentales del
Socialismo del Siglo XXI, constituyen un enfoque –que no
dogma- revolucionario, audaz y en desarrollo, de cómo
construir el nuevo proyecto social histórico, que supere la visión
fracasada, conservadora y dogmática de concebir el socialismo
como un bocadillo que se le brinda a los trabajadores y al pueblo
por obra y gracia de unos cuantos salvadores constituidos en
Estado todo poseedor, decisorio y decidor. No. La Revolución fue,
es y será obra de las masas, como la emancipación de los
trabajadores le corresponde a ellos mismos.
Últimamente,
algunos artículos han estado creando confusión al relacionar al
Socialismo del Siglo XXI con posiciones reformistas, como
enfrentado al marxismo-leninismo, sugiriendo que no intenta
cambios en las formas de propiedad, ni en las relaciones de
producción, que rechaza la existencia de condiciones en América
Latina para la Revolución Socialista, achacándole
colaboracionismo de clases, pretensiones de realización en la
esfera distributiva al estilo socialdemócrata y otras de esa índole.
Hay quienes tratan de reducir el NPS a una discusión sobre la
teoría del valor-trabajo.
Reformistas son
quienes confían en que los capitalistas entreguen
mansamente los medios de producción, los que consideran
innecesarias las nacionalizaciones del gran capital
extranjero que por decenios han estado esquilmando nuestras
riquezas naturales y los que, como primera instancia, buscan en la
colaboración con el capitalismo internacional y sus inversiones
la solución a los problemas de nuestros pueblos, o la salvación
del socialismo en Cuba. Son también, los que una vez realizadas
las nacionalizaciones de las empresas transnacionales, tratan de
controlarlas para beneficio exclusivo de grupos allegados al poder
constituido y rechazan la socialización de la propiedad,
la gestión y el excedente, escudándose en la
supuesta incapacidad de los trabajadores para manejar ellos mismos
la economía, así como los que creen que el socialismo es “una
mejor distribución de la riqueza, organizada por el aparato
central”, al estilo del Estado capitalista de bienestar: un
sistema socialdemócrata de capitalismo administrado por los
“representantes de la clase obrera”.
Nada de esto
tiene que ver con el NPS que procura la auto-emancipación del
trabajo a través de la auténtica revolución social en las
relaciones de producción, distribución y consumo, que incluyen
especialmente las relaciones de propiedad y la renovación
cultural. Otra cosa es el ritmo de las transformaciones, que deberán
hacerse de acuerdo con las condiciones específicas de cada país,
el nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, la
estructura clasista, las raíces históricas y otros
factores del cambio.
Tal pareciera que
existe una campaña diversionista contra el NPS, de fuerzas
anti y seudo-socialistas, que ensambla los extremos
conservadores de derecha e izquierda como José María Aznar, y
los “celadores de la fe” dogmática, para tratar de
tergiversar las posiciones de sus partidarios, mellar su filo
revolucionario y procurar su rechazo entre las diversas fuerzas de
izquierda que necesitan unirse en torno a un nuevo programa
consensuado. Es lógico: por representar una alternativa
socialista auténtica, el fascismo debe oponérsele; por su
naturaleza anti-burocrática, el sistema administrativo
centralizado debe estar contra el NPS. “Los hombres
siempre están contra la razón, cuando la razón está contra
ellos”, decía Helvecio.
Estos ataques no
mellan, prestigian al Socialismo del Siglo XXI que se sustenta en
las concepciones socio-económicas originales de los
fundadores del Socialismo como Ciencia no como capilla, trata de
dar continuidad a la obra iniciada con la Revolución de Octubre
y, sobre el análisis de los fracasos y experiencias del siglo XX,
renueva consideraciones fundamentales relativas a la construcción
del nuevo proyecto social. En lo económico, procura
transitar del intercambio de mercancías al intercambio de
equivalentes, única manera de hacer real individualmente el pago
por gasto de trabajo (“cuando el principio y la práctica ya
no se tiren de los pelos”) que caracteriza la primera etapa
socialista hacia el comunismo, como reseñó Marx en la Crítica
al Programa de Gotha(*) y que algunos pueden confundir con la idea
Lassallana referida al “fruto íntegro del trabajo”. En lo
político, realizar la sociedad más libre, democrática
y participativa de la Historia. Y en lo social, avanzar
hacia nuevos tipos de relaciones de producción, distribución y
consumo, bases de otras sociales, políticas e ideológicas que
superen las sustentadas en el trabajo asalariado capitalista, con
el establecimiento mayoritario de sistemas y subsistemas sociales
y productivos sustentados en la noción del trabajo
autogestionario presente en el cooperativismo (que no es lo mismo
que cooperativas inmersas en el sistema capitalista). Todo ello
junto al desarrollo paralelo del ser humano nuevo, integral y
culto del futuro solo posible en nuevas circunstancias.
Por eso algunos
denominan el Nuevo Proyecto Social explícitamente como participativo,
democrático, autogestionario, inclusivo, integracionista y
libertario, términos que para el filisteo dogmático entran
en contradicción, por imaginar para siempre estáticas,
distintas, aisladas y enfrentadas las diferentes corrientes
marxistas que representaron algunos de estos patronímicos en el
siglo pasado. El Nuevo Socialismo, NPS, socialismo del Siglo XXI o
en el XXI si así se le prefiere llamar, asume lo mejor de todas
las corrientes y tendencias socialistas de épocas pasadas, y por
eso adopta todos esos apellidos explicativos, resumidos en
el NPS, una de cuyas aristas más importantes es,
precisamente, procurar la cohesión y tratar hacer confluir en un
mismo torrente, todas las fuerzas revolucionarias y corrientes,
movimientos, y tendencias de izquierda, algunas de las cuales se
ocuparon más de agredirse entre ellas que de combatir al
capitalismo. Hemos aprendido en Cuba que esa cohesión, más que
una necesidad, es una condición sine qua non del triunfo
revolucionario.
El marxismo es
una “guía para la acción”, pero en forma alguna una máquina
de churros, la manera de esa “acción”, la forma de concebir y
aplicar el papel del Estado, del Partido, de los sindicatos, las
clases sociales y las funciones y formas de la propiedad, las
relaciones de producción, el mercado, la planificación y otras,
hacen las diferencias entre el viejo socialismo del Siglo XX -el
“real” y fracasado- y el Socialismo del Siglo XXI, a la vez
ruptura y continuidad, que asume ese nombre por la necesidad de
diferenciarse del autoritario, estatista y burocrático
perfeccionado a partir de la NEP en la URSS con la introducción
del capitalismo de Estado y la castración de los soviets, que las
mayorías han terminando rechazando en todas partes.
Para unos, el
centro de la teoría del NPS descansa en la llamada “rosa de
Peters”(**), sobre la forma en que se determinará el valor del
producto que, para otros, no se basará en el tiempo físico
invertido, sino en el socialmente necesario o según el
gasto universal de energías en la realización de un producto
terminado, listo para el consumo. Algunos prefieren reseñar que
la transformación del intercambio de mercancías en intercambio
de equivalentes, no será algo impuesto, sino resultado de un
proceso más o menos prolongado, que sólo logrará
consolidarse internacionalmente con el establecimiento mayoritario
de nuevas relaciones socialistas de producción (basadas en el
trabajo cooperativo-autogestionario, que sustituirá al
asalariado), en el cual la producción mercantil y sus categorías
irán modificándose con la paulatina extinción de las
diferencias entre las clases, entre el trabajo manual e
intelectual, entre ciudad y campo, y del propio Estado.
El NPS reconoce
que la ciencia moderna, especialmente la automatización-cibernética
- informática, es un catalizador de máxima importancia para el
desarrollo del socialismo por su influencia en la producción para
maximizar la eficiencia, liberar al hombre del esfuerzo rutinario
y pesado, medir el gasto de trabajo o energía, agilizar la
planificación democrática, contribuir a la socialización de
la educación y los conocimientos y facilitar la realización práctica
de la democracia participativa y decisoria. La comprensión por la
Revolución Cubana de la importancia de estas ciencias para el
futuro socialista, se evidencia en la creación de la Universidad
de Ciencias Informáticas (UCI).
No por ello es
una “teoría cibernética con un cuerpo de dogmas
infalibles, preconcebidos en laboratorios escolásticos”, ni la
obra de ningún “nuevo creído genio”, como se mofan sus
detractores, que gustan de estigmatizar, demonizar y nominar como
revisionista todo lo que no les huela a neo-estalinismo, sino el
resultado -en desarrollo- de los razonamientos e investigaciones
de muchos pensadores revolucionarios y académicos, políticos,
economistas, filósofos y de otras ramas de las Ciencias Sociales
de todo el mundo, que tratan de encontrar el camino extraviado y
asumen con toda la diversidad dialéctica necesaria la existencia
de disímiles condiciones en el cambiante mundo moderno. El
totalitarismo excluyente impidió el desarrollo de las ideas
socialistas en el Siglo XX, al usurpar al original socialismo soviético
leninista, erigirse en verdad omnipotente, absolutizar e imponer
sus dogmas y rechazar la discusión y la dialéctica. El
socialismo del Siglo XXI poco favor se haría imitándolo; nada
que ver. Como nuevo proyecto científico, está sujeto a
rectificación, precisa de confrontación y ajustes prácticos y
da la bienvenida a toda crítica científica.
Si algunos académicos
se ocuparon de tratar de llevar a los libros sus
generalizaciones más importantes, es mérito que no se les puede
escamotear aunque incluyan errores o tengamos diferencias y
dudas en relación con algunos contenidos. No coincidir con
todas las consideraciones recogidas en tales publicaciones, ni
ocasionalmente con opiniones que sobre procesos revolucionarios
concretos asuman algunos de sus defensores, no tiene porqué
llevar al rechazo sobre las esencias generales de esta teoría que
no es patrimonio de nadie en particular y, por el contrario,
involucra un amplio movimiento político-social en el que están
confluyendo muchas viejas y nuevas corrientes para dar lugar a un
renovado enfoque sistémico del socialismo en este cambio de época,
en la que Cuba por derecho propio marcha en la vanguardia.
Si el fanatismo
se lleva a la ciencia política, ésta deja de ser creación
fecunda para convertirse en delirio-manía. Calificar el NPS como
un nuevo dogma que trata de imponerse por igual en todas partes,
con “una Internacional que tiene un centro director
en algún Moscú, con algún Stalin”, es cuando menos una falta
de información, para no hacer otras valoraciones.
En Cuba, sin
darle nombre, a principios de los 90 no pocos tratamos con las
ideas centrales del NPS y nuestro Partido aprobó la aplicación
del Perfeccionamiento Empresarial, las Unidades Básicas de
Producción Cooperativa, UBPC y la ampliación del trabajo por
cuenta propia, que sin llegar al paradigma autogestionario, en su
desarrollo, lindaban con basamentos del Socialismo del Siglo XXI.
Pero el primer paso práctico, en esa dirección lo dimos cuando
nos percatamos de que la Revolución la podíamos revertir y
destruir nosotros mismos con nuestros errores y esquemas.
Empezamos a proyectarnos en ese camino cuando desarrollamos este
complejo y contradictorio proceso de profundas discusiones
revolucionarias del discurso de Raúl del 26 de Julio; cuando
hablamos de cambiar métodos, estructuras y viejos conceptos
burocráticos de dirección económica y social; cuando pensamos y
promovemos otros tipos de propiedad y usufructo social además de
la estatal y nuevas formas de organización de la producción,
diferentes a la asalariada típica del capitalismo; cuando
promovemos nuevas vías de participación democrática de los
trabajadores y el pueblo en las decisiones sobre la gestión económica
y social y en la distribución del excedente, ya sea en los
centros de producción o servicios o en la comunidad; cuando
pensamos más en el valor de uso (necesidades) que en el valor de
cambio (comercio); y cuando luchamos contra obsoletos prejuicios
discriminatorios contra cualquier ser humano por motivos étnicos,
religiosos, sexuales, regionales o de otra índole.
También creamos
condiciones para el NPS cuando impulsamos procesos educativos
modernos como la municipalización de la enseñanza universitaria
y el desarrollo de las ciencias informáticas, cuando culturizamos
las masas, pero sobre todo, cuando procuramos que el ser
humano no sea un tornillo más de la sociedad, no un objeto, otra
mercancía-capital más, sino su gran sujeto edificador.
Cuando hay
diferencias, lo ético es discutir sobre argumentos, sin
tergiversaciones ni vulgares descalificaciones personales y
enfrentar constructivamente los inevitables cambios. No entender
algo, lleva al verdadero científico al estudio, a la búsqueda y
contrapunteo de información, no a la diatriba. Pero a falta de
razones, algunos acuden a injurias y descréditos contra los
defensores del nuevo socialismo y les endilgan supuestas
cualidades personales, detrás de lo cual se ocultan disímiles
conductas.
El enemigo quiere
vernos enfrentados y sería echar agua en su molino, caer en lo
mismo que tales personas y concentrar la crítica del
socialismo fracasado en las actitudes de algunos de sus
sostenedores; nos apartaría del camino fundamental en el actual
debate y –tal vez- nos conduciría al análisis de los varios
“quinquenios oscuros” de las Ciencias Sociales en Cuba, cuyo
beneficio no está claro. No hay nada personal contra los dogmáticos
neo-estalinistas, ni son estas discusiones para fabricar
vencedores ni vencidos. De esta situación en que nos trata de
mantener el inmovilismo salimos todos juntos, o nos hundimos todos
juntos, pero salir sí implica necesariamente derrotar ideológica
y políticamente la filosofía del sistema fracasado del
estancamiento, y contribuir a dar paso al nuevo proyecto
participativo y democrático, como vía para garantizar la
continuidad de la Revolución, su irreversibilidad. Esa sería una
gran contribución de los cientistas sociales; otra, ayudar –sin
exclusiones- a conformar en concreto el Nuevo Proyecto Social.
Los que quieran
defender el viejo esquema fracasado tienen todo el derecho a
hacerlo abiertamente. Bienvenidos sean al debate, aunque defiendan
aquello de: “Revolución sí, pero no tanta”; pero deben tener
presente, como expresó el Presidente de Ecuador Rafael Correa,
que: “Una teoría que no implique claros corolarios de política
para mejorar la realidad, es sencillamente una teoría
inservible”. (”***)
Entre los
investigadores sociales cubanos hay muchos brillantes, que han
hecho importantes aportes a las nuevas teorías socialistas desde
los centros de investigación y las Universidades, pero sus
trabajos son poco conocidos y divulgados, mucho menos aplicados.
Ahí están, por solo mencionar a tres importantes científicos el
Dr. Raymundo Franco, de la Academia de Ciencias;
Humberto Miranda, del Instituto de Filosofía y el Profesor de
Economía Política, Francisco Gentile, cuyas investigaciones
sobre el valor-trabajo y la autogestión empresarial y social, dos
de las esencias del Nuevo Proyecto Social, son dignos de mejor
suerte. Otros han empezado a usar el lenguaje del “cambio”,
pero mejor si además lo entienden y asumen, pues sabemos que sólo
con el esfuerzo de todos lograremos marchar.
Discutamos desde
la paz, el respeto y la búsqueda del consenso, no importen
diferencias, sin presunciones, insultos ni prejuicios, sin poner
al que diverge en la acera de enfrente y sin dejarnos llevar por
provocadores que desearían vernos terminar como en “la fiesta
del Guatao”(****), sueño supremo de los enemigos comunes.
Nuestros machetes deberán blandirse sólo ante la agresión del
imperialismo y sus secuaces. Algunos siguen sin entender que
eventuales persecuciones políticas a lo interno de la Revolución,
afectarían la necesaria cohesión y abrirían margen al fascismo
que se instauraría en una Cuba anexada, del cual ellos no escaparían.
Las discrepancias que puedan surgir, entre los defensores de
las teorías del NPS y entre ellos y otros compañeros deben ser
ventiladas en un marco fraternal y no pueden ser obstáculos
a una continuada colaboración investigativa y política práctica,
puesto que muchos no sólo investigamos y escribimos, sino que
también actuamos de forma concreta en los movimientos
revolucionarios regionales y necesitamos, todos, coordinar
nuestras fuerzas en función del proceso continental bolivariano
que, para consolidarse y triunfar, necesita audacia, inteligencia
y cohesión.
La Habana 22 de noviembre de 2007
perucho1949@yahoo.es
Artículo del
autor relacionado. Rescate, continuidad y renovación en el
Socialismo del Siglo XXI. Notas y citas.
* C. Marx. Crítica
al Programa de Gotha, C. Marx y F. Engels O.E,
en tres Tomos, T-III, Editorial Progreso, Moscú 1974. Las ideas
económicas centrales sobre el nuevo Socialismo como una sociedad
fundada en la economía de equivalencias, están sustentadas
en lo expuesto por Carlos Marx en la Crítica al Programa de Gotha
cuando, refiriéndose a la primera etapa de la Sociedad Comunista,
comúnmente denominada Socialismo, escribió: “Aquí reina,
evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de
mercancías, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han
variado la forma y el contenido, porque bajo las nuevas
condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra
parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera
de los medios individuales de consumo. Pero en lo que se refiere a
la distribución de éstos entre los distintos productores, rige
el mismo principio que en el intercambio de mercancías
equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma,
por otra cantidad de trabajo, bajo otra forma distinta.
Por eso, el
derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués,
aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los
pelos, mientras que en el régimen de intercambio de mercancías,
el intercambio de equivalentes no se da más que como término
medio, y no en los casos individuales.
A pesar de
este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una
limitación burguesa….la igualdad, aquí, consiste en que se
mide por el mismo rasero: por el trabajo…”
Con toda claridad
Marx expresa que el intercambio de equivalentes en el régimen
del intercambio de mercancías, se da solo como término medio
general social y solo será en la sociedad socialista, en otras
condiciones, con otras relaciones de producción no basadas en el
trabajo asalariado, que será posible el intercambio de
equivalentes en los casos individuales, es decir en el pago de
cada mercancía y en especial del trabajo.
**Rosa de Peters.
H. Dieterich. El Socialismo del Siglo XXI. Edición digital.
***Discurso de
Rafael Correa en la conmemoración de los 50 años de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Quito, 29 de
octubre de 2007.
****Guatao.
Pueblo de campo en las afueras de la Habana, donde según la
tradición oral, todas las fiestas terminan a machetazos.
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