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(Artículo extraído
de su libro "Maquis: La Guerrilla Vasca (1938-1962)" (Editorial
Txalaparta)
Para los historiadores
franquistas no existió guerrilla en las Vascongadas o Navarra.
Ni para Eulogio Limia, ni para Francisco Aguado ni para Comín Colomer
hubo una Agrupación Guerrillera de Euskadi. En realidad, aunque
menos activos que en otras regiones, los maquis también actuaron
en el País Vasco.
En agosto de 1944 se organizó
una Brigada Vasca en el seno de la Unión Nacional Española.
La decisión la tomaron en Pau, en el recién incautado consulado
franquista, el general Fernández (comandante de la Agrupación
Guerrillera de la UNE), el comandante Vallador (jefe de la División
de los Bajos Pirineos) y Victorio Vicuña, alias "Julio Oria".
Este es su testimonio: "Cuando fracasó
la operación Reconquista de España cambiamos
de táctica. Suspendimos la operación, pero no la lucha armada
ni el intento de introducir fuerzas armadas en España.
La nueva Dirección, en lugar de buscar
un frente inmóvil, que estratégicamente era un error,
buscaría meter pequeños grupos guerrilleros, armamento
y cuadros políticos escogidos (...) Pensábamos que
el Régimen se estaba tambaleando y que un esfuerzo de nuestra
parte sería suficiente para derribarlo. Preparamos la Brigada
Vasca para que entrase en pequeños grupos que fuesen la
base de los destacamentos guerrilleros que actuasen en las zonas
montañosas de Euskadi. Un grupo políticamente plural,
que dominase el idioma y la geografía, para facilitar el
contacto con los hijos del país.
Esta idea la tomamos Luis Fernández,
que como bilbaíno conocía la situación del
País Vasco y yo, que tenía en la cabeza cómo
había fracasado nuestra primera incursión en España,
dos años antes en Lérida, algo tan simple como porque
nadie del grupo sabía catalán. El caso es que pusimos
a un miembro de Acción Nacionalista, Ordoki, como jefe
de Brigada y a un comunista de Irún, Esparza, como instructor
político.
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Los guerrilleros que abandonaron
la Brgada Vasca se alistaron en el ejército francés,
en el famoso Batallón Gernika
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Victorio Vicuña
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Les dimos las mejores armas, los
mejores equipos de origen alemán, por los que muchos habían
dejado su vida luchando y los mandamos para el aprendizaje a Sauveterre
de Bearn. Y de la noche a la mañana desaparecieron sin decir
nada, llevándose las armas y los camiones. Tenían
que haber hablado como hacen los hombres, con limpieza y claridad,
pero se fueron como hacen los ladrones, apoyándose en la
oscuridad de la noche para irse a Burdeos y ponerse a las órdenes
del coronel Druilhe, del Ejército francés. Allí
hubo mucho oportunismo político, falta de lealtad y nosotros
nunca hemos hablado de ello.
Lo cierto es que, desde el verano,
agentes del PNV habían realizado una labor de zapa entre
los guerrilleros, convenciéndoles de que debían salir
del maquis español, por el bien de Euskadi. El lehendakari
Aguirre, atado de pies y manos a Washington, no podía dejar
vascos en las garras del comunismo moscovita. En diciembre se fueron
con los franceses, a excepción de 17. Este hecho provocó
una de las mejores frases de la II Guerra Mundial: Vicuña
acudió a Burdeos, a quejarse de la deserción
al coronel Druilhe. Este apoyó a los vascos y a los anarquistas
del Batallón Libertad, que también habían abandonado
la UNE. Y amenazó a los maquis españoles. Vicuña
le respondió: "¿Nos amenaza? ¿Pero de
verdad cree usted que, si no hemos tenido miedo de los alemanes,
se lo vamos a tener a ustedes?"
El caso es que la pérdida de un centenar de guerrilleros
dejó casi en cuadro el dispositivo que debía actuar
en las Vascongadas. Aún así, de noviembre de 1944
a junio de 1945, pasaron 40 maquis en pequeños grupos. El
último cayó en 1951, cuando Francisco Echeverría,
"el rubio de Aranaz", cercado por la Guardia Civil, se
suicidó en Oiartzun. No hay espacio aquí para relatar
todas sus andanzas pero, como botón de muestra, esta es la
historia del primer grupo, once valientes diez hombres y
una mujer que desembarcaron en noviembre de 1944:
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Punto del primer
desembarco guerrillero, en Fuenterrabía, en una pequeña
cala junto al Faro.(Extremo derecho de la panorámica)
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La llegada del primer grupo
La noche del 18 al 19 de noviembre se produjo
la primera incursión de la Agrupación Guerrillera
de Euskadi: el desembarco en Hondarribia del grupo inicial. Lo mandaba
Pedro Barroso, de Segovia y lo constituían el valenciano
Alfredo Gandía; el hernaniarra Marcelo Usabiaga; Javier Lapeira,
de Bilbao y Regino González, vecino de Donostia.
Al día siguiente, siguiendo el mismo itinerario,
llegaron el eibartarra Víctor Lecumberri; Nicolás
Chopitea, de Abanto; José González; Esteban Huerga;
Manuel Micón y la zaragozana Victoria Castán. Pertenecían
a la 102 División y todos eran veteranos del maquis, salvo
Usabiaga, Chopitea y Lapeira, que acababan de huir de España.
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Se les había incluido en el grupo
a petición de Ramón Ormazábal, que los consideraba
personas idóneas para reorganizar el PC de Euskadi. Su armamento
consistía en 11 subfusiles, 11 pistolas, 33 cargadores y una veintena
de granadas. Todos portaban cédulas personales, salvoconductos
y fotos. Barroso guardaba consigo un listado de nombres y direcciones
sin cifrar de elementos antifascistas con los que pensaba contactar. Un
guerrillero nacionalista convaleciente en Sara de las heridas recibidas
durante la invasión de Navarra había facilitado a los guerrilleros
comunistas las identidades de los responsables de Eusko Naya (la
inactiva resistencia nacionalista vasca), asegurando que podrían
ayudarles.
Habían embarcado en Hendaia
y tomaron tierra en Jaizquíbel. Los trasladó un contrabandista,
Bernardo Zamora Iriarte Beñat, contratado por mediación
del comandante de la Brigada Vasca, Kepa Ordoki. El viaje había
costado 11.000 pesetas de la época, 1000 por cabeza. Durante
el desembarco sucedió un hecho aparentemente trivial que
tuvo posteriormente gran trascendencia: la pérdida de un
cargador de una metralleta Sten.
Los maquis se refugiaron temporalmente
en un caserío de Irún. Ante la falta de puntos de
apoyo en la villa fronteriza, contactaron mediante una joven de
la casa con José Aguilar, un comunista de Irún que
les proporcionó una dirección en Donostia. Llegados
a la capital, no les permitieron pasar la noche en la citada vivienda.
Intentaron infructuosamente pernoctar en otros tres domicilios y
finalmente, les acogieron en la residencia de los tíos de
Regino González. Barroso, Lapeira y Gandía se trasladaron
a Bilbao para establecer contactos. El grupo que desembarcó
la noche siguiente también se dispersó: Lecumberri
se desplazó a Eibar y Chopitea a Vitoria.
En Santurtzi, Barroso se entrevistó con
Ormazábal, delegado del Partido en Euzkadi, que le pidió
ayuda para arrebatar el control del Partido a Luisillo. Barroso
se negó porque sus instrucciones eran realizar funciones
militares y no implicarse en cuestiones políticas. Durante
la siguiente reunión, tanto él como Ormazábal
fueron prendidos por la Policía en la calle San Francisco.
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El veterano maquis Marcelo Usabiaga,
superviviente de aquellos días, conversando con el profesor
Mikel Rodríguez Álvarez, autor del libro. Después
de haber sufrido 20 años de cárcel, Marcelo sigue
manteniendo una energía y memoria envidiables.
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Fuerte de Guadalupe
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Mientras
tanto, un soldado del Fuerte de Guadalupe ha encontrado el cargador
y se lo ha entregado a un oficial. Éste ha alertado a la Brigada
Político Social de Irún. La Policía, al mando
del comisario Melitón Manzanas, ha localizado el caserío
y detenido a Aguilar. Éste se derrumba durante el interrogatorio
por las torturas, y confiesa la dirección que facilitó
en Donostia. Los policías reconstruyeron el itinerario de los
guerrilleros por la capital y finalmente llegaron al piso de los tíos
de Regino. Allí capturaron a tres maquis, y los días
siguientes apresaron en Gipuzkoa a 20 hombres y mujeres entre guerrilleros,
enlaces y cuadros. En Vizcaya cayó la dirección de la
zona fabril y bastantes militantes. Chopitea fue detenido en Vitoria
y Lecumberri en Eibar. Del grupo, sólo Gandía pudo escapar.
La aprehensión del listado de Barroso facilitó la labor
de la Policía y provocó detenciones de muchos nacionalistas
vascos y socialistas. |
Miguel de la Mano,
un estudiante bilbaíno, primer muerto de la
Milicia Universitaria del SEU, en el enfrentamiento con el maquis.
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Hay que resaltar en honor de los guerrilleros
que las personas con quienes contactaron y que no figuraban en el
listado no fueron detenidas. Y eso, pese a las palizas de rigor,
que se cebaron especialmente en Barroso y Lapeira. Durante el juicio,
la aparición de una nómina resultó providencial
para la mayoría. Barroso, como comandante, fue condenado
a muerte y fusilado. Lapeira, por la agravante de haberse resistido
a la detención, también fue sentenciado a la pena
capital. Pero los demás, que figuraban como simples soldados
en la nómina, tuvieron penas de veinte años y un día.
Gandía se reunió con Mateo Obra
y Luisillo para reunir camaradas con los que iniciar la lucha armada.
En marzo, visto lo infructuoso de sus intentos, Obra fue trasladado
a los Picos de Europa y Gandía regresó a Francia por
decisión propia. El valenciano intentó justificar
su vuelta ante la Dirección y señalar culpables del
fracaso de la operación, apuntando hacia Chopitea y Usabiaga.
En la prisión de Ondarreta, Barroso, Lapeira y Usabiaga también
realizaron un informe en el que explicaban las causas de su caída:
la pérdida del cargador y el contacto con Aguilar, que no
pudo soportar las torturas y les denunció. En realidad, el
deambular nocturno del grupo por Donostia a la búsqueda de
un lugar donde dormir apunta hacia la verdadera causa de su fracaso:
la inexistencia de puntos de apoyo.
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Francisco Aguado
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El comandante Aguado relata así los
hechos: "En la madrugada del 21 de noviembre de 1944, tuvieronse
noticias de que en las inmediaciones del caserío de Mendeluazpi,
habían estado durante unas horas cuatro hombres y una mujer.
Todos procedían de Francia. Cruzada la frontera se habían
tomado un descanso, con orden de internarse a continuación
en territorio español. Sin embargo, los servicios de información
funcionaron con rapidez y la Policía pudo dar con su escondite
en San Sebastián tres días después. En primer
lugar estaba Usabiaga, de profesión perito mercantil, como
cerebro del grupo; luego un segundo apellidado González,
muy idóneo para la agitación-propaganda; el tercero
de oficio mecánico, poseía alguna experiencia en la
preparación de artefactos explosivos; el cuarto actuaba como
elemento auxiliar. En cuanto a la mujer Victoria, además
de servir de amiga, actuaba como difusora de la propaganda y para
la acción proselitista.
La investigación policial llegó
hasta la casa que servía de cobijo a los infiltrados y por
consiguiente había de contarse con algunos elementos conocedores
de la frontera para la feliz realización de los pasos clandestinos.
Esta labor estaba encomendada a otros dos elementos y a una mujer
de nombre Benigna. Todos los infiltrados eran de notoria filiación
comunista y poseedores de abundantes notas y direcciones para tomar
contacto con nuevos adherentes, sobre los que realizar la preparación
política eficiente. No obstante, la rápida captura
del grupo impidió a sus componentes poner en marcha un plan
de guerrilla urbana siguiendo las órdenes del
Partido. Se supo al detalle la entrada de otro grupo destinado
a Bilbao y que, agazapado en algún lugar seguro, aguardaba
un momento propicio para enlazarse con el de San Sebastián
y coordinar las acciones terroristas. Detenidos por la Policía,
se anuló así el primer intento de lucha terrorista
en las zonas urbanas del Norte."
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La investigación policial llegó
hasta la casa que servía de cobijo a los infiltrados y por consiguiente
había de contarse con algunos elementos conocedores de la frontera
para la feliz realización de los pasos clandestinos. Esta labor
estaba encomendada a otros dos elementos y a una mujer de nombre Benigna.
Todos los infiltrados eran de notoria filiación comunista y poseedores
de abundantes notas y direcciones para tomar contacto con nuevos adherentes,
sobre los que realizar la preparación política eficiente.
No obstante, la rápida captura del grupo impidió a sus componentes
poner en marcha un plan de guerrilla urbana siguiendo las
órdenes del Partido. Se supo al detalle la entrada de otro grupo
destinado a Bilbao y que, agazapado en algún lugar
seguro, aguardaba un momento propicio para enlazarse con el de San Sebastián
y coordinar las acciones terroristas. Detenidos por la Policía,
se anuló así el primer intento de lucha terrorista en las
zonas urbanas del Norte."
Subfusil Sten MK,
de origen Británico, arma muy utilizada en los comienzos
del "maquis" español
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Marcelo Usabiaga recuerda aquellos hechos:
"En el reparto de funciones del grupo que iba a actuar no se
sabe dónde, si en Vizcaya, en Guipúzcoa o en Asturias,
Barroso era el comandante, yo venía como jefe de agi/pro,
Lapeira como técnico de organización... Eso se decidió
en una reunión en el Hotel Bristol de Pau. No había
absolutamente ningún objetivo. Yo en las reuniones estaba
totalmente cohibido. Exteriormente decía que sí, pero
interiormente... Lo único de lo que se habló era de
que habría que atracar bancos para conseguir fondos, porque
no traíamos un céntimo. Al último que vi en
Francia antes de volver fue a Ordoki, que fue a despedirme cuando
montaba en la lancha. Y me dijo, luego se lo he recordado y también
me lo ha recordado él: Me parece que esta es una aventura
que va a salir mal.
Barroso llevaba un listado de direcciones sin
cifrar y otros papeles. Y la vida está llena de casualidades,
porque cuando la detención esos papeles me libraron. Cada
uno llevaba un naranjero con cargador, una pistola y en la mochila,
dos cargadores más y dos bombas de piña. La caída
fue porque el cargador se cae, rastrean, encuentran el caserío
donde hemos estado y cometí la torpeza, confiado absolutamente
en la fortaleza física y moral de Pepe Aguilar, combatiente
de toda la vida, de absoluta confianza conmigo, luchador.
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Estábamos en el caserío
y el contrabandista nos iba a traer un taxi para llevarnos a la cuesta
de Aldapeta, en San Sebastián. ¿Pero allí qué?
Barroso tenía una lista y le dije: Conozco en Irún
a José Aguilar. Y Barroso me dijo que era el jefe de la guerrilla
en Irún, que lo tenía apuntado, pero que no sabe dónde
vive. Pues yo sí. Pues llámale.
Mandamos a la chica del caserío a buscarle. Dormimos allí.
Y al día siguiente, a las dos de la tarde vino José Aguilar.
Él se comprometió a buscarnos un piso en San Sebastián,
la casa de Lirio. El contrabandista vino con el taxi y subimos cinco compañeros
al piso de Lirio, en el barrio de Amara.
Él ya estaba avisado por Aguilar y me
dijo que no podía quedarme. Y eso, a las once de la noche,
cinco tíos con una pistola en el bolsillo cada uno, en San
Sebastián. Entonces quedamos en que, como Lapeira, Barroso
y Gandía se iban a Bilbao, para poder contactar nos enlazaríamos
a través del bar de un tal Arjanaute, en la plaza del Buen
Pastor, frente al lado del Koldo Mitxelena. Arjanaute había
sido comandante del Batallón Meabe, de la JSU, y yo le conocí
en Bilbao, cuando estaba en la ejecutiva de la JSU. Me había
relacionado con él cuando estaba en el destacamento de Arrona.
Quedé en que le comunicaría donde nos quedábamos
para que los avisase cuando volvieran.
De allí fuimos a la calle Campanario,
una dirección que también tenía Barroso, de
un chico que había pasado a Francia. Les explicamos que veníamos
escapados y nada. Desde allí acudimos a la dirección
de una camarada del Partido que yo conocía, en Sagües.
Todo esto ya serían las doce de la noche. Y el contrabandista
con nosotros, porque se había quedado con las armas en Hondarribia
y no podía perdernos la vista si queríamos contactar
posteriormente.
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Vallador, uno de los "cerebros"
del maquis en el País Vasco, fundador de la Brigada Vasca
(En la foto, leyendo un plano), cuando mandaba una unidad mixta
con brigadistas internacionales durante la Guerra Civil
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Entonces Regino González, cuyos
tíos vivían en San Sebastián, a la vista del panorama
que hay y que no podemos quedarnos en ningún piso, nos dice que
va a hablar con su tío, que vive en la calle San Martín,
cerca del Buen Pastor. A las doce, los cinco tíos esperando abajo.
Al final allí nos quedamos él y yo. Beñat, cuando
íbamos a despedirnos, me dijo que ya no volvía. Se intuía
algo, quizá la chica del caserío le dijo algo... No sé,
se olía alguna cosa. Se fue a Francia, a Hendaya, a una dirección
que conocíamos y quedamos en que le avisaríamos cuando pudiéramos
ir a recoger las armas.
Al día siguiente fui al bar de Arjanaute. Me dijo: Vamos
a pasear, que aquí está mal hablar. Fuimos a pasear
hasta cerca de La Brecha y me dijo que a santo de qué le
metíamos en esa cuestión, que él no quería
complicarse en cuestiones de bombas y metralletas, pero que contactaría
con Lapeira.
En fin, que como no había sitio para quedarnos en San Sebastián,
tuvimos que quedarnos en casa del pariente de Regino, que era hacerle
una buena faena. Infraestructura nula, eso me desesperaba. Y se lo decía
a Barroso en la cárcel y no me entendía. Pero el problema
de la detención fue que no podías perder el contacto con
el contrabandista ni tampoco con los que habían ido a Bilbao. Mientras,
la Policía ha localizado el caserío, ha localizado a la
chica y a Pepe Aguilar. Y Pepe les pone en la pista del piso de Lirio.
Y Lirio sabe nuestra dirección para dársela a los que tenían
que contactar con nosotros. Y así caímos.
La Caída
del grupo
Melitón Manzanas, Jefe
de la Brigada Político Social en Guipúzcoa.
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Lapeira vino de Bilbao, habló con Arjanaute
y apareció en el piso a las cuatro. Nos dijo cómo
habían andado por Bilbao, quedamos de nuevo a las nueve de
la noche y salió para hacer una gestión. Le dije que
fuera puntual. La Policía entró a las ocho y media
siguiendo la pista de Lirio. ¡Y yo sabía que a las
nueve venía! Era Melitón Manzanas, que me conocía
muy bien de antes de la guerra, y otro que tenía un obrador
en Irún. Y tuvimos la mala suerte de que nos iban a llevar
a las ocho y media pero, entre los tíos de Regino, la prima,
nosotros dos y cuatro policías no cabíamos en el coche.
Y le dijo al chófer: ¡Vete a la Avenida y coge
dos taxis!. Y en ese crítico momento llega Lapeira,
no ve nada raro, sube al piso y le enganchan. Si tarda un cuarto
de hora, no nos encuentra y se salva. Y si viene cinco minutos antes,
ve el coche de la Policía ahí al lado y se larga.
De la caída del segundo grupo no sé detalles, pero
fue un desastre aquello. Cayeron montones de personas que no eran
colaboradores activos, ni enlaces, sólo amigos, conocidos
que habían hablado con nosotros.
Manzanas nos frió a preguntas a Regino,
a Lapeira y a mí. Luego nos llevó a la Comandancia
Militar, de la Avenida de Francia. Como Irún estaba quemado,
cuando me sacaron de la comisaría de la calle Aduana y me
llevaron atado por todo el paseo Colón a las tres de la mañana,
estaba seguro que me iban a fusilar. Además, al salir, Manzanas
les dijo a los dos policías armadas: ¡A éste,
ya sabéis, a la mínima, fuego!. Estaba seguro
de que iban a darme el paseo. Convencido de que me llevaban a Plaiaundi,
a darme "el paseo".
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Pasado el primer susto, en la Comandancia
Militar estuve repasando mentalmente cómo habíamos caído.
Me habían hecho descalzar y me pisaron los pies. Yo no dije ningún
nombre, porque a partir de Arjanaute podían haber cogido a más
gente. A mí no me apretaron mucho, esa es la verdad, porque pensaron
que los enlaces los tenía el que había ido a Bilbao. Pero
la paliza a Lapeira fue de abrigo. Y tampoco dijo ningún nombre.
Estando allí, llegó la visita del coronel Ibáñez,
que era el segundo jefe de fronteras, conocido de mi tía Rosa.
Tenía amistad con él y le avisó. Entró en
la habitación y se puso fuera de sí: ¡Estás
loco! ¡Estáis locos! ¿Qué cojones venís
a hacer aquí? ¡Te va a costar caro esto! Me ha dicho tu tía
que venga a verte, pero no te voy a dar ningún optimismo, ¿eh?
¡Estáis perdidos! Van a hacer un consejo sumarísimo
en 48 horas y os fusilan. Ya sabéis que yo no soy fascista, no
soy de Falange, soy monárquico de toda la vida, pero....
Y yo acojonado allí.
Luego me llevaron a la cárcel de Ondarreta. Me llamó
el director, Ramón Otalora y Barrientos, a quien conocía
de Valencia, porque era inspector cuando yo estuve condenado en San Miguel
de los Reyes, en 1939. Me llamó al despacho. Cuando yo me fugué
de Arrona, dependía de Ondarreta. Y me llevaba conducido el jefe
de servicio, Echarte, un navarro de Pamplona, buena persona, que había
sido jefe del destacamento. Conmigo se portó muy bien y me decía
En buena te has metido. ¿Cómo se te ocurre venir aquí?.
Y el Director le dijo: A éste llévele usted al último
rincón de la cárcel, al último agujero, donde no
vuelva a ver el sol, para que se pudra allí. Y me llevaron
a una habitación donde había ataúdes. ¡Joder,
que volví a pensar que me pegaban un tiro!
Durante el proceso judicial, en la celda, mi problema era si podría
morir valientemente. En mi celda, ensayaba la pose que iba a poner ante
el pelotón. Todo el día en la celda, sin tener qué
hacer. Nos defendió en el jucio un conocido militar de Irún,
que luego se ha hecho jesuita.
Estaba convencido de que no había
solución, porque habían fusilado por mucho menos. Cuando
el juicio, resultó que uno de los venidos de Francia, y te aseguro
que yo no, llevaba, asómbrate, la nómina con los nombres
de los once, firmada por cada uno, con lo que cobrábamos en francos.
¿Tú crees posible eso? Y nos salvamos porque ponía:
Barroso, comandante; Gandía, capitán; Regino, teniente;
Usabiaga, Lapeira, Chopitea, soldados.... Y, claro, la salvación:
Yo, desde luego, soldado. Yo hacía lo que me decían
los jefes. Si en el expediente o en las declaraciones se llega a
descubrir que yo venía como jefe de agi-pro y Lapeira como secretario,
otro gallo nos cantaba. Y esa fue la atenuante. Al final, pena de muerte
para Barroso y Lapeira, éste con la agravente de resistencia
a la autoridad, porque cuando le detuvieron abrió la puerta
la prima de Regino, pero Manzanas estaba escondido detrás con la
pistola y Lapeira se llevó la mano a la pistola del bolsillo. Todo
muy exagerado. Todos los demás, 20 años y un día
de cárcel. También había acabado la guerra, y quizá
Franco no podía seguir fusilando a mansalva. Pero eso es difícil
de saberlo ahora, porque en 1945 se fusilaron a montones de personas.
El 30 de noviembre, a causa del listado de Barroso, la represión
policial cayó sobre Eusko Naya. Fueron arrestados numerosos
nacionalistas, sobre todo en Vizcaya, y otros tuvieron que escapar a Francia.
También consecuencia del apresamiento del primer grupo, fue la
detención en San Sebastián de una red establecida en septiembre
para conseguir salvoconductos y documentación. Un policía,
fingiéndose maquis recién llegado del exterior, se presentó
al contacto José Esquizabel, dueño de un bar. A partir de
él fue arrestado Alejandro Irízar, secretario del Ayuntamiento
de Ormaiztegi, que conseguía impresos oficiales y papel timbrado
merced a su puesto.
Según Francisco Aguado, también
cayeron varios enlaces y dos maquis recién llegados de Francia:
"En diciembre del mismo año (1944), prodújose en San
Sebastián la desarticulación de uno de estos dispositivos
de paso, que había sido preparado minuciosamente desde hacía
algún tiempo. De esta forma, los pasos por la frontera guipuzcoana
quedaron quemados por algún tiempo. Más tarde
volverían a establecerse para alimentar el bandolerismo de Galicia,
Asturias o Santander."
* El presente trabajo está extraído del libro Maquis.
La guerrilla vasca 1938-1961 de editorial Txalaparta.
Notas:
(1) PONS PRADES, E.: Guerrillas españolas 1936-60.-
(2) ARASA, Daniel: Años 40. Los maquis y el PCE.-
(4) F. AGUADO: El Maquis
en España
*Colaboración del profesor
Mikel Rodríguez Álvarez
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