Mapa del Pirineo
navarro (Pulsar)
Quedan
pocos. La mayoría terminó muerta en el monte o ante
el pelotón de fusilamiento. Otros no sobrevivieron a la cárcel
porque una pulmonía o la tuberculosis los dejó para
siempre en el Penal de Burgos. Los que sobreviven no son demasiado
dados a recordar su pasado.
"Mira, yo siempre
he estado donde creía que debía estar. Durante la
República fundamos el sindicato UGT en mi pueblo. En la Guerra
Civil, peleé por la República. Durante la II Guerra
Mundial, nos echamos al monte para luchar contra los nazis. En 1944
me dijeron que volviese a España a dirigir el maquis en Euskadi
y lo hice con alegría, aún sabiendo que me jugaba
la vida" comenta Victorio Vicuña, el jefe
de la "Agrupación Guerrillera de Euskadi".
Pero en parecidos términos
podríamos oír a Marcelo Usabiaga, a Jacinto Ochoa,
a Bittor Lecumberri o a cualquiera de los veteranos de la lucha
contra el fascismo. Todos coinciden también en otra cuestión:
se quejan amargamente porque no se han retirado los calificativos
de bandidos y criminales con que los denominaban los informes policiales.
Peor paradas quedan
aún las guerrilleras, a las que las fuentes policiales califican
unánimemente de prostitutas.
La "Agrupación Guerrillera"
en el País Vasco
Tras la liberación de Francia, las unidades de guerrilleros
españoles llegaron a contar con más de 20.000 combatientes.
La Dirección del PCE en Francia, el navarro Jesús
Monzón, su compañera Carmen de Pedro, el bilbaíno
Luis Fernández, Manuel Gimeno y Manuel Azcárate decidieron
intentar el derrocamiento militar de la dictadura franquista.
Parecía que, derrotada la Italia
fascista y con Hitler acorralado, el régimen de Franco tenía
sus horas contadas. Una segunda razón impulsaba a esta dirección:
durante la guerra habían actuado independientemente del Comité
Central (CC) del PCE, pero tras la Liberación Pasionaria,
Vicente Uribe y Santiago Carrillo, con el beneplácito de
Moscú, volverían a controlar todo el partido. Una
victoria en España consolidaría en sus cargos a la
dirección francesa.
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Victorio Vicuña Ferrero, cuando comandaba
la 10a Brigada en Francia durante la 2a Guerra Mundial:
"Pensábamos
que el final de la guerra mundial era el final de Franco. Creíamos
que si invadíamos España y creábamos una
cabeza de puente seríamos ayudados por los Aliados. Creíamos
que si creábamos una situación de conflicto directo,
los Aliados no tendrían más remedio que intervenir,
devolviéndonos los esfuerzos que habíamos hecho
por ellos. Y que la entrada de una o dos divisiones americanas
provocaría que los militares abandonasen a Franco. Esa
fue nuestra equivocación. Fuimos incautos políticamente"
(Victorio Vicuña)
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Guerrilleros de la UNE, en 1944,en los
Bajos Pirineos
Valle del Roncal
"La Marcha
de los 100 Días"
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Análisis geográfico
del periplo "La Marcha de los 100 Días" realizado
por 6 guerrilleros andaluces desde Motri, (Granada) hasta la frontera
de Francia, del profesor Fernando Hernández Sánchez,
del
Dto. CCSS, Geografía e Historia
I.E.S. "Sefarad", de Fuenlabrada,
Madrid
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(PULSAR)
Luís Fernández -el
más alto del grupo-, Jefe de la Agrupación Guerrillera
de Navarra, con su plana mayor, en Francia, 1944
|
Paso de La Rhune (Francia)
José Vicente
Arizaga, veterano de los campos de concentración franceses
y de la Resistencia:
"...Íbamos
muy despacio y cuando se hizo de día aún estábamos
frente a La Rhune. Con los anteojos veía el pueblo
de Vera del Bidasoa. Pero desde La Rhune probablemente
nos estaban vigilando, porque sabían que veníamos.
Alguien nos vio y enseguida se chivó. Algún pastor.
Yo únicamente vi a 5 soldados de patrulla, con el fusil
de revés sobre el hombro y avisé a los demás
para que se escondiesen. Ordenaron no disparar. Perdimos el enlace,
el río Bidasoa estaba crecido, estuvimos un par
de días sin saber qué hacer. Y, cuando estábamos
en un barranco, nos cogieron allí. Empezaron a dispararnos,
fueron poco precisos, no sé si tenían más
miedo que nosotros. La verdad es que en el combate nos hicieron
menos daño del que pudieron. En aquel momento o después
murió el comisario del batallón, José
Silva. Tuvimos un par de muertos y nos ordenaron ¡Tomad
la loma!. Salimos escapados intentando coger altura. Ahí
me vi bastante apurado, pero parecía que no nos querían
tirar, porque pasé por una zona despejada y cuando llegué
arriba es cuando nos empezaron a disparar. Total, que nos reagrupamos
y tuvimos una reunión con los mandos sobre qué hacer.
Y decidimos volver."
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Salies de Béarn, base de partida
de la 10a Brigada
Y no se
podía hacer nada para ayudarles, porque en el 36 aún
hubo gentes que pudieron ayudar. Cuando los maquis era imposible
ayudarles porque los que éramos "rojos" estábamos
todos fichados y entonces se estaban cortando cabezas a mansalva.
Es difícil entenderlo de no haberlo vivido, es difícil
entender la situación ahora. Nuestro miedo no lo entenderéis
nunca, el miedo que teníamos era pavor" (Conchi Anaut)
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La Reconquista
de España comienza en Navarra
Míkel Rodríguez
Álvarez, Profesor de Historia
El estudio de la guerrilla en el País
Vasco y Navarra resulta especialmente difícil, debido a la falta
de fuentes. Las difíciles condiciones de la clandestinidad, la
autocensura y el deterioro producido por el tiempo en los microfilms hace
que reconstruir la historia de la guerrilla sea una empresa difícil.
Y también, lo que quizá resulte más grave, no existe
un verdadero interés institucional por recordar una lucha antifranquista
protagonizada principalmente por el PCE.
En el otoño de 1944 la Unión Nacional Española
(UNE) la organización de los exilados antifranquistas de
predominio comunista - proclamó que había llegado la hora
de reconquistar España. La invasión guerrillera que debía
derribar a Franco se produjo por Navarra, Huesca y Lérida.
La primera embestida se dio en Navarra. Los maquis fueron tomando posiciones
cerca de la frontera. Desde la zona de Pau se trasladaron a las
poblaciones de Sainte Engrace y Esterençuby. En total, más
de 800 guerrilleros se concentraron en el área Olorón-Mauleon-Ustaritz.
Los guerrilleros eran de variada procedencia: Isidoro Granado, de Madrid;
Domingo Abanades, Guadalajara; Roberto Gayarre, Navarra; Mariano Hidalgo,
asturiano; Salvador Sangut, barcelonés; Félix García,
Madrid; Miguel Sierra, de Cáceres; Juan Ferrer, Hospitalet; el
leridano Manuel Rocha; Ramón Mayo, de Biescas; el eibartarra Angel
Loidi... Muchos maquis quedaron muertos e insepultos en los bosques
y nunca sabremos sus nombres. Todavía ocho meses después
de los combates se seguían encontrando cadáveres.
La invasión se inició la noche del 3 al 4 de octubre, cuando
pasaron los primeros guerrilleros, unos 250 hombres de la 54 Brigada.
Partieron de Esterençubi y cruzaron la frontera por Roncesvalles.
El primer combate se produjo el día 4 contra un destacamento de
la Policía Armada en Izalzu. Murieron dos policías
y el guardia civil que les servía de guía. Los maquis además
capturaron a un sargento y a un número. Tras esta escaramuza y
debido a la presencia de numerosas fuerzas enemigas, el grupo se dividió
en dos partidas:
Una, tras llegar hasta Abaurrea Alta, tuvo que
retroceder y repasó la frontera el día 8, liberando al sargento
capturado, en Francia. La otra entabló un combate el mismo día
4 en Vidangoz, en la zona del monte San Fernando, contra
una compañía del batallón América reforzada
por dos secciones de la Policía Armada. Murieron 6 maquis y 12
fueron capturados. Por parte gubernamental cayeron el teniente Ramón
Benito Alonso, dos cabos y dos soldados. La lucha fue muy dura,
llegándose al cuerpo a cuerpo. Este grupo posteriormente tuvo otro
encuentro en la borda Zalba contra tropas de infantería.
Murieron 2 soldados y 5 guerrilleros, mientras un oficial resultaba herido
de gravedad. Se hicieron 30 prisioneros. En Navascués se
produjo la única verdadera batalla de la campaña, con uso
de morteros y ametralladoras pesadas, pero los guerrilleros lograron romper
el contacto. El destacamento, muy debilitado y sin municiones, se fraccionó
y retornó a Francia sin más bajas, salvo algún guerrillero
que se entregó en el puesto de la Guardia Civil de Burguete.
El día 6 se produjo un combate contra el Ejército en Ainzioa,
en el valle del Erro, a resultas del cual el destacamento de 40
maquis se dispersó y retomó la frontera. Dos días
después, ante el complicado cariz que tomaban los acontecimientos,
se trasladó al batallón Legazpi XXIII desde San Sebastián.
Las órdenes proporcionadas a su mando establecían que la
unidad debía limpiar de enemigos la zona de Aoiz e Irurzun.
El día 9 el batallón tuvo su bautismo de fuego junto a otras
unidades en Arostegi, cerca del paso de Dos Hermanas. Sufrieron
tres muertos y varios heridos, entre ellos un teniente y un capitán.
Uno de los fallecidos era el alférez de complemento bilbaíno
Miguel de la Mano, herido gravemente en la acción y que
murió al día siguiente. Era el primer mártir de la
milicia universitaria y como tal se expuso durante años un cuadro
suyo en la sala de banderas del regimiento Sicilia. En el mismo enfrentamiento
murieron los soldados Julián Orbegozo e Isidro Angulo.
Ese día una partida de 8 guerrilleros entró en Abaurrea
Alta y obligaron al alcalde a que les acompañase al puesto
de la Guardia Civil. Allí le hicieron llamar al portón.
Cuando le abrieron, dispararon al interior, matando a un número
e hiriendo a tres. Tras este ataque el grupo se dispersó. La Guardia
Civil del pueblo capturó dos maquis de la partida el mismo día
y varios más las jornadas siguientes, entre ellos algunas mujeres.
El día 9, dos guerrilleros fueron detenidos cuando intentaban atacar
el puesto de la Guardia Civil en Olagüe, a sólo 20
kilómetros de Pamplona. Los maquis fueron apresados más
al sur.
Respecto al crecido número de prisioneros, el testimonio de un
oficial de infantería aclara en parte la cuestión: Íbamos
patrullando a pie cuando, de repente, apareció un grupo de maquis.
Nos podían haber emboscado y acabado con todos nosotros, porque
nos habían sorprendido totalmente. Pero venían a entregarse.
Los llevé yo personalmente hasta Pamplona. Me dijeron que
habían estado escondidos varios días esperando que pasasen
soldados, porque no querían entregarse a la Guardia Civil o
a la Policía. Habían entrado en España convencidos
de que no tendrían que luchar, que la guerra había terminado
con su victoria sobre los alemanes y que les iban a recibir como a libertadores.
Y al darse cuenta de la realidad, decidieron entregarse. Una cosa que
les sorprendió también fue que las tiendas estuvieran abiertas
y que existiesen productos para vender, pues venían con la idea
de que España estaba hecha un caos y que no había ni comercio
ni mercancías. La verdad es que hicieron bien en entregarse a nosotros,
porque los cogíamos y nos limitábamos a llevarlos en camión
hasta Pamplona y entregarlos en la cárcel. Pero la Policía
y la Guardia Civil antes de encerrarlos los interrogaban. Así que,
cuando menos, les daban un buen repaso antes de llevarlos
a prisión.
La invasión dejó patente la escasa preparación del
Ejército para la lucha antiguerrillera. La mayor parte de la guarnición
fronteriza estaba compuesta por antiguos combatientes republicanos y por
soldados de reemplazo, simples quintos que intentaban inútilmente
pasar la "mili" sin excesivas complicaciones.
Un quinto guipuzcoano al que tocó hacer el servicio
militar en estas difíciles circunstancias nos lo recuerda: Yo
estaba en el valle de Baztán. Había tiroteos casi
todas las noches, porque había muchos nervios. Disparábamos
al ganado y a todo lo que se movía. En las unidades estábamos
mezclados quintos normales, que estábamos mejor, pero también
había muchos republicanos que ya estaban aburridos de la vida.
Habían hecho la guerra, luego estuvieron en la cárcel varios
años, luego los llevaron a los batallones disciplinarios y luego
¡a volver a hacer tres años de servicio militar! Éstos
ya nos decían: Nos da lo mismo pegar un tiro a nuestros
oficiales que a los que vengan de Francia. En esas condiciones,
comprenderás que mili pasamos. Los nervios y la bisoñez
de la tropa a veces producían situaciones surrealistas, como en
Vertiz, donde una sección de infantería se apeó
del tren al localizar una partida de maquis, combatiendo toda una noche
¡contra una piara de jabalíes!
El 18, tres maquis fueron capturados por soldados del América XIX
en el puerto de Velate. Al día siguiente se produjo el principal
esfuerzo guerrillero, la invasión del valle de Arán,
en Huesca. Esto provocó la reactivación de las entradas
por la frontera navarra. La 522 Brigada, doscientos guerrilleros mandados
por el comandante Couto atravesaron la frontera por el Roncal,
en dirección al pueblo de Sádaba y con destino final
en el Maestrazgo. Los días 20 y 21, procedentes de Saint Engrace,
400 guerrilleros de la 153 Brigada entraron por el portillo de Arrakogoiti,
en el Roncal. Se dirigieron hacia Garde, desde donde esperaban
pasar a Huesca y enlazar con la invasión de Arán.
Perseguidos muy de cerca por las fuerzas gubernamentales,
enseguida se fraccionaron, llegando partidas sueltas a Lecumberri,
Lesaca y Aralar o siguiendo hacia Aragón.
Un oficial de la Agrupación Cenetista de la UNE,
"Chispita", recuerda esta incursión: Cuando
entramos en España éramos un centenar de hombres. Casi todos
veteranos de la guerrilla francesa. Por eso quizá tuvimos menos
reveses que otros grupos. Sostuvimos varios combates apenas pisamos territorio
español. Casi siempre con la Guardia Civil. Se notaba que eran
excombatientes de la guerra civil por su forma de actuar en la montaña
y por su valentía (...) Los enfrentamientos más violentos
nada más entrar los tuvimos en la Sierra de Uztarroz. Luego
nos disgregamos en tres grupos. Yo tomé el mando de uno de ellos.
Tuvimos pocas bajas porque, como ya te dije, nuestros hombres eran guerrilleros
muy fogueados. Pero la resistencia encontrada hizo retroceder a Francia
a más de la mitad. Cuando algunos dijimos que se tenía que
penetrar hacia el interior, en busca de guerrillas locales, no faltó
quien puso en duda su existencia, alegando que eso formaba parte del engaño
general. Pienso que si hubiésemos tenido mejor información
sobre esas partidas guerrilleras la mayor parte de los grupos que regresaron
a Francia posiblemente no lo hubieran hecho (...) Bajamos hasta la Sierra
de Santo Domingo, pasando por Navascués y Urriés
(1). Este grupo llegó al Maeztrazgo a finales de octubre.
Victorio Sarriés, entonces sólo un niño, iba
irse a la cama en Iza, en el valle de Salazar, cuando sonaron
golpes en la puerta. La casa no tenía luz eléctrica y costaba
atisbar algo. Eran dos hombres armados con fusiles y granadas. Le preguntaron
por su padre y entonces éste apareció con unos carboneros
que vivían en la casa. Los guerrilleros estaban tan asustados como
ellos y sólo querían algo para comer. Les dieron lo que
pudieron pero, como todavía no habían hecho la matanza,
sólo había pan y nueces. Estuvieron un rato hablando, dieron
las gracias y se fueron. Pero un vecino ya les había denunciado.
El Ejército cercó la casa y con las primeras luces se decidieron
a entrar. Los soldados estaban nerviosos y querían registrar las
habitaciones. En ese momento asomó un ermitaño, Fernando,
que vivía enfrente. Los soldados le dispararon y la bala rozó
su cuello antes de incrustarse en la pared. Llevaron a toda la familia
a declarar y luego los dejaron en libertad. A los guerrilleros los detuvieron
días después en Zerrenkenos.
Enric Carreras, miembro de la 522 Brigada, entró por el
Roncal con catorce compañeros: Aunque en algún
momento encontramos gente que nos ayuda, son muchos los que acuden a denunciarnos
(2) Otro grupo de esta Brigada llegó hasta Aralar, donde
sostuvo un duro enfrentamiento con la Guardia Civil. Al final, 17 se entregaron.
En un combate en Lesaka con otro destacamento de 60 guerrilleros
que intentaba regresar a Francia murió un guardia civil y el policía
armada Quintín Cuesta. El día 22, doce guerrilleros
fueron detenidos en el Baztán.
Por esas mismas fechas comenzó a infiltrarse en pequeños
grupos la 10 Brigada. Victorio Vicuña era su comandante:
Respecto a la invasión, nosotros tuvimos una gran dosis de
subjetivismo. Pensábamos que el final de la guerra mundial era
el final de Franco. Creíamos que si invadíamos España
y creábamos una cabeza de puente seríamos ayudados por los
Aliados. Creíamos que si creábamos una situación
de conflicto directo, los Aliados no tendrían más remedio
que intervenir, devolviéndonos los esfuerzos que habíamos
hecho por ellos. Y que la entrada de una o dos divisiones americanas provocaría
que los militares abandonasen a Franco. Esa fue nuestra equivocación.
Fuimos incautos políticamente. Se intentaba cubrir con voluntad
las deficiencias. En ese período queríamos crear una presión
para que las tropas aliadas entrasen detrás de nosotros. No era
una forma de pensar políticamente equivocada hasta unos meses antes,
pero teníamos ya los inicios de la Guerra Fría. Un gran
error político. Monzón y la Dirección se equivocaron,
pero tuvieron espíritu de lucha.
Yo estaba un poco mosqueado, porque veía que esto no iba a acabar
bien. Llevaba bastante tiempo en esto para conocer la importancia de la
información y, como no tenía casi guías del país,
todas las noches mandaba patrullas de información con prismáticos
y telescopios cogidos a los alemanes, que atravesaban la frontera, se
quedaban un día escondidas y volvían la noche siguiente
con una información veraz. Por ejemplo, me decían qué
movimientos de tropas habían visto, en qué lugares y cuántos
toques de trompeta habían escuchado. Cada toque indicaba la posición
de un destacamento militar. Y había un montón. Pero los
boletines de la Agrupación decían todo lo contrario, que
no había fuerzas en la frontera. Nuestra propaganda magnificaba
todo: si tres obreros se quejaban, hablaban de huelga. Si aparecían
unas pintadas, que un barrio se había levantado. Las informaciones
de la Agrupación Guerrillera parecían muy completas. Constaba
el nombre de todos los pueblos, con las fuerzas del orden y los destacamentos
de ejército acantonados en ellas. Según esos informes, la
frontera estaba casi desguarnecida.
A principios de octubre de 1944 iniciamos la campaña del Bidasoa.
Se habían establecido dos sectores: uno, en el Pirineo catalán
y Aragón, donde debían entrar por Jaca. Otro, desde
Olorón-Santa María hasta el Atlántico. Mi
brigada, la 10, estaba la más cercana al mar, en Cambó.
Mis órdenes, concretamente, eran introducir toda la brigada al
unísono, utilizando todos los hombres disponibles. Mis órdenes
eran presentarse en España con todas las fuerzas posibles.
Yo ya advertí a mis jefes, Luis Fernández y Modesto Vallador
que iba a meter seis destacamentos de 60 guerrilleros progresivamente
y que yo pasaría con el tercero cuando conociese la situación.
Y que tampoco utilizaría algunos hombres, como la Brigada Vasca,
que estaban faltos de preparación y porque a su jefe, Ordoki
le veía muy reticente e inseguro. Los nacionalistas, algunos republicanos
y los Llopis no estaban de acuerdo con la operación
y habían minado los deseos de luchar.
Nuestro objetivo era, desde el punto de vista de la estrategia, el mismo
que el de Arán. Aunque en Arán la penetración
era más fácil, al ser un sector más montañoso.
Teníamos que establecer una cabeza de puente, tras lo cual se levantaría
el pueblo español y los ejércitos aliados, ante este hecho
consumado, nos ayudarían y derribarían a Franco.
Esa era la idea central, más que objetivos concretos de ¿hacia
dónde vamos? o ¡hay que tomar tal pueblo!.
Nuestra orden concreta era: Evitando las ciudades y los pueblos,
cruzar el Bidasoa y establecer bases en las zonas montañosas de
Guipúzcoa y de Vizcaya. Si no hay una caída inmediata de
Franco, intentar llegar a Santander.
Empezó la operación y entramos por la zona de Sara.
La primera noche pasaron dos grupos, la segunda, uno. Entraban de noche
y con la orden de intentar evitar el combate porque no tenían munición
más que para cinco minutos de fuego. Había metido estos
tres grupos, alrededor de 180 hombres, e iba a pasar yo mismo cuando el
tercer día llegó la orden de suspender la operación.
Los grupos, hasta cruzar el Bidasoa, no encontraron la menor resistencia,
sólo alguna patrulla aislada. Las tropas del Ejército, Falange
y requetés se habían concentrado al otro lado del río.
Todos los que pasaron el Bidasoa no volvieron más. De los que no
pasaron, pues algunos lograron salvarse.
En proporción, tuvimos más bajas que en la operación
del valle de Arán. Sólo por pasar el río, que había
llovido mucho y había crecido, se ahogaron 14 o 15 guerrilleros.
En total parece que la brigada tuvo medio centenar de desaparecidos. ¿Fueron
detenidos y ejecutados de forma sumaria, desertaron o lograron llegar
a bases guerrilleras en otras provincias? Lo único comprobado es
que de muchos nunca más se supo.
Uno de los integrantes de aquella brigada era José Vicente Arizaga,
veterano de los campos de concentración franceses y de la Resistencia:
Yo había pasado a Francia desde Cataluña cuando
la derrota, con 14 años. Así que aquella era mi vuelta a
España. Mi experiencia en el interior fue muy corta, se trató
de muy pocos días. Entré con un grupo de 52 hombres del
primer batallón de la 10 Brigada. Antes de entrar en España
le cambiaron el nombre a la unidad para despistar y pasamos a ser la 227
Brigada. Salimos de Salies de Bearn en camiones y cruzamos la frontera
por la zona del monte La Rhune. Íbamos ya con la estructura
de hacer un futuro ejército: un teniente para cada 5 soldados,
que luego sería el oficial de los futuros guerrilleros. Para reír.
Ya durante la ocupación en Francia hubo batallones que se componían
de 8 hombres. Así que cuando se lee: Tal operación
fue ejecutada por el batallón X, a lo mejor estamos hablando
de una operación en que participaron 4 personas. Antes había
pasado otro batallón por lo menos, porque me habían dado
instrucciones de que no dejásemos papeles, ni colillas, ni nada.
Y encontramos una lata de conservas de sardinas de los que pasaron antes
y la tuvimos que enterrar.
Llevábamos 5 fusiles ametralladores ingleses
Bren y uno alemán. Llevábamos armas ligeras, pero bastante
más que lo que teníamos enfrente. El armamento era diverso:
unos fusiles canadienses de la Guerra del 14 muy pesados y poco precisos,
que no gustaban a los hombres aunque tenían cargadores muy grandes,
de 10 balas; Mausers; dos variantes de Sten, con culatas diferentes; bombas
de mano de piña y yo llevaba 30 Kgs. de trilita. Pero traíamos
muy poca comida, latas de sardinas que habíamos cogido de un tren
que la Brigada voló cerca de Olorón, con conservas
y botas de media caña españolas para los alemanes. Los cargadores
de los fusiles ametralladores se habían distribuido entre todos.
Yo llevaba dos cargadores y algunas balas sueltas, que servían
tanto para el mosquetón Mauser como para el Bren.
Llevábamos las mejores armas, porque en la 10 Brigada teníamos
también la Skoda, que era la versión del Mauser hecho
en Checoslovaquia; bombas de mano italianas de dos clases, que parecían
cantimploras y que nadie las quería; bombas de palo alemanas que
tampoco quería nadie, aunque supongo que serían útiles
porque los alemanes eran unos artistas a la hora de hacer la guerra; un
par de naranjeros españoles; pistolas hechas en Eibar
y subfusiles rusos de tambor, que parecían el arma de los gansters...
Íbamos muy despacio y cuando se hizo de día aún
estábamos frente a La Rhune. Con los anteojos veía
el pueblo de Vera del Bidasoa. Pero desde La Rhune probablemente
nos estaban vigilando, porque sabían que veníamos. Alguien
nos vio y enseguida se chivó. Algún pastor. Yo únicamente
vi a 5 soldados de patrulla, con el fusil de revés sobre el hombro
y avisé a los demás para que se escondiesen. Ordenaron no
disparar. Perdimos el enlace, el río Bidasoa estaba crecido,
estuvimos un par de días sin saber qué hacer. Y, cuando
estábamos en un barranco, nos cogieron allí. Empezaron a
dispararnos, fueron poco precisos, no sé si tenían más
miedo que nosotros. La verdad es que en el combate nos hicieron menos
daño del que pudieron. En aquel momento o después murió
el comisario del batallón, José Silva. Tuvimos un
par de muertos y nos ordenaron ¡Tomad la loma!. Salimos
escapados intentando coger altura. Ahí me vi bastante apurado,
pero parecía que no nos querían tirar, porque pasé
por una zona despejada y cuando llegué arriba es cuando nos empezaron
a disparar. Total, que nos reagrupamos y tuvimos una reunión con
los mandos sobre qué hacer. Y decidimos volver. El comisario de
la otra compañía, para quedar bien, dijo que seguía
para adelante y desapareció y no lo vimos más.
Pero es que éste sabía lo que había después,
una especie de tribunal juzgaba a los que se retiraban sin órdenes.
Y pasamos a Francia, a Sara.
Creyendo que estábamos a salvo, matamos dos corderos y nos pusimos
a comer. Estábamos en dos bordas y en un momento dado atacaron
la otra borda, a 100 metros y allí mataron al comandante Cabero,
cuando abastecía el fusil ametrallador y a otros compañeros
más. Intentamos reaccionar, pero ninguno de los Bren funcionó
- yo creo que algún agente los había estropeado - y no podíamos
responder al fuego de los franquistas. Con el jaleo llegaron en camiones
los franceses del Cuerpo Franco Pommiés, que no eran comunistas
pero nos tenían mucho aprecio, porque habían luchado contra
los alemanes. Y formaron frente a los franquistas, que se largaron. Cuando
llegué a la base, en Salies, los compañeros me abrazaban
porque les habían dicho que habían matado a un comisario
y pensaban que era yo. En total tuvimos 8 muertos de 52. De las fuerzas
franquistas se pasaron bastantes, quintos y suboficiales del ejército
e incluso algunos policías.
Jacinto Ochoa, fugado del penal de San Cristóbal,
recuerda aquellos días: Estuvimos en Ustaritz unos
días, nos montamos en unos camiones, fuimos hasta muy cerca de
la frontera y después de allí, cargados con los macutos
y las cosas que teníamos, munición y armas, aquella misma
noche cruzamos la muga. Llevábamos rifles americanos y buenos debían
ser aquellos cachorros, tenían un cargador bastante majo, no sé
cuantas balas metí en la cámara, y después metralletas
de esas que se fabricaban en Estados Unidos. Se arrojaban para el maquis.
Era una cosa muy rudimentaria, no tenían más que un tubo
y un cargador grande de 30 tiros. Y claro, aquello para actos de sorpresa
debía ser muy bueno, porque no pesaba nada y podías desplazarte.
Nosotros seríamos unos 50 guerrilleros. Nuestro objetivo era internarnos
y crear guerrillas, y ya después tomar la iniciativa cada uno,
pero no había un sitio concreto donde ir.
En los combates desarrollados en Ventas de Igantzi, el día
23, murieron 5 guerrilleros. Uno de estos guerrilleros falleció
al caer al canal. El agua lo arrastró hasta una presa cercana,
de donde los militares extrajeron el cadáver. Otro cayó
abatido al intentar cruzar el río por el puente de Minas.
Lo enterraron en el bosque poniéndole una anónima cruz de
madera. Los otros 3 maquis murieron en combate en el caserío Landanetxe.
El 25 se produjo un fuerte enfrentamiento en Vidangoz, en el que
perdieron la vida seis guerrilleros. Los combates comenzaron por la tarde
y prosiguieron hasta la mañana siguiente. En un principio, las
fuerzas del Ejército tuvieron que replegarse al pueblo debido a
la presión de los guerrilleros. Posteriormente, la llegada de dos
secciones de la Policía Armada y la falta de municiones obligó
a los maquis a retirarse. Un teniente y cuatro soldados murieron, mientras
que diez resultaron heridos. El 27, otra escaramuza con el regimiento
Victoria en el Portillo de Ollate costó la vida a 2 soldados
y a 5 guerrilleros. En esta acción fueron capturados 30 maquis.
Ese mismo día, una Sección de 50 soldados cruzó la
frontera cerca de Sara y registró el caserío Aniatarbe
en busca de guerrilleros. El día 28, Santiago Carrillo dio
la orden de suspender las operaciones, lo que no produjo una inmediata
suspensión de las incursiones y tampoco varió la situación
de los que, desde el interior, intentaban desesperadamente regresar a
Francia o alcanzar zonas libres de la masiva presencia franquista.
La última incursión se produjo el día 30, cuando
300 guerrilleros entraron por Ventartea hacia el valle de Ulzama,
siendo rechazados por tropas de infantería. Varios fueron capturados
posteriormente en diversos puntos del Roncal por la Guardia Civil.
El general Yagüe podía ya declarar, aliviado, que en
las palomeras de Echalar se puede cazar y pueden estar bien tranquilos
los pueblos fronterizos. El 31 de octubre la prensa anunciaba
que el último "rojo" español ha rebasado de nuevo
la frontera con Francia Las últimas detenciones, 6 guerrilleros
andaluces, se produjeron en el puesto de Ururozqui a primeros de
noviembre.
Hoy es difícil conseguir testimonios de los paisanos críticos
con la guerrilla La situación en 1944 desde luego no era la del
37, cuando los aldeanos salían a cazar a los fugados de San
Cristóbal como si de conejos se tratase. Pero tampoco eran
esa población indiferente o antifranquista que algunos autores
se empeñan en presentar. Los también parciales testimonios
recogidos hace 40 años presentaban un tono muy diferente del actual.
Jesús Hermida recogió esta declaración en
1960: Ellos estaban en las alturas, y la fuerza venía
por abajo. Los paisanos sacamos las escopetas de caza para defender el
pueblo. No pasaron cerca, pero si pasan... No les quería nadie
por aquí. Ellos decían que no nos matarían, que no
tenían nada contra nosotros. Pero a nada bueno vendrían
cuando venían así, armados con lo último.
Durante las operaciones la infantería y la policía
eran guiadas por civiles de la zona, buenos conocedores del terreno. Y
el recuerdo de los guerrilleros supervivientes es que, pese a que los
trataban bien y en algunos casos los sobornaron con paté francés
requisado, muchos campesinos corrían a delatarlos. Aún a
día de hoy, un anciano vecino de Vidangoz recuerda:
Si los militares llegan a hacernos caso, los cogen a todos. Porque
nosotros les avisamos donde podían emboscarlos, pero ellos prefirieron
hacerlo a su modo y la mayoría de los maquis se les escaparon y
siguieron adelante.
La documentación escrita también apunta en esta dirección.
En los archivos del Gobierno Civil de Pamplona existían
pliegos de descargo de contrabandistas con certificados de haber espiado
a los maquis. Una notificación de la alcaldía de Uztarroz
fechada el 4 de noviembre pide al Gobierno Civil las 250 pesetas prometidas
a un vecino por delatar a los maquis. Un listado con la relación
de los inmuebles particulares ocupados en Aoiz por la tropa del
batallón Montejurra muestra que un tercio de los afectados no deseaba
cobrar por ello. El 30 de mayo de 1945 el Régimen premió
a los vencedores, imponiendo condecoraciones y entregando recompensas
a 16 civiles que se habían distinguido en la represión de
los sucesos de la frontera de nuestra provincia.
Conchi Anaut, desde su perspectiva de roja refleja
aquella realidad: Y no se podía hacer nada para ayudarles,
porque en el 36 aún hubo gentes que pudieron ayudar. Cuando los
maquis era imposible porque los que éramos rojos estábamos
todos fichados y entonces se estaban cortando cabezas a mansalva. Es difícil
entenderlo de no haberlo vivido, es difícil entender la situación
ahora. Nuestro miedo no lo entenderéis nunca, el miedo que teníamos
era pavor. Los de derechas también tenían miedo pues, cuando
se enteraron que los maquis estaban pasando, muchos se fueron a dormir
a otras casas del miedo que tenían porque pensaban que venían
a pedirles cuentas de lo que pasaba... Estos colaboraban con la Guardia
Civil, era una manera de congraciarse con ellos. Veían a un maquis,
que igual se acercaba a pedir auxilio o comida y enseguida iban a delatarlo
(3).
En Navarra la lucha se desarrolló en la zona norte, ningún
combate se produjo por debajo de los 42 45´. Los enfrentamientos
se entablaron principalmente en dos triángulos imaginarios delimitados
por los vértices de VarcarlosBelagua-Burgui y BeraAralar-Roncesvalles.
La lucha se desarrolló con un tiempo pésimo. Nieve, niebla,
frío y lluvia limitaron los movimientos del maquis, a quienes los
franquistas, bien asesorados por paisanos, esperaban en vados, pasos y
puentes. El hambre sólo llevaban víveres para 3 días
-, la falta de recursos y de información, la fría
si no hostil acogida de la población y la superioridad numérica
del enemigo condenaron la invasión. En un mes, el Ejército
tuvo 17 muertos, 3 la Policía Armada y 3 la Guardia Civil. Los
heridos fueron mucho más numerosos y los prisioneros, dos.
Las deserciones de la tropa fueron abundantes, pero no
hemos logrado localizar ningún dato oficial al respecto. Se desconocen
las bajas exactas de los guerrilleros, pero los muertos pasaron de 50
y los capturados, del centenar.
Este artículo resume uno de los
capítulos del libro Maquis. La guerrilla vasca 1938-62.
Notas:
(1) PONS PRADES, E.: Guerrillas españolas 1936-60.-
(2) ARASA, Daniel: Años 40. Los maquis y el PCE.-
(3) CHUECA INTXUSTA, J.P.: La guerrilla en Navarra en La guerrilla
en España.-
*Colaboración del profesor
Mikel Rodríguez
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