En realidad Buffalo Bill no mató ni siquiera un búfalo, porque en Norteamérica no existen ni han existido nunca. Sólo hay bisontes.
Macizo, potente y giboso, el bisonte ha sido durante siglos el amo de las grandes praderas, donde millones de cabezas pastaban sin ser molestados.
Una vez al año los diversos grupos se reunían en rebaños inmensos, que emigraban en busca de pastos vírgenes. Y siempre con el mismo orden:
las hembras y los pequeños a los lados.
los machos adultos a los lados, detrás y en la vanguardia, vigilando por si son atacados por sus enemigos: lobos, coyotes e indios.
Después, todo cambió. Víctima de una de las más colosales matanzas de la historia animal, el bisonte fue casi exterminado. Por suerte, en 1902 se comenzó a protegerlo. En la actualidad, casi 20.000 cabezas rumían tranquilas como en los viejos tiempos aunque, en parques nacionales.
Como todos los grandes mamíferos, está infestado de parásitos, pero el pájaro bueyero le ayuda a librarse de ellos. En abril, pierde casi toda su capa de pelos.
Las luchas amorosas de los bisontes machos son dramáticas. Los dos contendientes se miran, resoplan, baten el suelos con las pezuñas y se lanzan al galope uno contra otro, asestándose terribles cabezazos.
En invierno, los bisontes que viven en el parque Yellowstone pastan cerca de las fuentes termales llamadas "géiseres", donde el calor hace derretir la ineve y pone al descubierto la hierba.
A veces, sobretodo en invierno, los individuos viejos o enfermos pierden contacto con el rebaño y se convierten en presa fácil de los lobos.