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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Y demás/Historia

Wilbur y Orville Wright aquel día histórico en Kitty Hawk, Carolina del Norte, 1903  
El rival de los hermanos Wright que nadie recuerda

La revolución en la aeronáutica costó 4 mil dólares a dos jóvenes emprendedores. El chasco de un avión que terminó en el fondo de un lago fue financiado con 50 mil dólares a costa de los contribuyentes. Esta es la historia de Samuel Pierpont Langley, el rival de los Hermanos Wright.

SEPTIEMBRE, 2005. Wilbur y Orville Wright vieron el futuro un día de 1878 cuando su padre les obsequió un helicóptero de juguete hecho de corcho y bambú. La familia administraba un pequeño taller de bicicletas en Kitty Hawk, Carolina del Norte, pero tanto Orville como su hermano quedaron fascinados con la posibilidad de volar en un vehículo propulsado a motor. Muy pronto reprodujeron y mejoraron aquel pequeño helicóptero hasta que en 1889 proyectaron crear una nave que pudiera transportar gente.

En diciembre de 1903 los hermanos Wright realizaron su primer vuelo al cual siguieron muchos más, interrumpidos cuando Orville sufrió un serio accidente. La revolución en la aviación había comenzado.

Erróneamente se cree que los hermanos Wright fueron los primeros hombres en volar. Ya desde fines del siglo XVIII era frecuente ver espectáculos aéreos en las principales ciudades europeas donde un individuo realizaba acrobacias trepado en un globo lleno de helio. Asimismo y mientras diseñaban su nave, en Europa fueron varios los diseñadores que ya habían conseguido levantar el vuelo en pequeños planeadores, antecesores de los handgliders que conocemos actualmente. Pero la empresa seguía siendo peligrosa; Otto Lilienthal, un alemán con varias horas de vuelo en su pequeño planeador, falleció al estrellarse luego que una ventisca le hizo perder el control.

La diferencia entre ellos y los hermanos Wright era la perspectiva del diseño. Para los europeos, el secreto estaba en imitar las alas de los pájaros, o bien consideraban que un motor sería bastante pesado como para elevarse en el aire. En cambio, los hermanos  Wright habían notado que una pequeña obertura maniobrable en la parte trasera de las alas permitiría impulsarse a la nave, y una cola la daría estabilidad mientras estuviera en vuelo. De esa manera, un objeto más pesado que el aire podría volar siempre y cuando no perdiera el impulso.

Los hermanos Wright eran sumamente prácticos. En vez de escribir páginas y páginas de tratados, ensayos y diseños aeronáuticos, solían perfeccionar sus aparatos sobre la marcha, escribiendo sólo pequeños apuntes. No era ese el caso de Samuel Pierpont Langley, un inventor que había publicado un libro sobre aerodinámica, además de ser un experto en física y astronomía. Langley era además un respetado intelectual pues ocupaba la secretaría del célebre Instituto Smithsoniano de Washington.

Al igual que los Wright, Langley soñaba con llevarse el crédito por haber inventado el primer aeroplano. Pero al contrario que los hijos del negociante bicicletero, de quienes buena parte de los habitantes de Kitty Hawk sabían lo que deseaban hacer, Langley era bastante receloso y no solía compartir sus proyectos con la gente, temeroso, quizá, que le fueran a plagiar sus planos. Este secretismo le saldría bastante caro pues cuando anunció que "desde mucho antes" que los Wright había creado un aeroplano, pocos le creyeron.  

Samuel Pierpont Langley

Paradójicamente, aquello era cierto. En 1896, seis años antes del histórico vuelo de los hermanos, Langley había volado en un artilugio diseñado y construido por él mismo propulsado por un pequeño motor. Sabía de sus rivales pero los menospreciaba pues ellos eran un par de muchachos bicicleteros con pocos estudios y él uno de los intelectuales más importantes de Washington. Así pues, con sus influencias no le fue difícil gestionar ante el gobierno federal para que le financiara el proyecto de conseguir una aeronave que volara distancias mayores. Finalmente y con el garante del Instituto Smithsoniano, Langley obtuvo un préstamo de 50 mil dólares para financiar sus experimentos. Esta cantidad equivale a un millón de dólares en la actualidad.

En cambio, lo que hicieron fue pedir préstamos personales  con lo cual juntaron los mil dólares necesarios  para fabricar la nave. A Langley le obsesionaba la  idea de ser recordado como el inventor del primer aeroplano,  pero a los hermanos les preocupaba más  que el aparato pudiera recorrer largas distancias y, luego, ser autofinanciable.

Langley y los Wright coincidían en un punto: era relativamente fácil que una nave levantara el vuelo; lo complicado era lograr que bajara sin sufrir daño alguno. Fue en este punto donde hubo una diferencia crucial, pues mientras Langley estaba convencido que la forma más segura de conseguir un descenso era sobre el agua, los Wright consideraban que la tierra firme ofrecía más seguridad pues en el agua había posibilidades que el piloto pudiera ahogarse. Como segunda condición estaba el realizar las pruebas en terrenos con extensión plana.

Parte de los recursos federales y del bolsillo del propio Langley se fueron en la construcción de una catapulta pues pensaba que, luego del primer impulso, la nave mantendría el vuelo por distancias mayores. Para el efecto reclutó a Charles Manly como su piloto. La idea de Langley era que el aparato pudiera alcanzar las 60 millas por hora en pleno vuelo lo cual era mucho para un artilugio tan frágil.

El 23 de octubre de 1903, un par de meses antes  que los hermanos Wright realizaran su hazaña, Langley convocó a la prensa para que viera el primer vuelo de su nave. Las cosas empezaron mal desde aquella mañana pues la catapulta no pudo soportar el peso tras lo cual se rompió el ala delantera y el avión se hundió en el agua mucho antes de su vuelo inaugural. El "piloto" pudo salir a tiempo.

El ocho de diciembre, en Washington, Langley presentó un segundo intento. La nave comenzó a despedazarse al momento mismo del lanzamiento y se estrelló sobre el río Potomac.

"Lo único que Langley hizo volar fue el dinero del gobierno", dijo un congresista mientras que el Ejército, que había seguido de cerca los experimentos de Langley vio un futuro desesperanzador respecto a la aviación; los militares pensaban que "habrían de transcurrir muchos años y miles de dólares" para lograr que el hombre recorriera enormes distancias por el aire.

Pero dos semanas después los hermanos Wright realizaban su exitoso vuelo en Kitty Hawk. También habían convocado a la prensa pero ésta fue al lugar más por curiosidad que por otra cosa, tanto así que las fotos de aquel histórico momento quizá no hubieran sido tomadas a no ser por la decisión a última hora de enviar a un fotógrafo al lugar.

Pero en adelante los hermanos Wright se hicieron célebres por todo el planeta: continuaron con sus vuelos --ya podían volar distancias de hasta 25 millas-- hasta que Orville sufrió un accidente. Y ya con los principios básicos de la aeronáutica, la aviación estalló en el resto del mundo y avanzó a un ritmo increíble y vertiginoso. Apenas dos lustros después de ese vuelo ya había aviones de combate que luego serían decisivos durante la Primera Guerra Mundial mientras que en 1927 se lograría lo hasta hace poco impensable, el viajar sin escalas de Norteamérica a Europa.

Langley tardó en asimilar el haber estado tan cerca de la gloria y de ahí pasar al semiolvido. Casi al final de su vida, en 1906, otorgó "cierto mérito" a los hermanos Wright, aunque no del todo pues durante décadas el Instituto Smithsoniano desdeñó la proeza sin presentarla en sus pabellones. Finalmente y años después de la muerte de Langley, el museo dio cabida a este momento histórico, e incluso colocó en el techo del Smithsoniano el aeroplano de los hermanos Wright.

La nave tenía un valor de mil dólares producto de aportaciones privadas. En cambio los dos aparatos de Langley que terminaron en el fondo del agua costaron al contribuyente más de 50 mil dólares. Es una enseñanza que, 102 años después, aún no hemos aprendido respecto al dinero oficial.