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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Y demás/Memorias

Las parabólicas (si es que alguien las recuerda)

JULIO, 2005. ¿Cuál es el símbolo actual de estatus? ¿Un celular-computadora con e-mail, que tome fotografías, incluya video y además envíe mensajes con emoticones? ¿Un Astra, un Lamborghini? ¿Un Home Theater que se escucha mejor que en el cine? ¿Ropa de diseñador? ¿Visitas al cirujano plástico? ¿Membresía en el gimnasio más lujoso de la ciudad? Hoy son tantas las respuestas que nadie se pondría de acuerdo, pero en 1982 las cosas eran más sencillas: el mayor símbolo de estatus era presumir una antena parabólica en el techo de la casa.

Actualmente a nadie sorprende ver las antenas pequeñas que ofrecen servicios como Sky y Directv -al menos fuera de México pues aquí esta última ya cerró operaciones-- o la señal pirata del Dish Television, Pero hace 22 años era frecuente que la gente comprara esos platos enormes, a veces blancos, en ocasiones negros y otras de rejilla, colocados sobre la cochera o el cuarto de servicio --no como excusa para realizarle una visita nocturna a la empleada doméstica-- o el jardín. Cuando al pasar por ahí veíamos que la antena se movía era aún más emocionante: ¡su dueño está localizando más canales en otros satélites! ¡Qué privilegio!

La envidia un tanto malsana tenía que ver con el hecho que nosotros, el resto, teníamos que conformarnos con la programación normal, tan mala entonces como ahora --bueno, ahora es más mala-- o el sistema de cable, un servicio tan deficiente con apenas dos canales que sólo ofrecía "cachitos" donde, para colmo, los comerciales gringos eran bloqueados y cuando había escenas sin ropa la pantalla se oscurecía a causa de un odiado censor. Lo dicho: quien tenía parabólica era un ser con canonjías.

Y canonjías baratísimas, además, porque cuando salieron las primeras antenas parabólicas el único desembolso consistía en adquirir la antena, el cable coaxial y un receptor con control remoto. Las películas, programas, noticieros y emisiones deportivas eran todas gratuitas y con sonido estéreo; eran los días en que MTV era un canal 100 por ciento de música, de modo que con conectarle un amplificador al receptor era posible recibir una señal digital con sonido estéreo formidable. Por supuesto que también estaban los canales para adultos.

El Playboy Channel era tabú, y quienes poseían parabólica presumían de "ya haber visto" la programación que empezaba a las 10 de la noche y terminaba a las tres de la mañana, de modo que todos veíamos como embobados a quien contaba con tal privilegio. Aparte del Playboy, el Spice, el Adult Channel y otro de Canadá cuyo nombre no recuerdo --aunque sí quiero acordarme-- sin duda inauguraron aquello de tener el control remoto en una mano y dentro del pantalón la otra para muchos adolescentes con parabólica, con la ventaja de que, al sintonizar el canal, no llegaban con éste virus informáticos o spyware en toneladas como hoy sucede al visitar un sitio web XXX.

Gracias a las parabólicas también supimos de los canales especializados. Naturalmente que MTV era uno de éstos, pero aquello de tener canales de cine, caricaturas, cocina, deportes y noticias rebasaba cualquier emoción. "Pero todos están en inglés", nos advertían los dueños. Qué importaba, era el estatus. Cuando uno veía cómo aquel político que daba discursos ultranacionalistas a la prensa pero que en su casa todos sus muebles eran importados --incluida, claro, la parabólica-- quedaba claro que México era (es) un país de doble, triple y aun cuadrúple moral, sobre todo porque los únicos canales en español de la parabólica eran el Spanish International Network --más tarde Telemundo y que aquí era denunciado como "promotor de la guasanada mayamense"-- y Galavisión.

Por supuesto que aquel político ni siquiera sabía decir good morning pero viajaba a Houston con frecuencia y ya había llevado a su familia a Disneyworld. Como ya lo habíamos dicho, era el estatus. Los canales a disposición del dueño de una parabólica eran el Showtime, HBO Cinemax,The Movie Channel, MTV, The Learning Channel, ESPN, The Playboy Channel y otros ya desaparecidos como Spotlight, SelecTV y The Music Channel, entre varios más. Nos tocó además ver los inicios del VH1, por entonces malísimo y que contaba con más VJs que videos --el de "We Are The World" era posible verlo un par de veces si teníamos suficiente paciencia para sintonizar el canal por dos horas seguidas-- y que tenía como presentadores a gente entonces desconocida como Rosie O'Donnell ya gente que fue famosa, como Rita Coolidge.

El que hubiera canales para las zonas Este y Oeste de Estados Unidos daba la posibilidad de escoger el mejor horario, o que alguien pudiera ver la misma cinta dos veces como si fuera permanencia voluntaria. Los anuncios publicitarios de los periódicos señalaban que era posible sintonizar "más de 500 canales" aunque la verdad muchos de ellos sólo funcionaban algunas horas al día o era necesario cambiar de posición la antena, o bien, decenas de ellos sólo eran "feeders", esto es, proporcionaban notas informativas a los pequeños canales de televisión de modo que las notas iban sin edición.

Había ventajas: durante los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles y el Mundial de México 86 estos canales “feeders” transmitieron muchísimas notas que jamás fueron transmitidas en México, como por ejemplo la "silbatina" que el entonces presidente mexicano Miguel de la Madrid recibió en la apertura del torneo de futbol y a la cual los canales locales suprimieron el audio.

Había otros canales que trasmitían operaciones a corazón abierto en vivo y conferencias donde, antes de comenzar, se veía cómo la gente pasaba de un lado a otro de la tarima, al parecer sin nada qué hacer. Los dueños de las parabólicas también compraban el Orbit, un libraco con la programación de todos los canales y que entonces costaba 30 mil pesos --unos 120 de hoy; recuerden que en 1991 le quitaron tres ceros al peso--, un precio no muy accesible como para comprarla cada mes. Lo divertido era que muchos de ellos guardaban las ediciones viejas con el dilema de tirarlas (tan caras que habían costado) o conservarlas. Sé de alguien que todavía hoy conserva algunas, todas amarillentas y con las fotos oscurecidas por las décadas.

  Eso sí, en la portada el Orbit anunciaba orgulloso estar impreso "en papel reciclado". De cualquier manera las parabólicas constituyeron un mercado boyante mientras éste duró. La ciudad de Monterrey llegó ser la región con mayor cantidad de antenas parabólicas en el mundo, incluidos los Estados Unidos donde estos aparatos no tuvieron el mismo boom ya que se vendían mayoritariamente en zonas rurales a donde no llegaba la televisión por cable.

Pero en 1986 llegó, digamos, el antídoto. Las grandes cadenas y canales de cable anunciaron la "codificación" de sus señales, esto es, para acceder se necesitaría comprar una tarjeta especial, esto con el fin de combatir a los piratas. Con ello, las antenas súbitamente perdieron su estatus pues de ahí en adelante los canales "codificados" --obviamente los mejores-- dejaban a estos aparatos como meros receptores de onda corta pues los únicos canales "libres" eran los religiosos y los de compras.

Si a ello agregamos que la devaluación constante del peso sufrió durante los 80 --en junio de 1982 valía 25 pesos, para 1988 estaba en los 1,055 por dólar-- hizo que las parabólicas terminaran por convertirse en chatarra que ahora afeaba la fachada de la casa en vez de darle más estatus. Muchos dueños optaron por dejarlas como recuerdo de mejores tiempos y dejaron que el tiempo terminara de oxidarlas o que se convirtieran en curiosa ornamentación al quedar cubiertas de enredaderas.

Pero hubo quienes no se resignaron e hicieron lo posible para conseguir una tarjetita, pirata, claro. Este pasó a ser el nuevo estatus, al menos los fines de semana cuando había peleas Pay Per View, ese infame invento de Don King que terminó por liquidar al boxeo como espectáculo popular, sector de donde han salido los mejores pugilistas para convertirlo en un show carísimo que va a la baja sin remedio. Pero ese es tema aparte.

Desafortunadamente las tarjetas se desprogramaban con frecuencia y había que llevarlas al técnico, con costo claro. Debido al TLC actualmente es posible suscribirse legalmente a los canales de parabólica grande pero como las tarifas son iguales a las existentes en Estados Unidos, ese sí que es un lujo, pero ya no produce el mismo sentimiento de estatus y de sorpresa que a muchos nos provocaba allá por 1982. Los tiempos cambian, y muchos ex estatus con ellos.