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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Política

 

Papá Gobierno sigue siendo un gordito

En parte al desinterés de Fox y en parte a los diputados que discretamente han elaborado nuevas leyes al respecto, el adelgazamiento del Estado mexicano ha sido mínimo durante el presente sexenio. Aquí está una peligrosa burbuja inflacionaria para el 2006.

 

Las privatizaciones fueron las primeras víctimas una vez concluido el sexenio salinista pues se les relacionó directamente con la crisis económica que estalló en diciembre de 1994. No obstante lo débil del argumento (el salinismo fue uno de los régimenes más gastalones; lo que se puso a la venta representaba menos del 7.4 por ciento del aparato gubernamental total, cifra bastante baja), la bola rodó hasta convertirse en axioma. Durante los seis años de Ernesto Zedillo continuaron algunas privatizaciones aunque fueron perdiendo fuerza conforme envejecía el sexenio.

 

Con su incongruencia característica, el PRI comenzó a proferir a través de los líderes sindicales de los principales mastodontes estatales (Pemex, CFE, IMSS, ISSSTE, entr otros) el peligro de que un posible gobierno foxista "hiciera trizas las conquistas sindicales" y "pusiera en la calle" a la élite burocrática; Joel Ayala, líder de la burocracia nacional, fue aún más allá: "Existe hoy más que nunca el peligro de ver cómo el Estado pierda su razón social en caso que la oposición alcance el poder".

 

La posición era totalmente incoherente pues el Ejecutivo, por entonces priísta, estaba convencido de la necesidad de recortar el gasto público lo cual no hizo por temor a perder votos electorales, lo que de todos modos ocurrió.

 

"Si el nuevo gobierno pretende arrancar nuestras conquistas sindicales (traducción: eliminar plazas burocráticas innecesarias) se topará con un sector obrero organizado y decidido", señaló el recién fallecido Leonardo Rodríguez Alcaine poco después de las elecciones. Sin embargo, desde ese día hasta los primeros meses del nuevo gobierno, el sector burocrático parecía resignado a perder sus cotos de poder. Después de todo el presidente Fox había mostrado tener gran apoyo popular, pues todavía en aquel entonces Acción Nacional no utilizaba la fórmula del acarreo.

 

Sin embargo nada ocurrió. El gabinete foxista optó por mantener el altísimo gasto corriente gubernamental heredado de gobiernos anteriores, y si bien topó algunos agujeros por los cuales se fugaba gran cantidad de recursos, la dieta ha sido mínima. La herencia burocrática del actual gobierno federal será alta, tanto o más que la dejada por Ernesto Zedillo en el 2 mil.

 

Uno de los economistas más conocidos de México, el veracruzano Luis Pazos, ha enfatizado en muchos de sus libros la necesidad de reducir el gasto gubernamental, causante de las espirales inflacionarias que México experimentó durante los años setenta y ochenta. Aunque eran claras sus simpatías blanquiazules, Pazos se afilió oficialmente al PAN donde fue candidato a la gubernatura en su estado natal contra un Miguel Alemán Velasco quien contaba con muchísimos más recursos y el apoyo implícito de Televisa. Alemán ganó por un escaso margen.

 

Pazos mantuvo la misma posición atgiburocrática que incluía, entre otras cosa,s la urgente privatrización de Pemex.

 

Sin embargo en el 2 mil fue elegido diputado federal, cargo que ocurrió por dos años hasta que uno de los principales ideólogos de reducir el tamaño del gobierno ocupó la dirección de Banobras, tradicionalmente un puesto "de consolación" que, sin embargo, reditúa 65 mil pesos mensuales a quien lo ocupa.

 

La presión de la gordura

 

Durante mucho tiempo el gobierno mexicano anunciaba sus cifras respecto al número de burócratas sin que nadie las cuestionara. Sin embargo al finalizar cada sexenio resultaba que los números habían sido minimizados y, en el mejor de los casos, disfrazados con los argumentos más inverosímiles. Uno de ellos, que para realizar mejor su labor, el Estado requiere de mayor personal y más recursos.

 

El argumento es por supuesto una falacia pues, de 1970 a 1992, el Estado incrementó en un 3,400 por ciento su gasto público (1) sin que ello lo haya hecho más eficiente; en 1970 había en México 106,789 burócratas para una población de 36 millones; 22 años después había 4,308,400 empleados públicos para una población de 80 millones sin que ello haya representado mayor eficacia por parte de los burócratas ni mejor calidad en los servicios que presta el Estado.

 

Parte del maquillaje gubernamental de entonces indicaba que los burócratas eran "sólo aquellos que laboraban a nivel federal" cuando en realidad debiera incluirse a todo aquél que cobra su sueldo en una nónima oficial. Aunque los empleados estatales y municipales no cuentan en las cifras, en realidad también son burócratas pues reciben cheque del erario federal; lo mismo sucede con el más del milón de personas registradas en la nómina del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el más grande de América Latina y del cual muchos de quienes cobran sueldo ahí rechazarían ser llamados bucrócratas aunque sí lo sean.

 

La venta de Teléfonos de México, la reprivatización de la Banca y de Imevisión representaron una disminuición de 55 mil empleados públicos en total, cantidad muy baja si la comparamos con lo que en realidad el Estado mexicano necesita adelgazar. Según las cuentas de Pazos, el gobierno podría cumplir a cabalidad sus compromisos con la sociedad con menos de 900 mil bucrócratas, lo cual indicaría que tres de cuatro trabajadores en el gobierno federal están de sobra.

 

Presiones futuras

 

Cuando el gobierno federal engancha un trabajador prácticamente le transferirá un sueldo durante los siguientes 40 años. Lo irónico aquí es que, a lo poco trabajado como empleado activo, se deberán sumar unas dos décadas en promedio transcurridas al retiro del empleado público, que en el caso del CFE o IMSS, ocurre antes de llegar a los 50 años de edad. Dicho de otro modo, los contribuyentres deben idemnizar a un ex empleado con la mayoría de sus facultades cuando en una empresa privada la jubilación generalmente ocurre a los 65 años.

 

Dada la prolongación de vida del mexicano --en 1940 era de 59.5 años; en el 2000 se ubicaba en los 67.5 años-- es previsible que del 2015 en adelante las pensiones de los burócratas retirados en edad temprana se convertirán en peligroso detonante inflacionario. La medida aprobada en el IMSS el año pasado no es suficiente, máxime si otras instituciones como el ISSSTE se encuentran técnicamente quebradas por lo cual se ha privado de material quirúrgico y la compra de material moderno por el pago puntual de sueldos a sus ex empleados. Si a ello agregamos el alto gasto corriente del gobierno federal (relativamente controlado pues existe mayor vigilancia en los recursos y se han evitado las obras faraónicas inútiles), se avizora para el electoral 2006 una importante burbuja inflacionaria.

 

El peligro aquí estriba en que, en caso de sortear exitosamente el periodo preelectoral del año siguiente, la administración entrante pudiera romper esa disciplina fiscal que hasta ahora ha mantenido el gobierno foxista. En tal caso nos encontraríamos ante un panorama inflacionario de serias consecuencias.

 

Papá Gobierno sigue siendo un gordito. Si en el futuro inmediato no se le somete a dietas o, peor aún, se le vuelve a atiborrar de golosinas populistas la probabilidad de que todos paguemos los efectos de su gordura serán iguales o peores a la factura que tuvimos que pagar durante la funesta docena trágica 1970-1982.

 

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(1) Zaid, Gabriel, La economía presidencial, Grijalbo, 1997.