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Y DEMÁS/Vergüenzas
A
lo mejor se acuerda: ridículo futbolero mexicano en Argentina
Cada
Mundial se sueña con que México llegará, por lo menos, a una
final, pero en Argentina 78 se daba como una realidad palpable. Lo
que pasó después fue una catástrofe de la cual el balompié
local, más de tres décadas después, está muy lejos de superar
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impresa
MAYO, 2009. Cuatro años después que la selección mexicana fue descalificada en el llamado "desastre de Haití" que le impidió ir al Mundial de Alemania, ésta calificó con relativa facilidad en el área de Concacaf; la clasificación resultó tan sencilla que los medios de comunicación, en especial la prensa y la televisión, comenzaron a inflar a los jugadores tricolores. En ese entonces Televisa era la única cadena que transmitía los juegos aunque lo periódicos deportivos, entre ellos
Esto y Ovaciones, fueron creando una nube aduladora en torno a los seleccionados; todos ellos carecían de experiencia en equipos extranjeros ¿pero qué importaba? Lo hecho en México está bien hecho, señores, y hay que traer a los mariachis.
El entrenador de la selección era José Antonio Roca, un caballero que había estado al frente de equipos como el Laguna y luego el América. Esta última carta le había abierto las puertas del equipo mayor al cual preparó durante casi dos años, una consistencia que ciertamente rindió resultados a la hora de clasificar; la vergonzosa eliminación del Mundial anterior había hecho que la gente volviera a soñar en grande, y eso le ofrecieron, a manos abundantes, de ilusiones sinfín a través de una participación mundialista.
El 11 de agosto de 1977 la FIFA dio a conocer la conformación de los grupos para el Mundial de Argentina. Más de un aficionado gritó de alegría al saber cuáles serían los contrincantes, lo mismo que los periódicos; el
Esto encabezó "Las posibilidades para calificar, enormes" mientras en un programa de televisión el técnico Roca sentenció "éste es el mejor panorama que nos pudo haber tocado". ¿Y cuáles eran los contrincantes, verdaderos flanes, con la probable excepción de uno de ellos? Túnez ("un país que apenas figura en el mapa", decían, como si el tamaño equivaliera a superioridad deportiva), Polonia y Alemania Federal. A éste último es al que se le temía más --después de todo era el campeón defensor-- y se daba el partido por perdido, con excepción del seleccionado
"Gonini" Vázquez Ayala: "Se les puede ganar ¿por qué no? Hemos mejorado mucho", dijo a
TV Guía.
Una refresquera famosa por sus colores negro, rojo y blanco fue la empresa que más contribuyó a crear el mito aquél: difundió una campaña en la cual al otro lado de la corcholata aparecía una fotografía de cada jugador la cual se podía pegar en un póster (¡adquiérelo ya en la tienda de la esquina!) de la selección nacional. Hubo una variedad de productos que hicieron publicidad al equipo y que súbitamente crecieron al saberse sus compañeros de Grupo. Refrescos, cajas da galletas, frituras y cerveza dieron a la selección un carácter abiertamente icónico.
Una de las más grandes esperanzas era Leonardo Cuéllar, quien jugaba en Pumas, y que en alusión a su nombre llevaba una tremenda melena al estilo afro y una tupida barba. También militaba ahí Pilar Reyes, a quien la prensa llamaba "el mejor portero mexicano en muchos años". "La oncena perfecta", insistió el
Esto, y añadía en un texto publicado el 4 de mayo de 1978, a unas semanas de iniciar el Mundial. "(..) la esperanza de tener una selección protagonista une a los mexicanos". Por su parte el seleccionado José Luis Trejo aseguraba a
TV Guía: "regresaremos con la Copa".
No se sabe exactamente quién difundió primero el estribillo que no tardó en pasar a ser axioma, una frase que aseguraba "la ganamos a Túnez, empatamos con Polonia y perdemos con Alemania", a manera de conseguir la clasificación. Por supuesto nadie quiso reparar en que semejante estadística exhibía la mediocridad del seleccionado mexicano --¿puede alguien imaginarse a Brasil, Inglaterra o Italia haciendo semejantes pronósticos para pasar a segunda vuelta?-- pero nadie en todo el país dudó en su veracidad; si mucho que también existía oportunidad de ganarle a Polonia, cuya estrella era Gregorz Latto, apodado "el calvo mágico" (sin albur) y quien por cierto terminaría su carrera en un equipo mexicano.
El equipo fue despedido en el aeropuerto capitalino entre música de mariachis y porras desmedidas. Los reporteros que cubrieron el viaje a Buenos Aires aseguraron que "todo era alegría" entre los seleccionados. Al llegar rápidamente se trasladaron a Rosario, donde sería su sede, y donde intempestivamente aparecieron aficionados mexicanos que querían atestiguar el "milagro" de ver cómo un equipo mexicano se colaba entre los "grandes". Jacobo Zabluvosky habló en directo con el técnico Roca; "pensamos ya en la segunda vuelta", aseguró, y agregó en una frase que luego seguramente se arrepintió de haber dicho "tenemos muy bien estudiados a nuestros rivales".
El país se detuvo cuando México se enfrentó a Túnez; "es un equipo chico", refería la afición entusiasmada a los pocos minutos de iniciar el partido. Pero la alegría comenzó a esfumarse cuando el "chico" le anotó el primer gol a la escuadra nacional, ante lo cual surgieron las excusas que culpaban al árbitro, o bien el optimismo de que, con la cresta picada, los "nuestros" responderían con furia. Sin embargo antes de terminar el primer tiempo cayó el segundo tanto tunecino. Durante el descanso los comentaristas televisivos daban por sentado un empate en el segundo tiempo, pero nada pasó: cuando cayó el tercer gol comenzó el derrumbe de las ilusiones con todo y que México anotó su primer y único tanto de todo el Mundial.
"Se complica la calificación", cabeceaba el Esto, pues se había perdido el que supuestamente sería el partido más fácil. La nota roja también tomó cuenta del ridículo al reportar que un hombre se había ahorcado en el baño de su casa al haber apostado su vida por la causa de la selección; ebrio y dolido por la derrota ante Túnez, ya no encontró razón para seguir en este planeta. Otro sujeto, refería la misma página, fue asesinado cuando
se negó a pagar la apuesta que perdió escandalosamente.
El juego contra Polonia aún guardaba entusiasmo: se esperaba que sus principales figuras enfermaran de súbito o se negaran a entrar a la cancha, aterrorizados por la "aplanadora" mexicana que ya comenzaba a desbaratarse. El poco circo publicitario que quedaba se derruyó cuando Polonia propinó un 3-0 que prácticamente
descalificaba a la selección. "Deberán ganar el de la honrilla", razonaron los aficionados, pero los teutones tuvieron un día de campo; aunque ya estaban calificados (habían ganado sus dos encuentros previos) y a que dejaron descansar a varias de sus estrellas, agujeraron seis veces la portería mexicana, y si no se cayó en el sótano de la tabla general se debió a Irán, al que le anotaron 14 goles. El portero nacional recibió el apodo de "Pilar Riegues".
Y pese a que el vuelo de regreso desde Argentina quedó programado para las 3 de la mañana, los esperaban decenas de aficionados que insultaron a quienes hasta unos días antes consideraban sus héroes. Como absurdo consuelo, los aficionados decidieron apoyar con todo a Holanda, que había descalificado a Alemania, pero ya era un asunto de mala suerte: el anfitrión derrotó a la "naranja mecánica" y ganaba el primer Mundial de su historia.
Con el desastre se esfumaron las posibilidades que tenían muchos seleccionados para ser llamados por clubes extranjeros. Roca presentó su renuncia pero muchos jugadores emplearon las viejísimas excusas; "hacía mucho frío y afectó nuestro desempeño", dijo el
"Gonini" ¿Que nadie le habrá advertido que en julio Argentina se encontraba en pleno invierno austral?
Al Mundial siguiente no hubo ridículo, al menos en la cancha, pues la selección fue descalificada por la FIFA al conocerse el caso de los cachirules algunos años después, algo que nuestros lectores seguramente también recuerdan.
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