CARLOS, EL GRANDE
Los diccionarios y las enciclopedias dicen, ante todo,
que Carlomagno -en latín Carolus Magnus- es el nombre dado por la historia a Carlos, el
más grande de los reyes francos, que reinó de 768 a 814. En efecto, veinticinco años
después de su muerte, el historiador Nitardo lo designa con ese nombre y, desde entonces,
así fue llamado por la posteridad. Carlos dejaba el recuerdo de un gran emperador que
había reunido bajo su autoridad, la mayor parte de los pueblos de occidente. Sus
sucesores, faltos de su gran personalidad, dejarán perder bien pronto esa herencia, en el
curso del siglo IX.
En forma totalmente espontánea y sin embargo, en un enlace único, los siglos sucesivos
verán cómo las narraciones legendarias y los estudios históricos rivalizan
decididamente en el intento de celebrar la gloria de Carlomagno, el unificador de pueblos
y soberano precursor en materia de legislación y organización del Estado, maestro de
civismo y de cultura, reformador de la economía y de las finanzas, conductor, héroe de
epopeya. O sea, "el héroe cristiano por excelencia", símbolo de la potencia
civil y militar puesta al servicio de la religión y recompensada, ya en este mundo, con
la protección manifiesta y el constante éxito de las empresas más arriesgadas.
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