LA CONVERSION DE GERMANIA. LA IDEA DE GUERRA
SANTA
Si Bonifacio había dedicado sus afanes a la
evangelización de Germanía, Carlomagno sigue por esa senda y prosigue su obra, pero
indudablemente con otros métodos. Donde el benedictino hace a veces llamados al brazo
secular, el rey franco emplea primero medios espirituales. La de los carolingios es una
política de conquista: en ese entonces quien dice bárbaro, dice pagano; en consecuencia,
a los ojos de Carlomagno la conquista no podría hacerse sin la evangelización y así
introduce una idea nueva: la de la guerra santa. Para él, en efecto, el fin último de la
conquista es la integración de los vencidos a la comunidad cristiana. Los vencidos se
transforman de un día para otro, a través del bautismo, en los iguales de los
conquistadores, lo que explica la rapidez de la asimilación.
Alcuino solía reprender a su príncipe porque éste recurría al terror para obtener las
conversiones. Lo que antes se ha exaltado en una empresa evangélica ha sido el martirio;
ahora, con las guerras carolingias, se exalta otro cosa: el valor, lo que es un paso
adelante en la promoción del espíritu laico. ¿Cómo ha llegado Carlos a esta
concepción de la guerra, acaso con la victoria como juicio de Dios que hace evidente la
verdad del cristianismo? Seguramente se ha sentido más cercano a los relatos del Antiguo
Testamento que a la beatitud de los pacíficos relatos del Nuevo. Aun en esto, Carlos
resulta un precursor; en los siglos sucesivos aparecerán las consecuencias de la lucha
entre sacerdocio e Imperio, de la cruzada, e incluso de la caballería y las canciones de
gesta.
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