LA GUERRA EN LAS FRONTERAS
La conquista de Italia y de
Sajonia es la gran empresa efectuada por Carlomagno en el exterior. Es necesario agregar
algo respecto a las guerras que siguieron.
A lo largo de la curva de las antiguas y nuevas fronteras del Estado franco, Carlomagno,
ya porque quisiera prevenirse frente a vecinos peligrosos -los árabes, los ávaros, los
eslavos- o porque deseaba colocar bajo su autoridad a provincias fronterizas -Bretaña,
Baviera-, emprende una serie de expediciones que contribuyen al acrecentamiento de su
poder. De nuevo se verá en el curso de las expediciones dirigidas contra los pueblos
paganos, a los monjes que escoltan a los soldados; o sea a la religión unida a la
política, para asegurar a la conquista una base sólida y perdurable. Y se verá la
voluntad del rey dirigida a alcanzar soluciones precisas, como al mismo tiempo su
preocupación por lograr -luego de la derrota- la organización de los países enemigos.
Esto se realizó con diversa suerte. En lo que respecta a Bretaña, los "Anales
reales" registran con cautela los resultados: "Pareció que la provincia
estuviese enteramente sometida; y lo hubiera estado si la inconstancia de aquel pueblo
pérfido, no lo hubiese incitado, según su costumbre, a un brusco cambio." El único
resultado positivo en este país fue la organización y, tal vez, el refuerzo de una
"marca" puesta bajo la autoridad de uno de los condes que mejor conocía el
reino, lo que pareció, por lo menos, excluir la posibilidad de nuevas sorpresas y
constituir el primer paso hacia una penetración metódica del interior del territorio
bretón.
Baviera, país de antiguo asentamiento,
desde largo tiempo cristiana, celosa de su independencia y muy unida a su casa ducal
merece de Carlomagno un trato excepcional. De ahí su gran mesura, las prudentes
negociaciones, la paciencia -contraria a su actitud habitual- que pone en su
enfrentamiento con el duque Tasílón y que lo hace aparecer algo ingenuo al fingir creer
en los juramentos de este duque que reíncide en el perjurio. "Retirado" el
duque en un convento, Carlos se preocupó por no herir el amor propio de los bávaros; y
aún después de la incorporación al Estado franco, Baviera fue mantenida en su
autonomía y el rey franco aparece como el continuador del abolido poder ducal.
La conquista de Frisia, incierta y
frágil en el comienzo del reinado, luego de la derrota de los sajones -sus vecinos- fue
absoluta. Fue necesario -es verdad- un período bastante largo para anular el paganismo
muy arraigado, pero sólo era cuestión de paciencia y tenacidad.
En cuanto a los eslavos -en las fronteras
orientales de Sajonia, de Turingia y de Baviera- la política de Carlomagno parece haber
tendido, no tanto a su incorporación al imperio, sino más bien a tenerlos en estado de
sujeción y posiblemente, de control. Muy distinta y bien audaz es la política practicada
con el pueblo ávaro. Llegados del corazón de Asia, los ávaros habían acampado en el
centro del valle del Danubio, en las fronteras inciertas, practicando el saqueo, ya sea de
los países balcánicos, ya de las varias regiones de la Europa occidental. Entre los
años 787 y 796, los ataques y las campañas se suceden hasta el triunfo final y la
conquista de los tesoros -el famoso "ring" **- que
suscitó la maravilla de cronistas y poetas. También aquí, la técnica de la conversión
religiosa -entonces ya perfeccionada dio sus frutos: los ávaros vencidos se convirtieron,
en gran número y a pesar de algunas, resistencias, la asimilación del país prosiguió
muy rápidamente; pese a conservar un gobierno autónomo, fueron reducidos a la categoría
de pueblo vasallo. En el año 811 se ve a su jefe, el Khagan, llegar en actitud de
deferente vasallo a Aquisgrán a rendir homenaje al emperador carolingio.
En la otra extremidad del reino -en el
confín de los Pirineos- los árabes apremian de un modo inquietante. También, esta
ocasión seduce a Carlomagno y concibe el proyecto de ir en ayuda de los cristianos de
España. El gobierno musulmán de Barcelona, rebelándose contra su soberano -el emir de
Córdoba- le asegura que los cristianos de la península y muchos sarracenos de
importancia favorecerían el éxito de la expedición. En el año 778, Carlos se decide:
la aventura se inicia. Pamplona cae en manos del rey franco y lo mismo ocurre con las
ciudades situadas en el camino de Aragón, pero delante de Zaragoza sobreviene el fracaso;
la empresa concebida sobre la base de la complicidad de un poderoso partido musulmán,
favorable a la intervención cristiana, resultó frustrada. El buen sentido sugería no
continuar. Se produce la retirada estratégica en la que el ejército no sufre al
principio ninguna derrota; pero pasada la colina de Roncesvalles, la retaguardia es tomada
por sorpresa y masacrada por las bandas vasconas. Suceso doloroso del que los cronistas no
hablan más que en términos discretos, pero en el cual algunos de los mejores jefes del
ejército, entre ellos el senescal del rey, el conde del palacio y el conde Roldán,
fueron muertos. De estas víctimas la leyenda no ha conservado más que el último nombre,
transformándolo en el héroe de la más famosa epopeya francesa del medioevo.
Pese a esa derrota Carlos no quiere
rendirse y retorna en 795; las hostilidades continuaron hasta el 812, año en que se
estipula la paz con el emirato de Córdoba. La expansión franca no pudo llegar al Elba,
pero se aseguró, sobre la vertiente meridional de los Pirineos, una amplia faja de
territorio que se extendía desde Barcelona al Golfo de Gazcuña, abarcando Navarra que
quedó bajo protectorado franco. Gracias a la marca de España y de Navarra, una sólida
barrera se opone a la presión de los musulmanes, los cuales, de este modo, no pueden
golpear a Europa más que con la piratería. Además, quedan trazados los límites de dos
Estados del medioevo: Cataluña y Navarra.
Gracias a todas estas campañas
militares, Carlomagno extendió considerablemente las fronteras territoriales de su reino.
Ningún Estado limítrofe pudo sustraerse a sus conquistas. Al norte, el mar lo protege de
una extensa región con la cual mantiene relaciones' económicas, la Gran Bretaña. Carlos
no podía pensar en este caso, en una penetración territorial pues carecía de una flota.
Pero ejerció una gran influencia sobre aquella zona gracias al
ascendiente de su poder, al intercambio de embajadores y al envío de
consejeros. Alcuino -en particular- desempeña un papel considerable al establecer
conexiones entre los jefes de Estado; se intercambio una correspondencia personal,
frecuente, precisa, útil; se firma un pacto. En estas relaciones de Carlomagno con los
soberanos anglo-sajones no hubo ningún deseo de dominación, sino un clima de amistad, de
confianza, de intención, fundada sobre la comunidad de intereses políticos, económicos
y religiosos. Considerando sólo los resultados positivos, la obra realizada por
Carlomagno respecto de la consolidación territorial del reino franco y de la protección
de sus fronteras, se puede calificar de notable. En lo que hace a la Galia -sometida
íntegramente a su autoridad, con excepción de la indomable península armoricana-
Carlomagno consiguió unir todos los territorios germánicos situados más allá del Rin.
Unos y otros, formarán parte de la misma organización política, de la misma fe
religiosa, de la misma civilización.
A lo largo de las fronteras terrestres
del reino se fundaron "marcas" avanzadas que lo preservaron de invasiones. El
reino franco forma así un todo sólidamente protegido respecto de las vías terrestres y
sólo el futuro revelará su extrema vulnerabilidad en casos de ataque por mar; a pesar de
su inmenso litoral marítimo no dispondrá nunca de una flota capaz de vencer a las
móviles embarcaciones escandinavas y éstas, llegado el momento, sabrán beneficiarse con
ello cuando, desaparecido Carlomagno, el Imperio se precipite en la discordia y la
anarquía.
Contemplando esta obra se puede calcular
el tiempo empleado en las guerras. Para los francos, la guerra es una institución
nacional. Cada primavera, ya lo hemos dicho, los conduce comúnmente a las fronteras del
Imperio contra uno u otro -a menudo varios- de los pueblos vecinos. Los cronistas
recuerdan, como hecho excepcional, los años en que Carlomagno "ha permanecido
tranquilo en su palacio con los francos, sin hacer la guerra (sine hoste)". Pero si
se observa su política, se ve que el emperador procura tener siempre un único enemigo
con quien combatir, y puesto ante el caso contrario hace concesiones provisorias, amargas
seguramente para su orgullo.

** Los ávaros acumulan
sus tesoros en un recinto que los occidentales llamaban con el vocablo germánico
"ring" o círculo. El "ring" de los ávaros, al parecer, estaba
ubicado -a fines del siglo VIII- entre Tiza y el Danubio.
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