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Tambogrande – Los ejemplos amargos de Manhattan

 

Robert E. Moran, Ph.D. en

Calidad de Agua / Hidrogeología / Geoquímica

Traducido del inglés por Oxfam America

Muchos de ustedes saben que la compañía canadiense Manhattan Minerals, quiere iniciar una nueva mina para extraer oro, plata, cobre y zinc, en el pueblo norteño de Tambogrande, departamento de Piura, en la región de mayor producción de limones y mangos del Perú. Aproximadamente 8,000 de los 25,000 habitantes de este poblado tendrían que ser reubicados para desocupar el espacio necesario para la mina de tajo abierto, los demás quedándose para vivir al borde del tajo.

 

Durante los dos últimos años, los pobladores muchas veces han dejado claramente establecida su no aceptación a esta mina, a través de manifestaciones que han llegado incluso hasta la destrucción de instalaciones de la compañía y a través de tres encuestas en la comunidad que indicaron una fuerte oposición a la mina.

 

Manhattan Minerals y el Ministerio de Energía y Minas han alegado que la construcción y operación de esta mina no producirá impacto ambiental alguno.  Muchos otros no están de acuerdo. En la revisión del informe de Manhattan del año pasado, que consideré inadecuado, argumenté que es casi seguro que las aguas, suelos y posiblemente tierras agrícolas serán contaminados, como mínima consecuencia.

 

Es posible que en el futuro los pobladores se beneficien de mejores vías de acceso,  agua potable y electricidad, y eventualmente escuelas – asumiendo que las construcciones que indica Manhattan se realizarán efectivamente. Es posible también que algunos habitantes consigan empleo en las instalaciones de la mina, pero en su mayoría con bajos sueldos y en puestos de mano de obra[1]. Sin embargo, mientras que Manhattan declara que la mina va a operar durante 20 a 30 años, los desechos quedarán por siempre. Si las aguas superficiales o subterráneas se contaminan, se requerirá de una planta de tratamiento expansiva que opere indefinidamente con el fin de brindar agua de calidad adecuada para el uso de la comunidad y para la actividad agrícola y ganadera. Pero una vez cerrada la mina, ¿quién asegurará el funcionamiento de la planta de tratamiento?

 

Examinemos algunos de los fundamentos técnicos que Manhattan y el gobierno peruano han hecho – éste último será dueño del 25% de la propiedad si el proyecto sigue adelante. Primero, Manhattan ha argumentado que la minería y la agricultura han coexistido exitosamente en varios lugares alrededor del mundo, mencionando en repetidas oportunidades las minas  en Copiapó, Chile y la Mina Martha en Nueva Zelanda y recientemente, Manhattan ha usado el éxito de la Mina Stillwater en los Estados Unidos de América. Como Manhattan tiene un mensaje predeterminado que quiere que se escuche, algunos de los detalles de estas otras experiencias se omiten.  Y, como siempre, lo esencial se encuentra en los detalles que parecen ser más aburridos.

 

Lo que no ha sido revelado es que estos sitios fueron construidos recientemente, y que por ende no es posible determinar los impactos que puedan resultar a largo plazo. El tajo abierto de la Mina Martha en Nueva Zelanda es de 1987, y su contexto medioambiental no es comparable al de Tambogrande, ya que recibe un promedio de 2300 mm de lluvia en un año, la mitad de lo que recibió la región de Tambogrande en 1998, cuando el Fenómeno de El Niño azotó el norte del país. Algo aún más interesante, las operaciones mineras subterráneas del siglo antepasado en este sitio generaron aguas ácidas (pH4) contaminadas. Para poder recibir la aprobación reglamentaria para la minería a tajo abierto, la empresa fue obligada a construir una planta de tratamiento de aguas que resultó muy cara. La mina Martha ha tenido incidentes de relaves contaminados que salen de los desechos mineros, y se ha exigido a la compañía la construcción de drenajes para impedir el flujo de aguas subterráneas contaminadas. ¿Quién pagará para operar la planta de tratamiento, mantener el drenaje y manejar los desechos después de que se cierre la mina?

 

La mina en Copiapó también fue construida muy recientemente, y por lo tanto no se han esclarecido los problemas de más largo plazo. Además, es muy poco probable que las minas chilenas hayan recibido 4000 mm de lluvia como ha pasado en Tambogrande durante los eventos de El Niño de 1998.

 

Aún más reveladores son los comentarios del presidente de Manhattan[2], sobre el ejemplo de la Mina de Stillwater (EE.UU.) como un modelo de compatibilidad con la agricultura. Es un modelo, pero su argumento no indica que los minerales de Stillwater son químicamente diferentes de los de Tambogrande. Los minerales en Stillwater contienen cantidades insignificantes de minerales con sulfuro de hierro, elemento que es la principal causa de contaminación de aguas por ácidos en las minas alrededor del mundo. Por el contrario, ciertas partes del depósito de Tambogrande contienen entre 85% y 99% de sulfuro de hierro – lo que es un serio riesgo de contaminación. Además solamente se cultiva pastos cerca de la Mina de Stillwater, y el pueblo más cercano queda a 50 kilómetros. ¿Es consciente el presidente de Manhattan de estas diferencias?  Debería serlo: ha sido miembro del Consejo Directivo de la Mina Stillwater.

 

Las minas con las características del proyecto minero en Tambogrande siempre producen algún grado de contaminación, además de otros impactos no deseados. 

 

Entonces, las preguntas esenciales son:  ¿Quién decide qué grado de impacto es aceptable, y si la mina debe ser aprobada? ¿Es razonable que los ciudadanos afectados influyan en estas decisiones? Creo que sí. También lo creen los pobladores de Tambogrande potencialmente afectados, quienes están organizando una consulta popular para el próximo 2 de junio con observadores independientes. Dicha consulta no ha sido reconocida hasta ahora como válida por las autoridades peruanas[3].  Irónicamente, es justamente la falta de este tipo de participación ciudadana en los procesos de toma de decisión, que la industria minera identifica en un reciente informe como el factor central que contribuye a la terrible imagen medioambiental de las industrias extractivas. Algo que Manhattan tendría que tomar en cuenta.


[1] Nota del traductor: Cabe resaltar el contraste existente con el trabajo que la agricultura provee hoy en día a miles de personas Según las cifras en “Valor económico del Valle de San Lorenzo” – Juan Aste Daffós (abril 2002), el 69% de la población del Valle de San Lorenzo vive de la agricultura.

[2] Nota del traductor:  Ver la carta del presidente de Manhattan del 24 de febrero de 2001 “Successful co-existence of mining and agriculture”, www.manhattan-min.com  sección “Community Relations – President’s letters”.

[3] Nota del traductor: excepto la Municipalidad Distrital de Tambogrande y la Oficina Nacional de Procesos Electorales – ONPE, que respaldan su legalidad. El artículo del Dr. Morán ha sido escrito antes de la reciente decisión de la ONPE de no seguir, por razones presupuestales, con la asesoría para la consulta. Sin embargo la ONPE ha reconocido tácita y expresamente la validez y la legalidad de este proceso de consulta.

©2003 Mesa Técnica de Apoyo al Frente de Defensa del Valle de San Lorenzo y Tambogrande.

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