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[Este capítulo fue enviado por Vanesa Becerra]

   En un tiempo Morelli había pensado un libro que se quedó en notas suelta.  La que mejor lo resumía es ésta:  "Psicología, palabra con aire de vieja.  Un sueco trabaja en una teoría  química del pensamiento. (1)  Química, electromagnetismo, flujos secretos de la materia viva, todo vuelve a evocar extrañamente la noción  del mana;   así, al margen de las conductas sociales, podría sospecharse una interacción de otra naturaleza, un billar que algunos individuos suscitan o padecen, un drama sin Edipos, sin Rastignacs, sin Fedras, drama impersonal en la medida en que la conciencia y las pasiones de los personajes no se ven comprometidas más que a posteriori.  Como si los  niveles subliminales fueran los que atan y desatan el ovillo del grupo comprometido en el drama.  O para darle el gusto al sueco:  como si ciertos individuos incidieran sin proponérselo en la química profunda de los demás y viceversa, de modo que se operaran las más curiosas e inquietantes reacciones en cadena, fisiones y transmutaciones.

   "Así las cosas, basta una amable extrapolación para postular un grupo humano que cree reaccionar psicológicamente en el sentido clásico de esa vieja, vieja palabra, pero que no representa más que una instancia de ese flujo de la materia inanimada, de las infinitas interacciones de lo que antaño llamábamos deseos, simpatías, voluntades, convicciones, y que aparecen aquí como algo irreductible a toda razón y a toda descripción: fuerzas habitantes, extranjeras, que avanzan en procura de su derecho de ciudad;  una búsqueda superior a nosotros mismos como individuos y que nos usa para sus fines, una oscura necesidad de evadir el estado de homo sapiens hacía...¿qué homo? Porque sapiens es otra vieja, vieja palabra, de esas que hay que lavar a fondo antes de pretender usarla con algún sentido.

   "Si escribiera ese libro, las conductas standard (incluso las más insólitas, su categoría de lujo) serían inexplicables con el instrumental psicológico al uso.  Los actores parecerían insanos o totalmente idiotas.  No que se mostrarán totalmente incapaces de los challenge and response corrientes: amor, celos, piedad y así sucesivamente, sino que en ellos algo que el homo sapiens guarda en lo subliminal se abriría penosamente un camino como si un tercer ojo (2) parpadeara penosamente debajo del hueso frontal.  Todo sería como una inquietud, un desasosiego, un desarraigo continuo, un territorio donde la causalidad psicológica cedería desconcertada, y esos fantoches se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar demasiado que la vida trata de cambiar la clave en y a través y por ellos, que una tentativa apenas concebible nace en el hombre como en otro tiempo fueron naciendo la clave-razón, la clave-sentimiento, la clave-pragmatismo.  Que a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como esta."

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   (1) L´Express,París, sin fecha.

   Hace dos meses un neurobiólogo sueco, Holger Hyden, de la universidad de Göteborg, presentó a los especialistas más destacados del mundo, reunidos en San Francisco, sus teorías sobre la naturaleza química de los procesos mentales.  Para Hyden, el hecho de pensar, de recordar, de sentir o de adoptar una decisión se manifiesta por la aparición en el cerebro y en los nervios que vinculan a éste con los otros órganos, de ciertas moléculas particulares que las células nerviosas elaboran en función de la excitación exterior. (...) El equipo sueco logró la delicada separación de las dos clases de células en tejidos todavía vivientes de conejos, las pesó (en millonésimos de millonésimo de gramo) y determinó por análisis de que manera esas células utilizan su combustible en diversos casos.

   Una de las funciones esenciales de las neuronas es la de transmitir los impulsos nerviosos.  Esa transmisión se opera por medio de reacciones electroquímicas casi instantáneas.  No es fácil sorprender a una célula nerviosa en funcionamiento, pero parece que los suecos lo han conseguido mediante el acertado empleo de diversos métodos.

   Se ha comprobado que el estímulo se traduce por incremento, en las neuronas, de ciertas proteínas, cuya molécula varía según la naturaleza del mensaje.  Al mismo tiempo la cantidad de proteínas cuya molécula de las células satélites disminuye, como si sacrificaran sus reservas en beneficio de la neurona.  La información contenida en la molécula de proteína se convierte, según Hyden, en el impulso que la neurona envía a sus vecinos.

   Las funciones superiores del cerebro -la memoria y la facultad de razonar- se explican, para Hyden, por la forma particular de las moléculas de proteínas que corresponde a cada clase de excitación.  Cada neurona del cerebro contiene millones de moléculas de ácidos ribonucleicos diferentes, que se distinguen por la disposición de sus elementos constituyentes simples.  Cada molécula particular de ácido ribonucleico (RNA) corresponde a una proteína bien definida, a la manera como una llave se adapta exactamente a una cerradura.  Los ácidos nucleicos dictan a la neurona la forma de la molécula de proteína que va a formar.  Esas moléculas son, según los investigadores suecos, la traducción química de los pensamientos.

   La memoria correspondería, pues, a la ordenación de las moléculas de ácidos nucleicos en el cerebro, que desempeñan el papel de las tarjetas perforadas en las computadoras modernas.  Por ejemplo, el impulso que corresponde a la nota "mi" captada por el oído, se desliza rápidamente de una neurona a otra hasta alcanzar a todas aquellas que contienen las moléculas de ácido RNA correspondiente a esta excitación particular.  Las células fabrican de inmediato moléculas de la proteína correspondiente regida por este ácido, y realizamos la audición de dicha nota.

   La riqueza, la variedad del pensamiento se explican por el hecho de que un cerebro medio contiene unos diez mil millones de neuronas, cada una de las cuales encierra varios millones de moléculas de distintos ácidos nucleicos: el número de combinaciones posible es astronómico.  Esta teoría tiene, por otra parte, la ventaja de explicar por qué en el cerebro no se han podido descubrir zonas netamente definidas y particulares de cada una de las funciones cerebrales superiores; como cada neurona dispone de varios ácidos nucleicos, puede participar en procesos mentales diferentes y evocar pensamientos y recuerdos diversos.

   (2) Nota de Wong (con lápiz): "Metáfora elegida deliberadamente para insinuar la dirección a que apunta."

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