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El señor de los bostezos

Bestias legendarias, la lucha de un valiente que debe perfilar su propio destino y ante lo cual tendrá que enfrentar a su némesis. Cuando esa historia se cuenta con las patas, el resultado lleva por nombre...

Eragon
Edward Speeles, Jeremy Irons, John Malkovich, Robert Carlyle
Dirigida por Stefen Fangmeier
Universal/MGM/2006

DICIEMBRE, 2006. Una de las primeras notas que se colaron respecto a la filmación de Eragon fue que se prohibió a todo el equipo del set y a los actores mismos que hicieran mención alguna a Lord of the Rings, como si ello fuera a conjurar la idea de que se trata de una copia descarada de la trilogía fílmica de Tolkien. Pero, vamos, las imitaciones medio o completamente desvergonzadas de una cinta taquillera son normales; después de todo Battlestar Galactica, que primero fue película, no era un producto precisamente espontáneo. Lo molesto es que la copia se haga mal, que se desperdicien recursos de una manera tan absurda y que no se aproveche el talento de los dos magníficos actores que ahí aparecen.

La más grande ironía de esta película, por otro lado, fue que se haya prohibido hablar de las andanzas de Frodo y sus amigos y que el guión esté lleno de todas las referencias a otra celebérrima obra de ciencia ficción: un joven granjero se ve forjado una vida tediosa --adivinaron, un Luke Skywalker cualquiera-- para enfrentar no a su propio padre, sino a un dragón, y en el camino se topará con Han Solo, a quien le han puesto otro nombre; y en medio habrá una muchacha, quizá pariente lejana de Leia, a quien nuestro protagonista --Edward Speelers, quien amenaza con destronar a Sam Flash Gordon Jones como el peor debut y despedida para un estelar-- deberá defender del Emperador, quiero decir, de Durza, el villano, estelarizado por un Robert Carlyle, quien hacía un papel más decoroso mostrándose en calzoncillos en Full Monty que con el maquillaje que le pusieron aquí.

No hay mucho que agregar, entonces, de Eragon. Quizá que la historia fue escrita por un adolescente de Colorado a quien algún despistado le propuso convertirse en el JR Tolkien gringo. Sólo faltó, para hacer más descarado el asunto, que nuestro protagonista volara en una escoba y se pusiera a jugar kidditch con el dragón.

Y vaya que se necesita ser mal director para desaprovechar a Irons y a Malkovich, quienes ya habían participado juntos en The Man with the Iron Mask. Stefen Fangmeier, el director, tenía todo para lograr una película si no majestuosa, por lo menos memorable, pero en vez de ello sólo deja a ambos actores como meras pacotillas, aunque eso sí, cuando participan la pantalla ésta parece revivir, y no gracias al guión, recalquémoslo, sino a su personalidad. Pero no es suficiente.

El débil tramado de la historia hace que a la mitad comience a tambalearse y que luego caiga con estrépito cuando aún falta media hora de cinta. Uno se pregunta cuáles fueron los motivos para que la quisquillosa Hollywood aprobara este mamotreto fílmico, ¿acaso será el pensar que el público iba a perdonar tanta pifia nada más porque se trata de una cinta que trata de recrear las tierras legendarias del hobbitt?

Finalmente, dudo que veamos muy pronto a Speelers de nuevo en la pantalla. Es un actor malito que no logra compenetrarse con su personaje y se percibe tan ajeno al entorno de la historia como una monja en una fiesta rave. El haberle dado un estelar sin merecerlo quizá haya arruinado su futuro dentro del medio. Eso si, en realidad, los productores se atreven a seguir con la segunda parte.

El débil tramado de la historia hace que a la mitad comience a tambalearse y que luego caiga con estrépito cuando aún falta media hora de cinta. Uno se pregunta cuáles fueron los motivos para que la quisquillosa Hollywood aprobara este mamotreto fílmico, ¿acaso será el pensar que el público iba a perdonar tanta pifia nada más porque se trata de una cinta que trata de recrear las tierras legendarias del hobbitt.

Finalmente, dudo que veremos muy pronto a Speelers de nuevo en la pantalla. Es un actor malito que no logra compenetrarse con su personaje y se percibe tan ajeno al entorno de la historia como una monja en una fiesta rave. El haberle dado un estelar sin merecerlo quizá haya arruinado su futuro dentro del medio. Eso si, en realidad, los productores se atreven a seguir con la secuela.

 

 

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