Bueno, la realidad suele aparecer mucho después de transcurrido el gusto por las caricaturas. Hanna-Barbera era la firma de un dueto de dibujantes que comenzaron a trabajar juntos en los últimos años de la Gran Depresión. El primero era William Hanna, nacido en Nuevo México, y el segundo era Joseph Barbera, originario de la Little Italy en Nueva York. Más adelante surgió otra sorpresa pues fueron ellos quienes produjeron las historias cortas de Tom y Jerry que, antes de la comercialización en grande de la TV, se proyectaban en las salas de cine previos a la gran función.

Por tanto y si repasamos un poco el asunto, veremos que la importancia de este dúo fue, debido a su larga vida, tan importante como la de los estudios Walt Disney. La diferencia era que HB no se enfocaron en los largometrajes ni tampoco construyeron megaparques de diversiones. En tal sentido, la importancia de este par de artistas ha quedado un tanto disminuida. Quizá somos millones las personas que recordamos las caricaturas de El Oso Yogui, Canuto y Canito, Don Gato y su pandilla, Scooby Doo, Capitán Cavernícola, Los Autos Locos y por supuesto, Los Picapiedra, la joya en su largo historial de caricaturas.

Bueno, quizá sean dos joyas. La primera de ella es Tom and Jerry, producida por la Metro Goldwyn Meyer. Actualmente hay sociólogos y activistas que piden se retire del aire esos episodios por considerar que "promueven la violencia infantil". Sin embargo, y en términos generales --a lo que debemos drecalcar la estupidez de juzgar con ojos del presente una serie animada filmada hace más de medio siglo-- Tom and Jerry eran divertidísimos, o por lo menos lo fueron en sus primeros años, a los cuales los citados activistas han aplicado "tijeretazo", con lo cual muchos de esos episodios hoy resultan insípidos.

Cuando los estudios MGM cerraron por incosteabilidad y tras darse cuenta que no podrían competir con los mismos recursos económicos del señor Disney, Hanna y Barbera crearon su propia compañía que esta vez creó animales que hablaban entre ellos y con los humanos. Uno de sus primeros trabajos fue lo que acá conocimos como Canuto y Canito, de la cual recordamos el espantoso doblaje que se le hizo al español cortesía de unos portorriqueños avecindados en Miami, Luego siguieron el Oso Yogui, Don Gato y su Pandilla y después Los Picapiedra, primera serie producida por HB donde los protagonistas eran seres humanos y donde el humor iba dirigido mayoritariamente al público adulto (el programa fue transmitido originalmente en Estados Unidos los viernes por la noche).

Barbera nunca ocultó de dónde provenía la inspiración para crear a las dos familias más célebres de Piedradura: "Una de las series que más me relajaba en los cincuenta era The Honeymooners, refirió en una entrevista, "para crear la serie tuvimos que hacer algunos cambios necesarios: en vez de un chofer de camión, como lo era Ralph, Pedro (Fred en el original) era un tipo atrapado en un empleo aburrido. Y por supuesto, que todo transcurría en la edad de piedra".

Los Picapiedra trajeron a HB tal prosperidad que los estudios crecieron vertiginosamente. Las peripecias de Pedro, Pablo, Vilma, Betty y el señor Rajuela permanecieron en el aire por casi nueve años, récord que permaneció por décadas hasta que Los Simpson evaporaron esa marca hace un lustro al convertirse en el programa animado que más tiempo se ha transmitido por TV.

El declive de los estudios llegó con Scooby Doo, algo que irónicamente contrasta con el tremendo éxito que tuvo la emisión a nivel mundial. Ni se diga de los infumables Hijos de los Picapiedra. O de Pierre Nodoyuna y Penélope Glamour. Aunque una vez que HB prescindieron por completo de los animales que hablaban --es decir, que comenzaron a adecuar la ficción a la realidad en vez de a la inversa, como hasta antes lo habían hecho-- los estudios fueron perdiendo brillo.

En 1989 éstos fueron vendidos a la Warner, la cual desde entonces distribuye todo el material. Atrás habían quedado aquellos agarrones donde la Warner Brothers peleaba con HB por el rating infantil, esto último relativo pues ambas producían caricaturas con temáticas para adultos, bueno, por lo menos hasta fines de los sesenta.

William Hanna falleció en el 2001. Joseph Barbera le sobrevivió hasta el pasado 18 de diciembre cuando murió por causas naturales. Con él se va una etapa brillantísima de la animación norteamericana misma que, pese a las décadas, puede pelear, y aun salir triunfante, contra la animación hecha por computadora actual.