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Nacional
El pejesalinista Manuel Camacho
La persona a la que Manuel López considera su brazo derecho en caso de llegar al poder lo fue también de su principal enemigo político. La historia de cómo el
tofico Camaho Solís se matizó de acuerdo a su obsesión a futuro: la Presidencia de la República.
DICIEMBRE, 2006. Los giros de la historia serían increíbles si no hubiera capacidad de registrarlos. Si alguien mencionara que uno de los principales defensores del régimen priísta ante unos guerrilleros sublevados es ahora parte de un partido político que promete la renovación política, pensaríamos que se trata de un chascarrillo. Pero ése es precisamente uno de los distintivos de Manuel Camacho Solís, un personaje al que muchos analistas perfilan como el prospecto para secretario de Gobernación en caso que
el candidato perredista llegue a la Presidencia.
Dejemos de lado la máxima de las incongruencias, esto es, que Manuel Camacho haya estado en el
top five de los colaboradores más cercanos de Carlos Salinas, a quien el peje considera el causante de todas las desgracias nacionales. Lo que reslata aquí es que el ex regente capitalino vuelve a buscar, así sea hasta el 2012, lo que considera una prerrogativa, casi un derecho: el convertirse en presidente de México, algo que siente le negó su antiguo jefe en 1993 cuando designó al malogrado Luis Donaldo Colosio.
Ciertamente Camacho no es el único ex salinista dentro del pejequipo; lo mismo sucede con Socorro Díaz y Marcelo Ebrard, designado ya candidato a la jefatura del D.F., o su asesor Federico Arreola, quien de apasionado colosista brincó al equipo de López Obrador con pasmosa naturalidad. Sin embargo ninguno de ellos alcanzó tanto poder ni posición como lo hizo Camacho, tanto así que Salinas le encargó la tarea de restaurar la paz social en Chiapas,
responsabilidad que delegó muy por encima de Patrocinio González, su secretario de Gobernación.
Y aunque Camacho sufra hoy amnesia respecto a su pasado reciente, la verdad es
que sus ligas con el salinismo son tan obvias e indisolubles, que su aceptación por parte de Andrés López evidencia que en fondo el horror que éste tiene al "innombrable" no es tanto como para que entre su equipo de gobierno se encuentre un exsalinista furibundo, o sencillamente su ingenuidad es enorme, tanto así que su alegado "desconocimiento" en las corruptelas de Gustavo Ponce y Bejarano quizá tengan mucho de razón, factor bastante peligroso cuando se trata de alguien que aspira a
manejar el destino de 103 millones de mexicanos.
De tofico a pejefan
Las ligas de Camacho con Salinas se remontan a los años sesenta cuando ambos eran estudiantes en la UNAM. Junto con José Francisco Ruiz Massieu, Emilio Lozoya, Hugo Andrés Araujo, Raúl Salinas y Alberto Ayala firmaron un pacto de amistad para, primero, incrustarse en la burocracia y, después, escalar posiciones políticas. Según
el periodista Armando Ayala Anguiano, ese clan fue conocido como los toficos en relación a unos dulces populares en aquella época.
Si bien la tendencia económica de todos ellos apuntaba a la izquierda --la tesis universitaria de Carlos Salinas alaba desmedidamente la propuesta agraria de Luis Echeverría--, Camacho Solís se fue a un extremo mayor. Seducido por los postulados de Keynes y la Teoría de la Dependencia, que establecía que unos países eran ricos porque habían determinado explotar a los periféricos, el futuro regente ganó por
esa creencia su derecho a entrar a la burocracia como "aperturo", esto es, toda esa tropa de jóvenes recién graduados que fueron absorbidos por el sector público como parte de la "apertura" echeverrista cuyo fin era que se olvidaran de cualquier deseo de emular lo ocurrido en Tlatelolco.
Los toficos siguieron escalando posiciones políticas, e inclusive deportivas, como Carlos Salinas, quien participó en los Juegos Centroamericanos en el equipo ecuestre. Se adhirió al Partido Revolucionario Institucional al tiempo que escalaba la maraña burocrática, etapa de donde más destacó su paso por la desaparecida Secretaría de Ecología, donde redactó una ley llamada "Hoy no Circula" que prohibía a los particulares el uso de su automóvil los días en que su engomado no llevara el color correspondiente. Aunque sus intenciones fueran loables, el "Hoy no Circula" coartaba la libertad de utilizar un bien privado cuando uno lo quisiera, dejando la palabra final en manos de la autoridad.
Conforme se perfilaba que Carlos Salinas sería el "bueno" de Miguel de la Madrid para las elecciones del 88, Camacho Solís se juntó, más que nunca, al equipo del candidato. Finalmente y a fines de ese año, se le encomendó la Regencia del D.F. puesto que en ese entonces era designado por el presidente de la república. Salinas tampoco olvidó a los demás
toficos: a Ruiz Massieu lo premió con la gubernatura de Guerrero, a Andrés Araujo la dirigencia de la CNC, a su hermano Raúl los manejos de Conasupo y a Lozoya con una secretaría. El pacto se había consolidado.
Aunque los camachistas ahora perredistas afirman que la regencia del tofico Camacho "fue una de las mejores", en realidad se caracterizó por los bloqueos, la toma constante del Zócalo, un aumento notable en la calidad del aire pese al "Hoy no Circula", paros, manifestaciones a todas horas y un incremento sin precedentes en la inseguridad pública.
Aunque ya para entonces soñaba con la Presidencia, todo indica que Salinas nunca lo consideró como probable si bien tampoco llegó a desestimularlo para que pensara en ello, como queda sentado en las famosas "Memorias apócrifas" de Camacho Solís. Sin embargo el expresidente también consideraba que el regente era un importante factor de control para el D.F., en especial que logró mantener buena relación con algunos perredistas, en ocasión más que amistosa, como ocurrió con la exasambleísta Patricia Anchondo (Camacho había enviudado a mediados de los 80), aunque también atendió varias veces a "Superbarrio", un enmascarado a quien, aparentemente, todos los problemas de la capital se acabaron con la llegada del PRD a le jefatura de gobierno, pues ya no se queja como otrora.
Inicios del distanciamiento
Ningún otro exregente capitalino había sido considerado como "ungido" por el presidente, de modo que, ansioso por abandonar un puesto que parecía estar salado para tal aspiración, Salinas removió a Camacho a la Secretaría de Relaciones Exteriores,
posición considerada dentro de la política mexicana de entonces como un ostracismo disfrazado. Sin embargo ya se encontraba entre los miembros del gabinete aunque no podía esconder sus choques constantes con Luis Donaldo Colosio, quien estaba al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, tuerca importante para la recolección de votos a favor del PRI.
La animadversión hacia Colosio no era sólo política pues no se trataba de un
tofico y al igual que José Córdova Montoya (el "asesor sin picaporte" de
Salinas) eran elementos inesperados que alteraban el "pacto" que los toficos habían firmado a mitad de los sesenta. Además Colosio no provenía de un plantel público y, en resumidas cuentas, se trataba de un advenedizo.
Sin embargo Camacho se disciplinó en espera de una posible "recapacitación" de su jefe, algo que nunca llegó: en noviembre de 1993 Colosio fue "destapado" y Camacho Solís experimentó el coraje de su vida; no sólo se sentía traicionado por el presidente sino que consideraba a Colosio la continuación del "proyecto neoliberal" de Salinas, discrepancia que, obvio, nunca manifestó mientras fue parte del gobierno pero que deja entrever en sus "memorias apócrifas".
Salinas le ordenó disciplinarse y Camacho aceptó entre rechinar de dientes. Y entonces ocurrió el levantamiento zapatista en Chiapas, algo que favorecía a Camacho quien presumía de haber "apaciguado" a las huestes más virulentas del D.F. durante su regencia.
Por órdenes de su jefe, Salinas le pidió que dejara la SRE para convertirse en "Comisionado para la Paz" en Chiapas, aunque se aclaró que sería "sin goce de sueldo", sutileza que dejaba a Camacho como colaborador y no como funcionario activo, algo que lo
habilitaba para la candidatura, pues entonces era requisito que los aspirantes abandonaran su puesto seis meses antes de la elección.
El levantamiento del EZLN resultó excelente tarjeta de presentación de Camacho. Por todo el mundo circularon las fotos donde aparecía junto al sub Marcos y el arzobispo Samuel Ruiz, algo que le daba imagen internacional de "conciliador"; asimismo, ello dejó sin reflectores a la campaña de Colosio, tanto así que los asesores del candidato prendieron focos de alarma en febrero del 94 pues su imagen no despegaba y los mítines se veían desganados. Aquello parecía ser una venganza de Camacho hacia Colosio la cual quedaría consumada cuando el presidente decidiera dar
marcha atrás para ponerlo a él en su lugar. Sin embargo y si nos fíamos en lo que escribió Salinas, esa posibilidad jamás existió.
Como se sabe, en marzo de ese año Colosio fue asesinado en Tijuana y en su lugar fue designado Ernesto Zedillo, quien había sido secretario de Programación. Luego de esto quedaba claro que la relación de Camacho con Salinas
ya estana deteriorada.
El "error de diciembre" fue la tumba política de Salinas además de borrarle toda aspiración a dirigir la Organización Internacional de Comercio. Y dado que con Zedillo su relación era también áspera, Camacho Solís terminaba su labor no sólo como comisionado para la paz --llegó a un
deténte que, en cierto modo, sigue hasta hoy-- sino también su permanencia en la política. Meses después anunció su salida del PRI, la creación de un partido político que nunca despegó, se retiró el seminanonimato por unos años hasta que, sorpresivamente, reapareció ahora convertido en perredista y bajo la égida de Manuel López, autoconsiderado el mayor enemigo político de Carlos Salinas.
Colofón
Y así llegamos al presente. En un ambiente político donde las contradicciones con el pasado abundan y la desfachatez suele ser carta de presentación, es importante tener en cuenta trayectorias como las de Manuel Camacho. La incongruencia de que personajes salinistas de semejante tamaño dentro de un equipo que supuestamente ofrece algo nuevo no debe soslayarse. Después de todo, ¿habría tanto silencio y complacencia de los medios si Camacho se hubiera adherido a la campaña de Felipe Calderón? ¿No nos habrían ya bombardeado hasta la saciedad de las innegables ligas de Camacho con el salinismo?
La intención-obsesión central de Manuel Camacho es llegar, ahora mediante el PRD, a la presidencia de la República, así sea en el 2012. Pero la historia nos demuestra que, mientras más se busque ese puesto, más terribles son los resultados. Por ello, es
muy prudente aplicar la lógica ante lo que se dice y lo que se hizo, por parte de nuestros políticos.
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