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Nacional La lección de la Sub 17 En un país que ensalza y justifica la mediocridad, lo hecho por la selección Sub-17 en Perú reconforta nuestro optimismo al futuro y evidencia a quienes han medrado con el pretexto del no hay recursos para no hacer las cosas bien OCTUBRE, 2005. Parece increíble pero un país donde el futbol ha sido el deporte nacional por más de 50 años no se hubiera ganado una copa internacional. México es el único de los países que más veces han participado en una Copa del Mundo que no se ha llevado el campeonato; ya lo hicieron Brasil, Alemania, Italia y Uruguay; incluso Inglaterra, Francia y Argentina, que han participado menos veces que México, ya la consiguieron. Ahí no termina el asunto: equipos como el de Estados Unidos, que todavía en 1980 la selección mexicana propinaba golizas espectaculares, fue capaz de eliminar a los tricolores del Mundial Japón-Corea, y de haberse convertido en el rival más poderoso que ha tenido la oncena que hoy dirige (?) Ricardo Antonio Lavolpe. Ante estos antecedentes, el reciente triunfo de la selección Sub-17 sobre Brasil durante la final efectuada en el Perú nos despejó, así fuera poquito, el panorama de bruma, grillas y mediocridad en que el futbol mexicano ha estado sumido por décadas. Y dado que se trata, como indicamos, del deporte nacional no extraña afirmar que se trata de un reflejo en la mentalidad de todo un país. La victoria es doblemente meritoria pues todavía en la tarde del dos de octubre muchísimos no sabíamos siquiera que los seleccionados juveniles iban a disputar una final del mundo. Por extraña coincidencia esa fecha coincidía con un aniversario más de lo ocurrido en Tlatelolco de modo que la atención estaba centrada en esos miles de individuos que cada año gritan las mismas consignas sin modificar su discurso siquiera una coma. Parecía marcarse ahí el momento de un México anclado en el pasado, derrotista, amargado y otro, el de un México que quiere viajar hacia el futuro en un vagón decente, libre de esas lozas históricas que, la verdad, no tiene porqué cargar en sus espaldas. Otra razón es que se derrotó a un equipo donde muchos de quienes jugaron son futuros invitados a la Copa del Mundo. Si dice fácil ("le ganamos a Brasil"), pero cabe recordar que a los 17 años Pelé participó por primera vez en un Mundial y que seguramente alguno(s) de los Sub-17 cariocas estará presente en Alemania; mientras la selección "grande", envenenada por la grilla, el choque de egos y el vedetismo batalla para vencer a países como Trinidad y Tobago o Jamaica, la Sub-17 se fue prácticamente invictos en esta justa. El otro aspecto importante es que lo hicieron por las ganas de sobresalir y no para ver cuánto podría ascender su cuenta bancaria. Solamente sus familiares y algunos fotógrafos los despidieron en el aeropuerto; varios de ellos no llevaban más que un cambio de ropa y el uniforme. Con frecuencia se alude a la "falta de recursos" el que nuestros atletas sólo causen vergüenzas en las justas internacionales. El argumento es falso y lo sucedido con la Sub-17 termina por corroborarlo. Si el dinero fuera el problema, México habría obtenido por lo menos 10 medallas en los juegos olímpicos de Barcelona ya que el régimen salinista aumentó la partida presupuestal en un 80 por ciento desde que asumió la presidencia, en diciembre de 1988. Sin embargo sólo se consiguió una medalla. Jesús Mena, quien en Corea 1988 obtuvo una presea de oro en natación --con ayuda nada más que de su entrenador pues los "fondos olímpicos" nunca llegaron-- hizo un papel pobrísimo en Barcelona luego que terminó la "falta de recursos", despidió a su entrenador y le entró al "juego" de la grilla. Los recursos destinados al olimpismo y al deporte patrocinado por el Estado sólo sirven para enriquecer a una burocracia parasitaria, insensible y capaz inventar las excusas más absurdas para no despegarse de la ubre oficial. Cuando alguno de ellos es separado por ineptitud hará lo posible para que lo reinstalen, como ocurrió con Jorge Toiussant, directivo de la Federación Mexicana de Basquetbol; Nelson Vargas, Felipe Tibio Muñoz y otros más han recibido una lluvia de recursos que de poco ha servido para recolectar medallas. Por supuesto que no sugerimos quitar a los jugadores novatos todo incentivo económico sino de ubicarlo en márgenes más realistas y de acuerdo a su desempeño en la cancha. Los altísimos salartios que reciben los jugadores que militan en la selección son contraproducentes pues evitan que viajen al extranjero a foguearse y a adquirir experiencia. Parte del éxito de la selección estadounidense radica en que la mayoría de ellos juega en Europa con salarios relativamente moderados. Al respecto dijo Bruce Arena, su técnico, "los jugadores de la selección norteamericana acumulan experiencia, no cuentas bancarias; quien busque esto último bien podría dedicarse a otra cosa". Como sea, es reconfortante que entre las nuevas generaciones se atisba un espíritu deportivo menos autoflagelador que busca las excusas más ridículas para justificar su mediocridad. Esperamos que la Sub 17 mantenga la misma mentalidad con la que derrotó a Brasil. No sólo se los agradecerán las planas deportivas la sociedad mexicana entera estará en deuda con ellos.
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