Otros textos de Nacional

Dinosaurios al ataque

El pejesalinista Manuel Camacho

Casi en el bolsillo

El terremoto de 1985

Papá Gobierno sigue siendo un gordito

10 argumentos y un no, gracias

Elecciones 2006, aparten de mi este cáliz

La lección de la Sub 17

Archivo

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

f

a

s

e

n

l

i

n

e

a.

c

o

m

ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Nacional

Profesiones saturadas para un mercado sin demanda  

Si usted piensa estudiar carrera o su hijo anda en eso, una recomendación: no estudie Leyes, Contaduría, Filosofía y Letras, Administración de Empresas ni Comunicación pues hace rato se acabó su oferta. Ojalá  las universidades y facultades se enteren de ello.

FEBRERO, 2006. Seguramente hemos sabido de un caso similar: después de varios años volvemos a ver a un compañero de generación, pronto sale a relucir el tema del trabajo y resulta que se graduó en Leyes pero hoy se dedica a vender pantalones "y le va mucho mejor a lo que le querían ofrecer en un despacho", y ha utilizado sus conocimientos para defenderse de los burócratas que han querido atosigar su stand en una "pulga" de la ciudad; "si consigues el trabajo", nos dice la persona, "entonces te pagan una miseria".

O qué tal ese otro amigo que hoy vive en la gran ciudad y que se distinguía por su erudición al punto que, para orgullo de su familia, estudió Filosofía y Letras, sólo que el campo de trabajo es tan escaso que hoy debe dedicarse a una cosa como, por ejemplo, dar clases de Español en una escuela secundaria.

Las muestras son abundantísimas, aunque éstas dos representan no la punta del iceberg, sino la de lo rezagado que se encuentran nuestras prioridades educativas.

¿Qué significa esto? Sencillo: las necesidades laborales desde hace rato no responden a la oferta que cada año ostentan los nuevos profesionistas, la mayoría de los cuales se dedicará a una actividad totalmente distinta para la que estudió, lo cual representa una erogación inútil, para la sociedad en caso que haya egresado de una institución pública, y para su familia si se trata de una privada.

Mientras en países como la India e Irlanda, donde se ha enfatizado la necesidad de que los futuros profesionistas elijan carreras relacionadas con la computación o el comercio internacional, en México y buena parte de América Latina se ha insistido en carreras que ofrecen poco futuro económico, como son Filosofía y Letras, y una que nunca debió ser siquiera aprobada, la de Licenciado en Administración del Tiempo Libre.

¿Es que acaso estas carreras no existían anteriormente en los países antes citados? por supuesto que sí. Todavía a principios de los 90, buena parte de la fuerza laboral irlandesa titulada se encontraba desaprovechada; abundaban los abogados, pero al igual que acá, la mayoría de los buenos puestos se encontraban copados por el favoritismo. Una vez que Irlanda liberalizó su economía y modificó sus perspectivas de desarrollo, las carreras afines a la computación fueron superando a las de Humanidades, con la ventaja que los egresados sí están utilizando los conocimientos adquiridos.

                                       El prestigio pretérito

El campo de las carreras universitarias es, paradójicamente, un sitio cerrado al cambio y la innovación, cuando debería ser de los más dinámicos.

Los miles de graduados en Leyes seguramente ignoran que lo hicieron seducidos por un concepto perteneciente a la década de los sesenta, cuando la abogacía en México era relativamente escasa, los bufetes tenían garantizada una cartera de clientes al abrirse y la profesión era, bueno, prestigiada y por tanto permitía escalar posiciones sociales.

Cada década ofrece una alternativa profesional que parece idónea para desarrollarse y obtener buenos ingresos. En el país el fenómeno comenzó a detectarse desde los años cuarenta, cuando enrolarse en el Ejército era una opción que, además de enorgullecer a los padres, tenía gran popularidad entre el sexo femenino. El cadete provocaba admiración al caminar en la calle, y por tanto éste procuraba llevar puesto su uniforme aunque estuviera franco.

Una vez que los militares abandonaron sus ambiciones políticas y fueron excluidos de cualquier puesto de elección, la carrera de las armas decayó notablemente. Sin embargo al entrar los cincuenta la profesión que sustituyó a la Militar en cuestión de prestigio fue Medicina pues era vista como honorable y, además, podía ofrecer ingresos económicos elevados.

Durante los sesenta la moda fue estudiar Leyes aunque también adquirieron gran popularidad las carreras humanísticas como Filosofía, Sociología y Ciencias Sociales, de modo que las universidades no dudaron en abrir esas ramas en sus planteles. Los setenta ofrecieron como alternativa idónea para los futuros profesionistas el estudiar Economía y Diseño Gráfico, las cuales se veían destinadas a cambiar las estructuras de un sistema decadente, unos en el campo financiero y los otros en la creación de arte más "cercano a las masas".

La década de los ochenta presentó una oferta aún mejor, esto es, el cursar la carrera de Ciencias de la Información, clave para desenvolverse en un mundo que, dentro de la percepción macluhiana, estaba por convertise en la aldea global.

¿Y los noventa? Casi seguro es que el lector conoce de alquien que durante esa década se graduó como Contador Público una vez que los requerimientos fiscales se hicieron cada vez más complicados y fue necesario recurrir a uno de estos profesionistas para quedar bien con la Secretaría de Hacienda que, durante esa década, aplicaba tácticas intimidatorias rayanas en la violación de los derechos humanos.

El problema fue que las necesidades del mercado laboral se han ido modificando, lo cual implica que muchas demandas que hace unas décadas parecían esenciales hoy se han ido a planos secundarios o sencillamente su campo de oportunidad es limitadísimo. Dicho de otro modo; quizá en 1970 se necesitaban 50 licenciados en Filosofía y Letras pero hoy ya no existe ese requerimiento; sin embargo las universidades no sólo egresaron 50 sino 120 licenciados en Filosofía y Letras, profesión cuyo campo laboral es prácticamente nulo --a menos, como decíamos, que se quiera terminar como maestro de escuela-- y cuyo costo será pagado por la sociedad; es un desperdicio de recursos que en un país como México se antoja insensible, casi criminal.

Existe, pues, un enorme desbalance entre la oferta de profesionistas en busca de empleo y las demandas del sector productivo. Y esto no es culpa del "neoliberalismo" ni demás acusaciones infantiles; se trata, sencillamente, de una pésima planeación del futuro y la idea que todas las carreras creadas permanecerán como tales por los sexenios de los sexenios.

Y quizá parezca conclusión cruel, pero entre más profesionistas salgan de la misma carrera, su devaluación será progresiva.

Carreras como Leyes se encuentran totalmente desprestigiadas, primero, por hallarse saturadas desde hace buen rato y porque una oferta enorme, como sucede con cualquier otro artículo, abarata su costo. Y segundo, porque, para sobrevivir dentro de una profesión donde el campo se encuentra copado, una manera de sobresalir es mediante las "mordidas" o "ayudaditas" para acelerar los trámites. Naturalmente que la devaluación de la carrera de Leyes hace que hoy se pague "una miseria" a los novatos recién egresados.

Ello no quiere decir que las demás carreras saturadas (Comunicación, hasta hace poco "la profesión del futuro", ofrece como opción imediata la también saturada idea de abrir una agencia publicitaria) se hayan carcomido por la corrupción. Simplemente hace rato se llenaron los huecos requeridos por el sector productivo al tiempo que el mercado laboral se ha contraído notablemente.

                                                 Opción utópica

No hay solución fácil ante este problema. Una de ellas sería cerrar por un par de años las carreras saturadas y enfocarse hacia otra profesión, algo que se antoja imposible ante la previsible oposición de los sindicatos universitarios, la planta de maestros y aun los estudiantes, embebidos con una idea perteneciente a los años sesenta.

La alternativa se presenta, como en Irlanda, a hacer más atractivas las carreras de computación, comercio internacional y todas aquellas que preparen al país para competir con el resto del mundo, algo que, para pesar de los "altermundistas" y los pejeconsejeros, va a ocurrir en México en el futuro. Es cierto que estas carreras ya existen pero sus programas de estudios son obsoletos o menospreciados, por decir lo menos. Las cosas, por tanto, deberán ser paulatinas.

México se ha rezagado en competitividad estos últimos cinco años. Gran parte de la irresponsabilidad recae en nuestros diputados, pero también en la preparación de los futuros profesionistas, muchos de los cuales perciben salarios muy por arriba --aunque también de manera informal-- de lo que recibirían si laboraran en un trabajo relacionado con su profesión. Entonces quizá pensarán que mejor debieron haber estudiado Ciencias de la Pantalonería.