Dios: ¡Ven en mi auxilio!
Dios, creador
de todas las cosas,
dame primero
la gracia de rogarte bien,
después
hazme digno de ser escuchado
y, por último,
libérame.
Dios, que
de la nada creaste este mundo
el más
bello que los ojos contemplan,
Dame, Dios,
la gracia de rogarte bien.
No desprecies,
Señor, la obra de tus manos.
Mira, Señor,
en mí Tu obra, no la mía
Cualquier
obra buena, en mí, la tengo por Ti.
Por ello,
es tuya, más que mía.
Dios, por
quien todas las cosas,
que por
sí mismas nada serían, tienden al ser.
Dios, ¡Ven
en mi auxilio!
Te invoco,
Dios Verdad,
principio, origen y fuente
de todas
las cosas verdaderas.
Dios, Sabiduría,
principio, origen y fuente
de la sabiduría
de todos los que saben.
Dios, Bondad
y Hermosura,
principio,
origen y fuente
de todo
lo bueno y hermoso.
Dios, Luz
espiritual,
principio,
origen y fuente
de las cosas
radiantes de claridad.
Dios: ¡Ven
en mi auxilio!
Dios, cuyo
reino es todo el mundo,
que ignoran
los sentidos.
Dios, separarse
de Ti es caer;
Volverse
a Ti, es levantarse;
Permanecer
en Ti es ser uno mismo.
Dios: ¡Ven
en mi auxilio!
Dios, alejarse
de Ti es morir;
Volver a
Ti es revivir y habitar en Ti, vivir.
Dios, a
quien nadie pierde, sino engañado,
nadie busca
sino avisado;
y nadie
encuentra sino purificado.
Dios: ¡Ven
en mi auxilio!
Dios, abandonarte
a Ti es ir a la muerte;
Seguirte
a Ti es amar; y verte es poseerte.
Todo cuanto
he dicho eres Tú, mi único Dios:
¡Ven
en mi auxilio!
Dios, Padre
de todo lo bueno y hermoso,
Padre de
la luz inteligible,
Padre que
nos iluminas
y sacudes
nuestro sopor.
Dios: ¡Ven
en mi auxilio!
¡Oh
Verdad!, Tú presides en todas partes
a todos
los que te consultan
y a un tiempo
respondes.
Claramente
Tú respondes,
pero no
todos oyen claramente.
¡Tarde
te amé, hermosura tan antigua
y tan nueva,
tarde te amé!
Y es que
Tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y por fuera
te buscaba;
y deforme
como era, me lanzaba
sobre estas
cosas hermosas que Tú creaste.
Tú
estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me retenían
lejos de Ti aquellas cosas que,
si no estuviesen
en Ti, no serían.
Llamaste
y clamaste, y rompiste mi sordera;
Brillaste
y resplandeciste, y venciste mi ceguera;
Exhalaste
Tu perfume y respiré,
y suspiro
por Ti;
Gusté
de Ti, y siento hambre y sed;
Me tocaste
y me abrasé en Tu Paz.
Grande eres,
Señor,
y laudable
sobre manera;
grande es
tu poder,
y tu sabiduría
no tiene número.
¿Y
pretende alabarte el hombre,
pequeña
parte de tu creación,
y precisamente
el hombre, que,
revestido
de su mortalidad,
lleva consigo
el testimonio de su pecado
y el testimonio
de que resistes a los soberbios?
Con todo,
quiere alabarte el hombre,
pequeña
parte de tu creación.
Tú
mismo le excitas a ello,
haciendo
que se deleite en alabarte,
porque nos
has hecho para Ti
y nuestro
corazón está inquieto
hasta que
descansa en Ti.
Angosta es
la casa de mi alma
para que
vengas a ella:
sea ensanchada
por Ti.
Ruinosa
está: repárala.
Hay en ella
cosas
que ofenden
tus ojos:
lo confieso
y lo sé;
pero ¿quién
la limpiará
o a quién
otro clamaré fuera de Ti?
¿Quién
me dará descansar en Ti?
¿Quién
me dará que vengas a mi corazón
y le embriagues,
para que olvide mis maldades
y me abrace
contigo, único bien mío
¿Qué
es lo que eres para mí?
Apiádate
de mí para que te lo pueda decir.
¿Y
qué soy yo para ti para que me mandes
que te ame
y si no lo hago te aíres contra mí
y me amenaces
con ingentes miserias?
¿Acaso
es ya pequeña la misma de no amarte?
¡Ay
de mí! Dime por tus misericordias,
Señor
y Dios mío, qué eres para mí.
Di a mi alma:
"Yo soy tu salud."
Que yo corra
tras esta voz y te dé alcance.
No quieras
esconderme tu rostro.
Muera yo
para que no muera
y pueda
así verle.
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